Toda transformación de la sociedad debe estar respaldada por una base social suficientemente sólida y amplia que apoye y promueva los cambios que se realizan. Y da la sensación de que es en la búsqueda y mantenimiento de esta base social en lo que la izquierda más se ha equivocado en los últimos años, algo que se deduce fácilmente al ver la profunda desorientación en general de la izquierda alternativa actual. La izquierda como ideología llamaba a la revolución pero se mostraba dubitativa al precisar quién tenía que hacerla. ¿Los trabajadores de las industrias? ¿los agricultores? ¿los estudiantes, como en el mayo del 68? ¿los movimientos de movimientos? ¿la multitud? ¿los ecologistas? ¿las feministas? ¿los controladores?
Lamentablemente me temo que todavía seguimos en las mismas. Pero el hecho es incontestable: necesitamos encontrar nuestra base social, es decir, el sujeto histórico que transforme el actual sistema económico y construya una sociedad diferente. Suele haber acuerdo en que esa base social, por lo pronto, debe tener unas condiciones objetivas compartidas, una amplia cohesión y un grado de intervención suficiente (Tablas, 2007).
Ahora bien, la sociedad se ha estructurado de formas muy distintas a lo largo de la historia. En términos clásicos se suele decir que la estructura de clases se modifica en relación al cambio en las relaciones de producción o, lo que viene a ser lo mismo, que la tecnología y los cambios políticos modifican la forma en que se relacionan las personas como colectivos. Bajo el feudalismo la sociedad se organizaba de forma distinta a como lo hacía el capitalismo del siglo XIX o a como lo hace el capitalismo actual. La estructura social de la Rusia zarista no es en absoluto la misma que la estructura social de la Rusia actual o de la Francia de las guillotinas.
Por eso tenemos la obligación de comprender cómo funciona, se estructura y se reproduce el capitalismo actual. Sería impensable esperar que los mineros hicieran hoy la revolución en España, si bien esa hipótesis no era tan improbable en la España de los años treinta. El debate sobre quién debe hacer la revolución sigue abierto.
Una perspectiva de clase y economicista
Yo tengo una perspectiva de clase y, en concreto, pienso en los colectivos en relación a su posición en el sistema económico. Lo hago así porque entiendo que nuestra supervivencia y condición de vida como seres humanos depende, en última instancia, de los ingresos que se reciben en el marco del sistema económico capitalista. Todos ocupamos un lugar en este sistema, y éste tiene su núcleo en el proceso de acumulación (que determina la capacidad del sistema para reproducirse en el tiempo). Por eso en un alto nivel de abstracción se habla del conflicto capital-trabajo, y por ende la sociedad se divide teóricamente en capitalistas y trabajadores.
Sabido es que esto es pura abstracción y que en la realidad material, cuando descendemos a lo concreto, encontramos que este esquema se difumina. No existe la clase capitalista o la clase trabajadora como tal, homogénea y organizada. Los trabajadores, como los capitalistas, se encuentran divididos en intereses y funciones. Mientras los trabajadores de las fábricas de principios del siglo pasado solían mantener un sentimiento de comunidad e identidad compartido, hoy los rasgos comunes entre los trabajadores (de hostelería y de banca, por ejemplo) son mucho menores. Los trabajadores, o la clase trabajadora como un abstracto, se encuentran mucho más fragmentados.
Pero lo mismo le ocurre a los capitalistas. Los intereses de los capitalistas productivos y los capitalistas financieros son muy diferentes, especialmente en las últimas décadas. Recordemos que el capitalista financiero (definido como aquel que presta dinero al capitalista productivo para que éste pueda invertir en actividades de la llamada economía real) viene a compartir parte de la ganancia del capitalista productivo. Es una punción sobre su ganancia; hay una relación contradictoria entre ambos tipos de capitalistas. Por ejemplo, mientras al capitalista financiero le interesa necesariamente un mercado global, liberalizado completamente, al capitalista productivo puede no venirle nada bien esa medida (por la presión a la que se ve sometido por la competencia mundial). De la misma forma, los grandes capitalistas se distinguen perfectamente de los pequeños y medianos capitalistas, algo que puede comprobarse en su forma de organizarse (en España existe la patronal de las grandes empresas -CEOE- y la patronal de las pequeñas y medianas empresas -CEPYME-) y en las demandas que realizan.
En definitiva, nos encontramos con una sociedad en la que las clases sociales luchan entre sí (ver un ejemplo de categorización actual de las clases sociales), para lo cual se organizan en torno a intereses comunes, tratando de influir en las decisiones políticas que configurarán el espacio económico en el que operan. En el caso de los capitalistas buscando su supervivencia en tanto que capitalistas y en el caso de los trabajadores intentando mantener y promover mejoras formas de vivir (1).
A muchos puede parecerle esta teoría trasnochada. Desde luego, no es nueva. No obstante es profundamente actual. Lo vemos día a día cuando los empresarios españoles se reúnen con Zapatero, viendo cómo todas las clases capitalistas se organizan y montan think tanks para influir en la sociedad, viendo cómo los grupos de interés presionan en la Unión Europea o comprobando que, por encima de cualquier otro aspecto identitario (etnia, nacionalidad o género) los capitalistas financieros pactan, se refuerzan entre ellos y conforman una verdadera élite social.
No ocurre lo mismo, sin embargo, con el colectivo de los trabajadores. La organización es cada vez menor, y el sentimiento de identidad es muy reducido. A los conflictos intra-clase propios del funcionamiento del capitalismo (es decir, que por la propia lógica del capitalismo siempre habrá trabajadores enfrentados en intereses), y a la fragmentación que ha llevado el desarrollo de las tecnologías, se le une un acoso y derribo estrictamente político. La ideología del individualismo ha triunfado gracias a su promoción en los medios de comunicación y otros canales de propaganda, destruyendo toda sensación acerca de la existencia de rasgos comunes entre los trabajadores. Dividieron y vencieron.
Conciencia de clase
Eso es porque no es lo mismo la situación objetiva que la conciencia de clase, aunque muchos confundan ambos conceptos. Muchos trabajadores, a diferencia de los capitalistas, no son conscientes del lugar en el que ocupan en el sistema económico. Han aceptado la ideología dominante que propugna que la sociedad se organiza hoy de la mejor manera posible, estructurada de forma horizontal (sin conflicto capital-trabajo) y que aquí lo que vale es el sálvase quién pueda.
Que los obreros voten a la derecha a pesar de que, atendiendo a los datos históricos y los propios programas, eso les perjudique se debe a su falta de conciencia de clase. En su conciencia sentirse trabajador ha perdido su sentido combativo y de comunidad, y se reduce al significado político de simple consumidor de productos. La preocupación se ha desplazado desde el ámbito comunitario hacia el ámbito individual. El neoliberalismo no sólo es un proyecto económico sino también civilizatorio.
Mientras la burbuja neoliberal ha durado, y a pesar de que las condiciones objetivas se han deteriorado profundamente (la desigualdad, por ejemplo, ha crecido tanto en su forma funcional como en su forma individual) este esquema se ha fortalecido. El centro comercial se convertía, como decía Baudrillard (1974) en un sentido parecido, en el reflejo de una sociedad en la que todos los individuos se encuentran ante sus iguales y sólo divididos por su diferente capacidad para comprar.
En un sentido económico es relativamente fácil de explicar. Tras la segunda guerra mundial devino la sociedad de consumo porque el capitalismo se encontraba ante un ciclo alcista derivado de la propia actividad económica que conllevaba reconstruir las diferentes economías del mundo. Los avances de productividad (debidos a la tecnología) se repartían entre salarios y beneficios empresariales en el contexto del llamado compromiso keynesiano. La sensación es de que todos ganaban. Un mundo casi perfecto donde sólo había que reparar algunas ineficiencias de los mercados a través de la intervención estatal.
Con la crisis estructural de los años ochenta el capitalismo entra en una nueva fase en la que se rompe ese compromiso y en el que los beneficios logran despegarse de los salarios y salir más que victoriosos. Pero es entonces donde entra el endeudamiento, para salvar la distancia que separaba los deseos de mantener un ritmo de vida consumista y la realidad de unos salarios en retroceso. El consumo espoleó el crecimiento económico gracias a las burbujas de activos, y el endeudamiento mantuvo la ilusión de que vivíamos en un mundo donde, de nuevo, todos eran ganadores.
La crisis, sin embargo, ha revelado que como en toda la historia de la sociedad humana sigue habiendo ganadores y perdedores. Y la percepción de los trabajadores afortunadamente está cambiando.
La crisis revela la realidad subyacente
Como hemos podido analizar, la crisis ha puesto de nuevo a todos en su sitio. Se han revelado los intereses contrapuestos entre las clases sociales y, lo más importante, se ha recuperado la percepción de que el Estado es una herramienta que utilizan las clases sociales para llevar a cabo sus decisiones. Es el espacio de lucha, la arena de combate.
Hasta ahora los trabajadores pensaban que el Estado miraba por todos, porque aquellos sin conciencia de clase entendían a la sociedad como una unidad, pero ahora eso es imposible. La rabia crece y se dirige hacia los sectores que salen beneficiados de la crisis y, muy especialmente, a los capitalistas financieros (la banca). Es imposible ya negar que el Estado juega un papel decisivo para determinar quién gana las luchas entre clases sociales.
Sin embargo, existe el riesgo de que esta rabia no sea adecuadamente canalizada (de acuerdo a propósitos progresistas) y que se culpabilice a los diferentes gobiernos concretos de esa toma de decisiones. Eso es probablemente lo que está pasando actualmente, cuando los trabajadores parecen apoyar masivamente a la oposición de derechas en protesta por políticas de marcado carácter derechista y únicamente porque esa oposición dice ser -pero no demostrar- distinta.
La necesidad de la izquierda por transmitir sus ideas
En un comentario del otro día, Carlos apuntaba que el público objetivo de nuestros artículos y actividades deberían ser aquellas personas «que viven profundos procesos de insatisfación que tienen una relación directa con el propio funcionamiento del sistema capitalista pero no llegan a identificar correctamente el causante de muchas de esas insatisfaciones». Estoy completamente de acuerdo con él y eso es por cierto, en la medida de mis limitadas capacidades y posibilidades, lo que procuro hacer personalmente.
Se trata de poner sobre la mesa el funcionamiento real del capitalismo actual, revelando los durísimos conflictos de clase que existen y explicando a todo aquel que esté dispuesto a escuchar que el problema no son las políticas concretas sino, más generalmente, el propio sistema económico. Creo necesario dejar de hablar de tópicos y pasar a poner ejemplos concretos que lleven a los trabajadores a tomar conciencia de los rasgos en común que tienen con sus semejantes. Las condiciones de las hipotecas y su propia lógica, los salarios y su evolución, la pérdida de calidad de los servicios públicos, el incremento de la desigualdad, la precariedad laboral, el deterioro del sistema de pensiones, etc. son en realidad fenómenos producto del funcionamiento del capitalismo, conllevan ganadores y perdedores y pueden ser explicados en términos económicos de forma relativamente sencilla.
La izquierda tiene recursos sobrados para cumplir esta función. Tiene expertos, en muchísimos ámbitos, de los que todos podemos aprender. Pero hace falta voluntad para hacerlo. Hoy en día no podemos negar la extraordinaria labor que autores como Vicenç Navarro y Juan Torres, así como la asociación ATTAC en su conjunto, está haciendo en este sentido apuntado. Pero siguen siendo pocos e insuficientemente organizados, por no hablar de la reducida capacidad económica existente.
Es hora de que los sindicatos -muchos de los cuales todavía hoy tienen en sus equipos a economistas liberales- y los partidos políticos de izquierda se mentalicen de que es necesario hacer todo esto de forma conjunta y con una mejor organización. Y, sobre todo, tienen que apuntar mejor a sus bases sociales. Deben dirigirse a un público aún no convencido, porque el objetivo no ha cambiado en tantos años: hay que encontrar esa base que necesita la izquierda para transformar esta sociedad.
NOTAS:
(1): Nótese, por ejemplo, que los sindicatos de clase son aquellos que luchan por los intereses de los trabajadores en general, mientras que los sindicatos sectoriales (por ejemplo, los de los controladores) luchan sólo por sus propios intereses como trabajadores de un determinado sector.
Baudrillard, J. (1974): La sociedad de consumo. Sus mitos, sus estructuras. Plaza & Janes, Barcelona.
Tablas, A. (2007): Economía Política Mundial. II. Pugna e incertidumbre en la economía mundial. Ariel, Barcelona.
Hola Alberto!!
Buen artículo! La verdad, no sé cómo lo haces pero me parece admirable!! 🙂 Me refiero a tu determinación y capacidad para ordenar las ideas y, además, para explicar y transmitirlas a los demás (algo totalmente imprescindible).
No sé si te resulta complicada o sencilla la labor…? Yo, por ejemplo, dudo que podría llegar a tener tanta paciencia algún día! :))
Bueno, pensándolo un poco, creo que mi comentario incluso tiene algo que ver con el tema del artículo – la base social… y es que hay mucha pereza (intelectual?), la que tenemos muchos de los incluso ya convencidos de la necesidad de los cambios… a ver cómo la combatimos! Afortunado tu que no tienes ese problema! :))
Saludos y ánimo!!
Muy bien escrito. Enhorabuena.
Yo creo, quizá sin ninguna base, que la revolución jamás partirá de una Europa acomodaticia.
Visitando una ciudad francesa, me fijé en una pintada que me pareció realmente interesante: «Sans espoir, tout dévient possible». Es decir: sin esperanza, todo se vuelve posible.
Son los que no tienen nada que perder, porque se lo han arrebatado todo, los que tratarán de voltear la tortilla. Y esos son los ciudadanos del tercer mundo; los inmigrantes, que ocupan el escalón más bajo en nuestras sociedades de castas.
Y los europeos, incluso muchos de los que nos decimos de izquierdas, trataremos de frenar ese cambio porque, al final, estaremos luchando con nuestra clase, pequeñobuguesa, de los que tienen miedo a perder lo poco que tienen. Defendiendo, paradógicamente, los intereses de los que nos esclavizan.
En fin, veremos cómo se suceden las cosas. Preferiría por una maldita vez una revolución incruenta, gradual. Pero parece ser que el ser humano sólo despierta cuando el agua le ha llegado hasta el cuello. La situación explotará cuando ya sea intolerable, y al liberarse toda esa fuerza oprimida será de forma necesariamente violenta. como un recipiente cerrado y puesto al fuego, que no puede contener durante más tiempo el aire recalentado y salta por los aires.
Se echará la culpa al agua por liberarse, pero no a quien la puso en el fuego.
Un saludo!
Al cambiar el sistema económico cambias la propia sociedad. No es ninguna casualidad que todas las fábricas estén en China, no es sólo codicia. Hay más razones, en tanto interés en una sociedad de tipo terciario.
¿Quien será el sujeto de la próxima revolución? Quien sabe… Para llegar a la Revolución Rusa de 1917 hubo que esperar casi 15 siglos. Creo que para los musulmanes nunca ha habido revolución y su civilización tiene unos 1300 años.
Solo una cosa es segura, quien domine las ideas, dominará la mente de la gente y, en consecuencia el mundo. Hay que estudiar la realidad como hizo Marx, trabajar para entenderla y una vez entendida, luchar para cambiarla.
Las ideas son como un virus, si logras convencer a la gente de que si cierra la Autoescuela Braulio el mundo se acabará, entonces, pronto tendrás a un barbudo en la puerta de tu Autoescuela pidiendo donativos para impedir el cierre de tu negocio.
Si consigues convencer a los demás de que hay que cambiar las cosas, entonces las cosas cambiaran.
Las ideas son un virus.
«Las ideas son un virus.»
curioso… un desarrollo «pesimita» de esta analogía podría ser:
…y como tales, también existen cuerpos (mentes) inmunes a ellas por un lado y, por otro, los que aún no lo sean, pronto podrían evolucionar hacia serlo (así como los cuerpos evolucionan adaptándose al entorno y sus amenazas – los virus)…
Pero bueno, eso ya es trazar demasiadas analogías, me parece…
Muy buen artículo, Ark.
Déjame aportar un pequeño matiz. Está estudiado que en el Estado español, el voto es más fijo y «de clase» que en otros países europeos (donde es más voluble).
Quiero decir que la clase obrera sigue, en general, votando al PSOE, y la clase media o la burguesía al PP.
El problema, como traté en mi último artículo, es el bipartidismo, porque el PSOE hace exactamente la misma política económica que el PP.
En ese sentido, creo que Vicenç Navarro (a pesar de su enorme labor en sus inigualables artículos) se equivocó al pedir el voto para el Tripartito catalán, el rey -o la vanguardia- en la privatización de servicios.
De igual modo, como han señalado Anguita y Carlos Taibo últimamente, la apuesta por los sindicatos mayoritarios es hoy un error demasiado evidente como para volver a caer en él. Más nos vale ir superando estos obstáculos.
Un abrazo.
Totalmente de acuerdo con tu exposicion, lo que realmente nos falta es poner en marcha la fabrica de las ideas, tenemos que partir del hecho historico de la caida del muro, cuando muchos llamados comunistas salieron corriendo despaboridos y otros quedaron inmovilizados. los socialdemocratas hicieron la cuenta de la lechera, miles de votos de los votantes mas a la izquierda vendran a las filas socialdemocratas, pero aparecieron los conservadores, y dijieron si hemos vencido a una idiologia como la comunista con todo su aparato politico y militar. Estos socialdemocratas que solo tienen las urnas mas facil van a caer. y esta es la cuestion mientras que la izquierda esta inmovil la derecha sigue con su planificacion influyendo en la sociedad.
Hola yo creo que la unica forma que esto estalle es cuestion del efecto domino.Es decir a mi me han parado despues de 20 años de trabajo pues ya no puedo consumir.Cuando esto se produce pues o bajan los precios o cierran,con lo que el resultado es mas paro.Y lo que me llama la atencion que en vez de bajar los precios lo suban pues temen una deflaccion.Pero no entiendo porque no se dan cuenta de que eso a la larga les producira mas perdidas y paro.Y de nuevo el ciclo ahora quitan la ayuda de 426e que servia para comer.Pues esto va a crear que el mercado negro aumente.Eso si pagando poco, y los precios sin bajar.Asi que podrian pararlo si los capitalistas no fueran tan codiciosos.Y cuando el hambre apriete,ahora mismo en Canarias hay un 30% de paro.De gente joven preparada pero que no encuentran trabajo aqui y el que pueda se ira.Pero la gran mayoria no puede.Al final los que se moveran seremos todos los parad@s,porque yo veo que la crisis va subiendo.Y cuando llege a los funcionarios ahi junto con la base de la piramide de todos los parados y sus familias entonces sera cuando se arme el follon.Mientras ahora mismo cada dia es mas fuerte la diferencia entre los pobres y los ricos.(banqueros politicos grandes empresarios etc) que no saben lo que es o no lo quieren saber lo que es dejar a 7000 personas en Canarias sin ningun ingreso.Y en España que yo sepa ya hay 15.000 personas durmiendo en la calle,y eso es muy triste.Ademas cara al turismo crea una mala imagen.Pero estamos en la ley del embudo,para los pobres desempleados no hay ayudas ni trabajo.Y para los ricos siguen viviendo en su mundo.Pero ojala me equivoque si no se produce una ayuda a los pobres la piramide se rompera pues la base esta rota y no aguantara a los de arriba.Asi que o los ricos ceden o tendremos una guerra civil o mundial.Pero no tardara mucho,pues no hay si no ir a un supermercado y ver lo que la gente no compra.Y como no lo bajan de precio pues se estropea y las empresas este año van a quebrar en cadena solo se salvaran los que bajen el margen de ganancias.En fin ojala me equivoque pero es lo que se ve en la calle.Les deseo a todos paz y bien saludos Adela.
La revolución siempre la llevarán a cabo los mismos que nunca la van a ganar; hay que temer a los de las últimas filas y a los ni siquiera se encuentran en la columna.La forma de hacer desde attac alumbra mejor lo amplio; mejor decir lo que sucede que lo que se debe hacer. Y aquí, en lo que sucede, añoro enfoques sobre lo que sucedió recientemente con las prejubilaciones, cuales los animadores, cuales los aceptadores, que no cortaron el arbol del trabajo fijo y bien remunerado, sino que arrancaron su raíz pasando la factura a los hijos (posiblemente de otros, y de todos; con los partidos, con los mismos representantes cambiándolos de puesto hasta su muerte; con lo de cuántos estudiantes acceden a Medicina desde la Enseñanza Pública, y qué tiene que ver en esto las calificaciones en los Concertados, …¿Acuden a los Concertados los hijos de nuestros representantes, e incluso de los Profesores, que nos dicen que el Colegio Público es bueno?. Tendremos que saber por Wikileaks cuánto deben los partidos a los bancos y a cuales.
Enfoques que iluminen sí, para saber evitar.
>> «No existe la clase capitalista o la clase trabajadora como tal, homogénea y organizada»
¡Gracias por esta vista de pájaro!
A las personas nos gusta simplificar las cosas, reducirlas a uno o dos nombres, y disfrutar de la ilusión de que ya tenemos información suficiente para elegir bando y empezar a luchar a favor o en contra de nuestro par de ideas. Pero la complejidad no se maneja con pocos nombres.
Las relaciones humanas son como las fluctuaciones climáticas, cambian continuamente, se producen flujos desde las zonas de alta presión a las de baja presión hasta que el desequilibrio remite, y entonces surge otro desequilibrio en otro lugar y vuelve a iniciarse el movimiento.
El equilibrio perfecto que todo lo soluciona es utópico (espero que nadie se ofenda). Como buen ejemplo que das, la revolución minera habría tenido sentido en cierto momento y lugar, pero hoy no; hoy la revolución tendrá sentido en otras áreas distintas, y mañana serán otras, y así será eternamente, sospecho. El equilibrio (o la no-necesidad de revolución) es difícilmente alcanzable.
Es más, hasta podría ser contraproducente. Los científicos predicen que la muerte final del universo puede ser precisamente el equilibrio térmico, en el que todo estaría a la misma temperatura y los flujos netos de materia y energía serían nulos. Decía Prigogine que la vida surge precisamente en las fronteras entre desequilibrios (o sea, que la vida NECESITA del desequilibrio para existir), y conviene pensar a qué se refería.
Dicho de otra forma: Si consigo un trabajo como transportista de ladrillos es precisamente gracias a un desequilibrio, a que en un lugar sobran los ladrillos, mientras que en otro faltan. ¿Cuántos puestos de trabajo -si no todos- existen gracias a que alguien lleva algo que sobra en un lugar hacia otro en el que falta? (Ese «algo» también pueden ser conocimientos; el ingeniero que construye un puente en un pueblecito hace eso, lleva los conocimientos que a él le «sobran» sobre construcción al pueblo, donde «faltan», y en el intercambio «gracias» a ese desequilibrio, todos ganamos).
Me alegra ver que ya no se demonizan tanto los extremos como quizá se hizo en otros momentos (me refiero a los desequilibrios, diferencias, clases, etc), y percibamos que la realidad es mucho más compleja que simples luchas de un color contra otro.
Quiero creer que ser de izquierdas hoy consiste en aceptar la existencia de las diferencias (¿es muy grave decir esto?), y comprender que el sano fluir entre diferencias es beneficioso (incluso necesario) y genera genera vida. Entonces, ¿qué es NO ser de izquierdas? Lo asocio al antiguo estilo feudal, que consistía en convertir los flujos en unidireccionales (es decir: yo produzco, alguien se lleva toda mi producción, y sólo me da unas migajas a cambio; una flecha enorme en un sentido y muy pequeña en el contrario).
Un flujo unidireccional se diferencia del bidireccional en que el primero termina estallando en revolución (por asfixia del agente productor) mientras que el segundo también termina (porque nada es eterno en esta vida) pero por muerte dulce (agotamiento de recursos, deriva del mercado hacia otros intereses, etc), y en este caso el balance total es positivo (ya no es fruto de la tensión y sufrimiento acumulados), ambas partes disfrutaron de su relación económica. En el flujo bidirecional cada parte supo aprovechar sus diferencias (tal vez inevitables, a la luz de la Historia…) para volverlas positivas e intercambiarlas con la otra parte en forma de bienestar, productos, servicios, etc.
Siento la tentación infantil de afirmar que esta lucha de contrarios no existiría (o se reduciría) si simplemente hubiera forma de poner freno a la codicia… A la codicia detrás de las subprimes, detrás de los monopolios urbanísticos que inflaron la burbuja, etc. O quizá nuestra enfermedad sea la simple falta de altruismo, de sentido de especie. Tenemos mucho que aprender; incluso las hormigas nos podrían dar lecciones.
Dentro de la gente de los sindicatos que estuvio siguiendo la huelga del 29 en Madrid, me reconocieron que la huelga había sido un éxito total…hasta las 10 de la mañana.
Por qué?
Porque la presencia de los sidicatos de clase, es mayor en ciertos puntos clave, como Mercamadrid, lo que queda del cinturón industrial, algo en los transportes. Exceptuando el último caso, el seguimiento de la huelga fue enorme en Madrid..hasta las 10 de la mañana
Que pasa a esa hora?
que entran a trabajar las ocupaciones, que ,a la postre, han sufrido y van a sufrir más esta crísis: pequeño comercio, administrativos (funcionarios y no funcionarios), técnicos, jóvenes profesionales (desde diseñadores gráficos hasta ingenieros), enseñanza (alucinante su falta de seguimiento de la huelga), etc.
Una de las claves para entender los fenómenos de respuesta (o no respuesta) a ésta crísis, es entender las relaciones de trabajo que operan en éste nivel, que son complejas, variables pero analizables, la percepción de clase que existe (que la hay, aunque creo que muy sútil y ambigua y con unas connotaciones conservadoras)y en fin, poner todo eso en relación con lo que Torres y tú decís en vuestro libro
acerca de la entidad «civilizadora» del neoliberalismo, el sistema imperante o como se quiera llamar.
Y asumir que estamos en la pos-pos-modernidad, donde el discurso acerca de que si no se pueden conocer las clases o si éstas no exsiten ha demostrado dos cosas:
Es desigual, ya que mientras que las abstracciones utilizadas por la izquierda marxista han sido llevadas a la sospecha, estas mismas abstracciones, además de otras, utilizadas por la derecha, se han seguido utilizando sin ningún complejo, con resultados aplastantes (las clases sociales son irreales, pero el choque/alianza de civilizaciones no, Warren Buffet jactándose de que su clase social está ganando la guerra, etc)
Es debilitador, ya que el discurso que se ha estruturado en torno a Giddens y a otros, que tiene ciertas querencias cósmicas y cientifistas ha aprovechado la normal revisión conceptual de la izquierda y su necesidad de adaptación, para crear partidos de izquierdas débiles, que, a estas alturas, es evidente que han fracasado
Lo de la pos-pos-modernidad me ha quedado fatal, obviamente quería decir Post-Post-Modernidad
D´OH!!!!!!!!
Un nuevo ser humano con nuevos «valores» y sin «egoísmo» es necesario para el cambio de paradigma actual, creando la nueva sociedad de redistribución de productos, personas y servicios con un gobierno mundial democrático dirigido por las personas más sabias en todas las materias.
El fin del dualismo está cerca.
Saludos.
Es un muy buen análisis de la fragmentación de la clase trabajadora. Sin embargo, no estoy de acuerdo con que se pueda decir lo mismo de la clase capitalista. Podemos clasificarla en 2, 3 o hasta 10 categorías, pero sus intereses objetivos son los que son y los subjetivos, no se contrarrestan unos a otros. Los industriales -p.e.,los fabricantes de coches- que no han querido invertir en Bolsa (que serán pocos) pueden estar cabreados con los financieros que les han hecho perder negocio-, pero saben que la nacionalización de la banca es un precedente indeseable tanto para banqueros como fabricantes, constructoras y hasta dueños de salas de cine. En general, a nadie que tenga a cargo más de 5 trabajadores le interesa que se ponga en duda el capitalismo: todos saben que si se empieza con 10 empresas, luego se puede seguir con 20 y al final, caer la suya propia. Esto no quita que cuando no queda más remedio, lo apoyarán, pero ahí también pueden estar de acuerdo unos y otros. O no, pero ahí entran en juego no tanto los intereses como las percepciones. A un examen se pueden presentar varios alumnos con diversas estrategias: estudiarlo todo, sólo 1-2temas, usar chuletas… todos buscan lo mismo, aprobar, por lo que un aprobado general puede ser el interés común (sobre to si ninguno se siente confiado con lo estudiado), pero si el profesor, al darse cuenta de que le hacen trampas, pone más difícil el siguiente examen, los tramposos habrán actuado contra el interés común -seguro que pensando, erróneamente, que les saldría bien la jugada-.
Muchas veces, eso es decisivo en una revolución: el error humano en los planes de la clase capitalista. Eso no se traduce en intereses distintos. Ni tampoco en la trabajadora. Sin embargo, hay auténtica fractura de clase, ya que unos trabajadores perciben que pueden beneficiarse ellos solos con el capitalismo frente al resto, mediante ciertas estrategias (competencia agresiva, peloteo al jefe…la que sea). Ahí es donde se ve claramente la fractura, cuando un grupo y otro de la misma clase están enfrentados como si sus intereses fueran distintos.
Gracias por la acogida y saludos a todas/os las/os compañeras/os de IloveIU
Campaña “Jubilación a los 67. Cuenta atrás”:
http://basilio-pozo-duran.blogspot.com/2010/12/jubilacion-los-67-quedan-40-dias.html
En mi modesta opinión hay que buscar la base en aquella parte de la sociedad que está más amenzada en estos momentos. En el Siglo XIX fueron los proletarios, ahora creo que lo que más peligra es el concepto de ciudadanía. El ciudadano ya no gobierna su país ni su economía, los políticos no responden a las llamadas ni a los intereses de los ciudadanos y lo que está realmente en peligro es la misma esencia de ciudadanía. Luego debemos ser los CIUDADANOS, con nuestra participación e implicación los que realicemos esta revolución.
Los que nada tienen que perder seran los que hagan la revolucion mundial: los inmigrante en todo el mundo.
Estamos aburguesados .Saludos