Quisiera recomendar desde estas líneas la última entrada, de esta misma mañana, del blog La Mirada del Mendigo. En ella se habla, con un tono muy adecuado para el tema, de una cuestión recurrente en este sitio. Se trata del internacionalismo, pero en todo caso no del ya casi olvidado sentimiento de fraternidad proletaria, sino de la por la contrario nada olvidada fraternidad burguesa. A raíz de la reunión del rey de España con el gestor de un multimillonario fondo de inversión,  mendigo traza hoy una clara descripción de este capitalismo cínico en el que vivimos actualmente.

Y digo que es un capitalismo cínico porque se vende a sí mismo, con mucho estilo, como lo que no es. Mendigo mira, como en mi opinión hacen también los economistas críticos, al capitalismo realmente existente y no al capitalismo de libro. Este último se presenta como un sistema económico con ciertas imperfecciones pero que en general es justo (con un funcionamiento basado en la meritocracia) y eficiente. El capitalismo realmente existente, en cambio, se revela como un nuevo escenario donde el poder se alcanza a través del dinero y donde el amiguismo y el enchufismo es la lógica dominante junto con el afán de lucro.

En la base de la sociedad nos encontramos los ciudadanos de a pie, que desde que nacemos nos vemos absorbidos por un sistema que nos obliga a competir incesante y crecientemente en cualificación para introducirnos luego en el mercado laboral en las mejores condiciones posibles. Condiciones que luego resultan ser, en general, decrecientes en calidad y cantidad. Y la clave está en que nunca dejamos de competir, ni contra nuestros semejantes ni contra nosotros mismos. Nos dicen que el esfuerzo es la clave de todo y que a través de ese mismo esfuerzo llegaremos, en una carrera sin fin, hacia la estabilidad. Aunque probablemente intuyamos que nunca dejaremos de ser personas sumidas en la precariedad y sin un futuro decente garantizado.

En la cúspide de la sociedad, detrás del telón que rara vez se abre, están los que realmente mueven los hilos de todo esto. Son aquellos que nacieron en familias de bien, que construyeron de una u otra forma imperios empresariales que les permiten comenzar cualquier carrera directamente desde el punto de meta. Son los mismos que en el capitalismo contemporáneo controlan los fondos de inversión, y a través de ellos los bancos y las empresas más importantes del mundo. Son los que contratan a los políticos antes, durante y después de que sean políticos. Son los mismos que con sus actividades sólo buscan beneficios, si bien alguna vez se presentan ante el vulgo como personas campechanas y solidarias. Son también los que financian los centros de investigación que luego recomiendan a los gobiernos que los ricos sigan siendo ricos y los pobres pobres. Y son los mismos que, como ilustra mendigo, reclaman al pueblo un tipo de nacionalismo que en última instancia les protege. Son, en definitiva, esa élite social compuesta por los propietarios de las empresas y por los consejos de administración, y que en otra nota previa drescribíamos claramente.

Es nuestra misión revelar este estado de las cosas que permanece quasi-oculto. Tenemos no sólo la misión de desnudar al capitalismo, sino también de mostrarlo en su cínica impureza. Sólo así conseguiremos que la gente abandone sus prejuicios nacionalistas y su también inculcado pasotismo y dirija su rabia ante el sistema que lo oprime de tantas formas diferentes.