Todos los días paso, de camino a la facultad, por uno de los barrios marginales de la ciudad de Málaga. La misma apariencia exterior, con sus edificios ruinosos y sus urbanizaciones masificadas, ya refleja la pobreza del lugar.
En las aceras, normalmente apilados delante de los portales de los diferentes pisos, es fácil encontrar grupos de adolescentes jugando a nada. Los chicos se amontonan en pequeñas comunidades de cinco o más individuos, donde droga y dinero corren y vuelan a gran velocidad. Las chicas, cuando no van tirando prematuramente del carrito de sus bebes, juegan a ser mayores imitando vulgarmente la estética de los cánones dominantes.
La gente que caminamos por allí pasamos de ellos, como si no fuesen parte de nuestra misma sociedad, de nuestra especie. Yo diría que realmente les evitamos. Estos barrios y sus gentes son para los estudiantes universitarios lugares y entes fantasmas. Incluso a pesar de que día tras día el camino es el mismo para quienes, por supuesto, no hemos escogido la opción de hacerlo menos corto pero más tranquilo.
Allí sólo es permanente la pobreza, la más amplia de todas las pobrezas. Recursos económicos sí existen, pero en forma de droga y consumo ostentoso: automóviles de primer nivel, móviles de última generación, tecnología punta, etc. El capitalismo excluyó a esta gente y ahora a través de su impecable lógica les utiliza de nuevo. Doble explotación.
La pregunta que nadie formula ante esta situación es la siguiente: ¿qué podemos hacer? Ya es hora de recordar el deber que tiene el Estado para luchar contra la exclusión social y la pobreza socioeconómica de estos colectivos marginales. Ni podemos mirar a otro lado y dejar pasar, ni tampoco podemos tomar medidas reaccionarias encaminadas a excluir con seguridad (para los ricos, por supuesto).
El Estado, a través de las administraciones locales, debe hacer uso de sus instrumentos de redistribución para inyectar fondos en estos barrios. Estos diferentes colectivos han caído fuera del sistema por la propia dinámica de éste, y sólo pueden reintegrarse mediante efectivas políticas de gasto público.
Una educación pública y de calidad es un requisito fundamental que debe ser tenido en cuenta como inversión en capital humano a medio plazo. Asimismo, la creación y el incentivo de asociaciones son puntos básicos para fomentar un crecimiento socioeconómico estable en el lugar. El asociacionismo permite transmitir conocimientos a través de redes informales muy efectivas, pero requieren financiación para las diferentes actividades.
Además, esos fondos públicos acaban aumentando la capacidad adquisitiva de la población beneficiaria, generando una expansión de la demanda e incentivando la creación de empleo y el desarrollo de la economía.
Pero preguntémonos retóricamente: ¿están interesados los grandes partidos en llevar a cabo políticas de este tipo?
Yo creo que los partidos mayoritarios, no sólo no están preocupados por luchar contra la marginalidad ni la exclusión social, sino que, bajo mi punto de vista, tienen un plan aun más atroz que cada día podemos vislumbrar con más facilidad.
En los últimos meses nos hemos familiarizado con el apelativo de crisis a lo que realmente en los hechos ha sido una estafa muy clara, cosa que no solemos apreciar dada la magnitud de la potencia televisiva sobre nuestro subconsciente.
Yo creo que esta crisis ha sido provocada por un ente superior que obedece a un orden establecido, cuyo único fin es el de crear pobrerza, para que ello provoque que la gente no pueda estudiar, no pueda cultivarse, dando lugar a lagunas generacionales de ignorantes, que por lo tanto serían más facil de manejar y engañar por los distintos gobiernos de turno.
Todo ello con el fin de hacernos cada día más esclav@s, y poco a poco con la intención de robarnos los poquitos derechos que tenemos, para que sin que nos demos cuenta acabemos en la más absoluta marginalidad, perdiendo nuestras casas, nuestros trabajos y nuestras vidas, en conclusión. La muerte dulce que consume a la persona que se expone al monóxido de carbono, como diría el gran Julio.
Lo peor de todo esto, es que tenemos la solución delante de nuestras narices, pero por lo general, no queremos aplicarla, por miedo más que nada, y dicha solución no es otra que la FORMACIÓN IDEOLÓGICA, CON EL FIN DE CREAR GENERACIONES PREPARADAS PARA LA INTERACCIÓN DIALÉCTICA Y POR LO TANTO RACIONALIZADA CAPAZ DE MOVER Y LEVANTAR CON LA RETÓRICA Y CON LOS ACTOS POSTERIORMENTE A TODO UN PUEBLO PARA CAMBIAR DICHO ORDEN ESTABLECIDO QUE NOS VEJA Y NOS SUCCIONA EL JUGO CORPORAL DÍA TRAS DÍA.
Un saludo y a seguir formándonos con artículos de opinión como éste.
desde que empezo la democracia el estado a gastado en ayudar a los barrios marginales muncho dinero para que sargan de la maginalidad y muchas familias se lo merecen pero hay otras familias que sigen delinquiendo y no quieren salir de la marginalidad por lo tanto esas familias se merecen un campo de exterminio ya esta bien demantener mafias a costa del pueblo..viva el estalinismo