Probablemente el debate más recurrente en economía es el del dilema Estado-Mercado. Ese debate parte de la base de que existe un trade-off entre Estado y Mercado, es decir, de que existe una oposición entre ambas opciones y que elegir más de una de ellas es elegir menos de la otra. Aceptando esa hipótesis lo que suele seguir es una discusión sobre si a una economía le interesa disponer de más Estado y menos Mercado o al revés. Además, en función de las respuestas suelen asignarse valores políticos a los tertulianos de tal forma que aquellos que abogan por más Estado son más de izquierdas y aquellos que abogan por más mercado son más de derechas.
Este debate es complicado por los errores en las definiciones conceptuales (¿qué es el Estado? ¿cómo medir su peso y su acción?) y también falso desde su concepción. El problema más importante es que el supuesto de partida es erróneo: no existe un trade-off porque el mercado no se puede oponer nunca al Estado sino que, en realidad, es el Estado el que crea al mercado.
Creando mercados
Los pensadores liberales, y muy especialmente los ultraliberales, consideran que el mercado es libre por definición. Sin embargo, argumentan, la libertad del mercado está obstaculizada por distintas instituciones, siendo de entre ellas la más importante el Estado. Para ellos el mercado es previo a cualquier otra institución humana. El mercado ya estaba allí antes que cualquier cosa, y nosotros lo único que hacemos es coartar su libertad imponiendo normas y reglas que, como consecuencia, también recortan nuestra libertad (concepto reducido al simple ejercicio de comprar y vender productos y servicios).
Esa visión mitificada del mercado es una especie de anacronismo. En realidad todos los mercados (desde el simple mercado de bienes de consumo hasta el mercado de trabajo) han sido creados por la sociedad humana y, particularmente, por el poder político. Es este poder el que ha decidido discrecionalmente crear marcos jurídicos y regulatorios que permiten comprar y vender productos, es decir, crear mercados.
Karl Polanyi cuenta un ejemplo magnífico en su «La Gran Transformación». Cuando los ingleses llegan a sus colonias en Asia y África se encontraron con muchos pueblos y tribus «salvajes» que se organizaban de acuerdo a principios no mercantiles, es decir, que decidían qué producir, cómo distribuir y cómo consumir de acuerdo a principios sociales. Estos pueblos tenían unas limitadas necesidades que lograban satisfacer gracias a los recursos del entorno. Cuando los ingleses les «invitaron» a trabajar a cambio de un salario éstos se negaron porque no lo veían necesario ni racional (ya tenían todo lo que necesitaban). En términos económicos puede decirse que en esa situación no existe mercado: las personas no se ofrecen en venta a cambio de un salario, es decir, no hay trabajadores. Para lograr quebrar la voluntad de estos pueblos los ingleses decidieron talar los árboles de pan, que eran el principal recurso nutritivo de esas tribus. Los ingleses lo que estaban haciendo era crear escasez de forma artificial. Además, junto con esas medidas impusieron tasas e impuestos sobre las chozas. Todo ello tenía un único objetivo: crear un mercado de trabajo empujando a las personas de las tribus a venderse como trabajadores para evitar la penuria y el hambre. Desde ese momento las personas de esas tribus comenzaron a ser «trabajadores libres» que formaban parte del sistema.
¡El mercado os hará libres!
… para comprar y vender, si es que se tiene dinero suficiente. El mercado no es un más que un espacio regulado en el que se desenvuelven las fuerzas económicas para hacer transacciones. Y el resultado final depende, cómo no, del punto de partida. El mercado es como una selva (y la regulación su ley), donde quien más preparado está antes de entrar más posibilidades tiene de sobrevivir.
Todo mercado está regulado desde su creación, lo que quiere decir que el mercado libre es una falacia o, con suerte, una utopía. Lo que interesa en realidad es saber en qué grado está regulado y a quién beneficia esa regulación. Volvamos al mercado de trabajo. El mercado de trabajo como tal es un abstracto que representa el espacio donde se compran y venden trabajadores, pero bajando a lo concreto podemos encontrar que un mercado de trabajo muy poco regulado permitiría, por ejemplo, trabajar 20 horas al día, en pésimas condiciones laborales y además permitiendo que los niños de 10 años puedan participar.
Para Polanyi cualquier avance en eso llamado «mercado-libre» es contraproducente porque genera distorsiones sociales y empuja a la gente a protegerse sea como sea (la naturaleza del ser humano no es la de ser una mercancía). Sería motivo de otro artículo, pero para Polanyi la desregulación agresiva y los avances ultraliberales son la antesala del fascismo, ya que éste último nace como intento social de protegerse ante los excesos de extender el libre-mercado.
En cualquier caso, las luchas sociales han permitido que el mismo Estado que creaba el mercado de trabajo tuviera que regularlo continuamente para adaptarlo a las exigencias sociales. Se redujo la jornada laboral, se impusieron límites a la edad mínima de acceso y se establecieron una serie de condiciones laborales. Y es que cualquier reforma del mercado de trabajo no es sino la lucha entre los intereses de quienes entran a la selva en mejores condiciones (los empresarios, que quieren libertad para imponer condiciones a sus trabajadores) y los intereses de quienes desean entrar en la selva pero provistos de protección (los trabajadores, que saben que en soledad están a merced del empresario maximizador de beneficios y reductor de salarios).
El Estado y la globalización neoliberal
El Estado en realidad es una especie de terreno de juego en el que se manifiesta la relación de fuerzas sociales, siendo la facción más fuerte la que alcanza el poder. Y ese poder político es el que permite modificar la regulación de los distintos mercados en función de los intereses de quienes ostentan dicho poder.
Si en esa relación de fuerzas vencen los intereses de las clases dominantes (los capitalistas y empresarios) entonces el signo de las políticas serán de tipo liberal o desregulador, ya que buscarán crear un marco económico más adecuado para su desarrollo individual -como capitalistas o empresarios, por ejemplo-. Y si de ese combate salen victoriosos los intereses de las clases subordinadas (por ejemplo los trabajadores) entonces el signo de las políticas será mucho más regulacionista y protector.
En un nivel intermedio (no podemos reducir la «lucha de clases» a buenos y malos o a capitalistas contra trabajadores) podemos añadir el ejemplo de un Estado gobernado por élites empresariales poco competitivas. En ese caso a los empresarios les interesa crear un mercado de trabajo muy desregulado (porque salen ganando frente a los trabajadores), pero a la vez les interesa mantener protecciones estatales frente a los empresarios extranjeros (porque salen perdiendo de no hacerse así).
Pero de este razonamiento sacamos una enseñanza: sea cual sea la opción ganadora ninguna propondrá una disminución del poder del Estado. El Estado es usado como instrumento para orientar el marco económico, pero en ningún caso desaparece.
Cuando en los años ochenta alcanzan el poder partidos políticos de inspiración neoliberal (como en Reino Unido y Estados Unidos) lo que ocurre es que se hacen muchas reformas económicas destinadas a modificar el marco económico. Así, se quitan las normas financieras (se permiten prácticas y productos financieros nuevos y arriesgados), se desregula el mercado de trabajo (se permiten las empresas de trabajo temporal, se descentraliza la negociación laboral, etc.) y se privatizan las empresas públicas (para pasarlas a manos privadas), entre otras medidas. Pero en conjunto todo se hace desde el Estado y, más importante aún, su perdurabilidad en el tiempo depende asimismo del Estado.
Por eso el propósito de los neoliberales no es el de reducir el peso del Estado en la economía (aunque pueda suceder, medido vía gasto público como porcentaje del PIB) sino que es reorientar el marco económico y crear mejores condiciones para el desarrollo y beneficio de las clases dominantes que se encuentran detrás (y que hoy son las grandes empresas y las grandes fortunas). Por eso cuando llega una crisis económica que daña a las grandes fortunas y las grandes empresas no se duda en usar el poder del Estado para cubrir pérdidas (nacionalizaciones de empresas, rescates bancarios, etc.). De hecho, ni siquiera el gasto público se ha reducido en todos los países donde han gobernado partidos neoliberales.
En definitiva…
Por lo tanto, deberíamos redefinir los términos del debate cuando hablamos de este dilema. Un neoliberal o un ultraliberal pueden usar mucha retórica contra el Estado, pero lo único que pretenden es alcanzar el poder para reorientar el marco económico en su favor. No en vano siempre apoyan un «Estado mínimo» que garantice que ese marco, readaptado a sus intereses, se pueda salvaguardar. Eso reduce el peso de la intervención pública que redistribuye ingresos (desde los ricos hacia los pobres) pero mantiene o incluso aumenta el poder represor del Estado.
En la actual configuración económica de los Estado-Nación pudiera parecer que ya apenas tiene sentido el poder estatal frente a la globalización. Creo que es un error. Esa globalización neoliberal ha nacido con el Estado como padre y madre, y toda la delegación de funciones a entidades supranacionales antidemocráticas puede revertirse con objetivo de recuperar el control y la soberanía democrática.
Para las clases subordinadas es triple el interés de alcanzar el poder político. El primero, poder reorientar el marco económico y dotarse de protecciones en el mundo capitalista en el que vivimos. Se trata de evitar que sea la ley de la selva en la que quienes más tienen más ganan, porque eso no es parte del interés de los pobres. El segundo, intervenir en los mercados no sólo a través de la regulación sino también a través del establecimiento de mecanismos redistributivos (que reduzcan la brecha ricos-pobres). Y el tercero, intervenir en la actividad productiva para redirigir la producción hacia fines sociales y medioambientales y no únicamente a partir del criterio de rentabilidad propio de la ley «natural» del capitalismo.
La ley natural del capitalismo es la rapiña con fines personales y la explotación salvaje de todos los recursos que encuentran, incluidos los «recursos humanos». Si nadie le hubiera puesto coto a esa tendencia innata de «los mercados» desde sus inicios, la civilización en la que viviríamos sería algo así como Mad-Max. Por suerte, gracias a Milton Friedman y otros preclaros economistas neolibegales vamos camino de ello.
Estimado Mad-Media: Sobre la «rapiña» del capitalismo; un sistema basado en el libre intercambio, por definición, no puede definirse como de «rapiña». Usted puede decidir adquirir una lata de coca-cola o no, pero no podrá en ningún caso tener la justificación moral de acusar a la Coca-Cola de rapiña sobre alguno de sus bienes o derechos.
En cuanto a nuestro respetado D.Alberto le propondría una reflexion «¿Por qué insiste tanto con los términos «neoliberal» y «ultraliberal»? Personalmente no reconozco la existencia de dichas doctrinas, de la misma forma que no califico a nadie de «ultrasocialista» o «neocomunista».
Desde mi punto de vista, otra de la principales deferencias entre estado y mercado, es que el mercado responde a intereses individuales en todos los casos, y el estado, por muy influenciado que esté, se constituye por los votos de todos los ciudadanos, y por lo tanto debieran ser soberanos en estado democráticos, representando los deseos de una mayoría de los ciudadanos.
Ningún marco global o local de transacción debería actuar a su «libre alberdrío», porque iría en contra de la propia naturaleza de un estado democrático.
LUIS, el neoliberalismo, puede no definirse como tal así mismo, pero suficientes fuentes externas han utilizado esta terminología. En cualquier caso el término puede ser discutible, sus doctrinas no. Probablemente encontremos movimientos que pudiéramos calificar de neocomunistas, pero desde luego si no salen a colación, es por su nula repercusión actualmente. El neoliberalismo lleva años imponiendo sus intereses, por la fuerza, o como diría friedman en momentos de » debilidad democrática», porque nunca han podido imponerse en estados con democracias fuertes, por eso necesitan situaciones de crisis constantemente ( friedman dixit nuevamente)
He sido muy pro capitalista siempre pero de un tiempo a está parte me he dado cuenta de que es un circulo vicioso. Trabajar más para comprar más y estar esclavizado en un sistema que no tiene fin. Sin valores sociales, sin comunidad, al fin y al cabo sin vida ¿para que queremos vivir?
Simplemente magnífico. Me he quedado mudo.
Astraco: Coincido con usted en que el mercado responde a los intereses de cada uno de los numerosos individuos participantes en el mismo, generalmente opuestos -de ahí su grandeza- Y por otra parte tenemos a la democracia, esa gran institución a la que debemos tanto.
Debo discrepar sin embargo en esa idea del «mercado democrático», según la cual el Estado se arrogaría la competencia de intervenir en el libre mercado en base a…¿la decisión de la mayoría?
¿Estaría dispuesto usted a acatar la decisión mayoritariamente democrática de que debe ceder todos sus bienes a la comunidad?¿O permitir el control Estatal de su trabajo?¿O ceder la administración de su blog a una agencia gubernamental?
Lamentablemente la democracia es un medio, el mejor existente, pero no un fin en si mismo.
El problema no es de las limitaciones de la democracia, sino de las extraordinarias competencias de nuestros gobernantes sobre nuestras vidas.
Un análisis muy, diría, especialpara enteder y encajar los conceptos como es debido. Yo admiro su contribuciones. Me gustaría que se pudiera reivindicar un «espacio en TV Publica», donde los ciudadanos pudiéramos conocer este tipo de comentarios y devatirlos , asi como las propuestas que el 15M realiza en las calles. Pudiendo intervenir por todos los medios de que disponen, teléfono, SMS, etc. Creo que debe ser una de las PROPUESTAS CLARAS a reivindicar por todos.
Gracias y un saludo Alberto.
Ningún empresario querría un mercado realmente libre ya que eso implicaría beneficios nulos (primero de carrera). Los empresarios buscamos tener poder de monopolio, que conlleva un precio mayor al coste marginal y, por tanto, beneficios positivos (segundo de carrera). De hecho, los empresarios no son precio-aceptantes (la máxima del mercado libre) salvo en muy pocas, escasísimas, ocasiones. Los empresarios fijamos los precios por encima del coste marginal debido a: monopolios temporales (comercializo algo muy novedoso y, hasta que me copien, puedo tener un margen de plusvalía), monopolios espaciales (los consumidores que están a 100 kilómetros no vienen a mi restaurante a comer por lo que no tengo que competir con otros restaurantes que estén a esa distancia), oligopolios (pepsi y coca-cola o los mercados financieros, por ejemplo), cárteles (como el del petróleo)…
Quien se siga creyendo eso del mercado libre neoliberal (perdón por usar una expresión que usan premios Nóbel de economía) es muy, pero que muy, inocente. Un mercado realmente libre debería ser aquél en el que sus individuos fueran libres, en el que los individuos que lo componen decidieran pensada y democráticamente los aspectos colectivos que atañen a todos. Está claro que esto no puede ser así mientras le cedamos poder a los capitales financieros que controlan cada vez más partes de nuestra vidas… han llegado incluso a hacernos creer que quieren un mercado libre, fijénse si controlan nuestra forma de pensar. Eso del mercado libre que proclaman los conservadores y/o neoliberales es la forma más fácil de engañar a la gente, porque les hacer creer listos a los tontos. De vez en cuando habría que (re)leer a Adam Smith (¡ejem! ¡ejem!) para darse cuenta de que era un revolucionario (pretendía que desapareciera el absolutismo antidemocrático y socialmente regresivo), no un conservador, y que defendía ese mercado realmente libre (que hay que regular desde lo colectivo para que primen los «sentimientos morales» sobre los «impulsos animales») y no el que se nos quiere vender desde los poderes económicos que simplemente buscan afianzarse en su posición (es decir, desde el conservadurismo).
Saludos
¡A pensar y luchar!
Me voy a permitir agradecer tambien la aportación de Antonio. Seria especial si esto se diese en directo,por TV2.
Gracias.
Estimado Luis Fernandez. Léase usted mi último post y déjese de coca-colas, que eso es veneno. La mafia criminal que nos ha llevado a esta «crisis» lleva más de 20 años saqueando el mundo:
http://diariosestrella.blogspot.com/2011/08/1993-la-poblacion-ha-sido-educada-en-la.html
Yo contesto con hechos y hemerotecas, no con disertaciones sobre refrescos venenosos.
Mad-Media: He leído su artículo, y todos los hechos que describe son ciertos. Sin embargo esas medidas «neoliberales» de ajuste a las que se refiere, tanto en 1992 como en la actualidad no son sino las medidas que se vieron obligados a tomar los propios gobiernos socialistas de entonces y de ahora por las inevitables consecuencias de la expansión de gasto público sin medida ni respaldo en la economía real. Los gobiernos piensan que pueden violar las leyes de la economía, pero eso no les dispensa de sufrir sus consecuencias.
No me acaba de gustar el argumento. Pudiera parecer que hay un «verdadero liberalismo», uno que defiende de verdad mas libertad de mercado y que, en si mismo, no es negativo. Que, en realidad, el problema es el estado. Y que lo liberales, en realidad, no pretenden debilitar la capacidad de accion del estado.
Y sospecho que si lo pretenden, por que han descubierto que sin un estado que interviene, por defecto, tienen ventaja. Aunque luego, claro, no se puedan resistir a ser incoherentes o defender en momentos opuntuales intervenciones para beneficio propio.
Es curioso que el gasto público se considere «sin medida» cuando se ha llegado a reducir la deuda pública más 30 puntos (hasta el 35% del PIB) en los 10 años anteriores a la crisis (gracias a la crisis el gasto se ha disparado, hasta alcanzar el nivel de deuda que Alemana tenía ANTES de la crisis). Supongo que no hay que explicar que la deuda se ha reducido porque ha habido supéravit presupuestario durante este periodo, es decir, se ha gastado MENOS de lo que se ha ingresado. En vez de rebajar la deuda pública hasta casi la mitad del criterio exigido en los pactos de estabilidad de la UE (que no ha servido de nada, pues nos siguen considerando «malos pagadores», una inversión «arriesgada»), quizá deberíamos haber invertido un poco de ese dinero en al sistema educativo (4.5% del PIB, muy por debajo de la media de los países desarrollados, incluido EEUU donde la educación es «privada»), en infraestructuras, en control del fraude, en regulación del sistema bancario, en fomentar un nuevo modelo productivo basado en la innovación (que genera valor añadido, es decir, productividad) en vez fomentar uno basado en una burbuja llena de «poceros» y «tios gilitos»…
Los datos están ahí para quien quiera mirarlos antes de escribir con tanta certeza cosas que claramente desconoce.
Saludos
¡A pensar y luchar!
Perfecta la exposición. Es muy positivo para todos el que se expliquen estas ideas y conceptos de forma tan clara y comprensible. Al fin y al cabo creo que la economía no es tan complicada de entender, lo que ocurre que muchos economistas no críticos se empeñan en mantener la opacidad y el statu quo del sistema y por ello nos hacen creer que la economía es sólo para expertos. Enhorabuena Alberto, seguiré visitando tu página.
Antonio: Solo una reflexión. ¿En base a qué el Estado se arroga el derecho a endeudarse en nombre de los ciudadanos sin su consentimiento? La deuda pública no es otra cosa sino eso. Una cosa es gasto público y otra deuda pública. Comprendo la defensa del gasto público desde la óptica progresista pero, ¿Justifica también endeudamientos públicos permanentes del 60% ó 100% del PIB? Puedo ver sus motivaciones en un periodo puntual de crisis, pero no su existencia permanente, con la hipoteca que supone esos para las generaciones presentes y futuras.
Solo en intereses de la deuda pública en España estamos pagando en 2011 el equivalente a toda la recudación del impuesto de sociedades y el 30% de la recaudación del IVA.
Trimegisto: El liberalismo propugna una intervención mínima del estado en la libertad y la propiedad de los ciudadanos. Esto implica libertad social (en lo que coincide con el progresismo) y libertad económica.
Un Estado liberal, al disponer de mínimas capacidades regulatorias tendría imposibilitado regular en favor de nadie en contra de otros.
Otra cosa es que en el Estado fuertemente intervenido en el que vivimos, algún político oportunista disfrace alguna medida intervencionista como «liberal», cuando no lo es.
Luis: Estoy de acuerdo en que la existencia permanente de deuda pública no es normal -éste sería un largo debate, difícil de emprender seriamente con gente que repite consignas sin pensar y habla de datos que no ha revisado. Pero la deuda privada es mucho, muchísismo, mayor a la pública y no veo a los «liberales» (qué mal usamos los términos, qué bien suena eso de creerse defensores de la libertad) criticando este hecho.
Saludos
¡A pensar y luchar!
El Estado liberal al defender la minima regulacion social defiende «la ley de la selva», no es solo el estado democratico quien ejerce un poder coercitivo, si no que tambien en las corporaciones no estatales unas personas tienen mas poder sobre otras, en base a una desigualdad exorbitante y que no siempre se basa en distintas capacidades, por tanto, el estado liberal si defenderia una regulacion de unos sobre otros.
La «ley de la selva» es aplicable solamente a los animales. Lo que diferencia al hombre de otras especies es que reconoce que la cooperación pacífica y la división de trabajo es un mejor método para su prosperidad que la simple competición biológica.
Entiendo que el único motivo por el que usted no roba a su panadero una barra de pan todas las mañanas no es simplemente que haya un Estado que regule que eso es un delito, sino porque ve que el intercambio voluntario es una estrategia más ventajosa para todos.
¿Cóóóóóómo? ¿Que no le robamos al panadero porque creemos que es mejor para todos el intercambio voluntario? ¿Por una causa última egoísta? ¿En qué mundo vive usted? Yo no robo porque tengo una conciencia cívica (sí, colectiva), basada en la educación que recibí y en los mecanismos empáticos (volvemos con Adam Smith) que nuestro cerebro ha desarrollado durante su evolución. El Estado regula que eso es delito porque es lo que las personas entendemos que debe ser condenado. Ésta es la grandeza de la acción colectiva.
De todas formas, ya parece entreverse algo claro en todo esto: los grandes inversores del mercado financiero no nos roban porque creen que es mejor el intercambio voluntario.
Saludos
¡A pensar y luchar!
No pensaba intervenir, hasta que leí a Luis Fernández criticar la deuda pública. Por supuesto que es inaceptable la deuda que tenemos actualmente, pero recuerda Luis, que se ha originado mayormente en los rescates bancarios, y estas medidas ningun economista del mainstream liberal las ha puesto en duda. Yo hubiese preferido dejar quebrar a todas esas entidades, pero me imagino que tú eres partidario de haberlas rescatado. Entonces -si es así- dinos cómo se podrían haber rescatado a todos esos bancos sin incurrir en la deuda mosntruosa que tenemos.
Yo no «robo» porque el intercambio voluntario sea una estrategia mas ventajosa para todos, mas bien es una cuestion etica y socializadora. De la misma manera, sabemos por antropologia de la existencia de culturas con propiedad privada, pero sin estado-mercado, donde la propension a robar es minima.
un buen articulo
Disculpen que me meta en este debate, desde el otro hemisferio. Esto que he leído sobre el achicamiento del gasto público, si no entendí mal me parece que se están olvidando de los efectos que tiene eso a mediano y largo plazo.
Con un ejemplo simple, si uno de nosotros para ahorrar en su economía doméstica comienza a gastar menos en salud, educación, abrigo y alimento… le quedan dos posibilidades: o se morirá analfabeto o deberá endeudarse para cubrir los gastos ocasionados por el deterioro general de su persona. Achicar el gasto público es una receta del FMI que es salvaje en sí misma por el mero hecho que no toma en cuenta los efectos nocivos y creer que el sector privado se ocupará de compensar…, está visto en la década de los 90 en latinoamerica, que es un imposible. El sector privado aprovechó la crisis ocasionada para tener asalariados a bajo costo dado el alto índice de desocupación, cosa que no implicó una baja en el valor de los productos y servicios. De la teoría a la práctica hay un trecho del que ya habemos millones como ejemplo.
Una prueba más de lo que hacen las grandes empresas cuando alcanzan el poder político por la puerta atrás: http://blogs.tercerainformacion.es/diseccionandoelpais/2011/08/02/el-consejo-de-administracion-de-el-pais-se-forra-mientras-despide-2500-trabajadores/
Subvenciones, subsidios EREs, entrega empresas públicas a precio de ganga, …
Debes ser cuidadoso cuando eliges las etiquetas a las que atacas. Neoliberal es una etiqueta en la que los anti-capitalistas metéis todo aquello que no os gusta. No algo ideológicamente definido.
Con respecto a ultraliberal, no conozco a nadie que se denomine reclame tal cosa. El extremo del liberalismo se llama anarcocapitalismo y desde luego no persigue una reorientación del estado sino la eliminación del mismo.
Describes además los mercados como algo que hay que crear, cuando el mercado desde una perspectiva liberal no es otra cosa que las transacciones voluntarias entre personas.
Tratas de ejemplificar la creación de un mercado con las colonias inglesas y en realidad lo que relatas es la imposición de un estado que expropia los recursos de los aborigenes y les subyuga con impuestos. Me temo caes en la falacia del hombre de paja.
En realidad el único régimen en el que esa tribu puede sobrevibir como lo hacia, es en un régimen puramente liberal y sin estado que interfiera en sus vidas.
me parece apropiado y simpatico dado el caracter economico del debate, asicomo por «los ultimos sucesos en la poesia – economica -mundial».
http://www.youtube.com/watch?v=8pzfj0nBj5A
Excelente artículo como siempre.
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El que es liberal en estos días de corren solo puede serlo por tres razones:
-Por interés directo. Este solo es liberal cuando le interesa.
-Por ingenuidad e ignorancia. Este suele ser liberal purista, generalmente de modo religioso, acrítico, dogmático. (Cualquier vistazo a la historia económica, antropología económica, historia del pensamiento e historia general de la política y la sociedad occidental le hacen a uno caer del guindo. Yo un día también fui adulado por las palabras bonitas de «libertad» y demás cursiladas acríticas, hasta que investigué al respecto. El único pensamiento que defiende la libertad coherentemente es el anarquismo.
-Por encantamiento de las palabras bonitas. Esto pasa cuando uno descubre esto del liberalismo y se ve atrapado por él con tan solo escuchar sus cuatro principios superficiales y acríticos. (Es común en los filósofos liberales contar cuentos agradables, casos particulares altamente legitimadores y otros experimentos mentales de juguete. La realidad es distinta; muy compleja. El color de rosa de sus cuentos desaparece al estudiar la realidad en lugar de construir la entelequia. La utopía del mercado libre autorregulador no solo es más utópica que el resto, sino también la más incoherente, pues en su lucha por la «infinita libertad», lo que hace es IMPONER al resto un modo de pensamiento y concepción de la propiedad a través del ESTADO).
Por suerte, hay liberales como Bobbio que han comprendido el error de la doctrina liberal estricta.
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=p4rlTUuTWZY#!
Habría que revisar el sistema monetario y abolir la reserva fraccionaria… http://es.wikipedia.org/wiki/Reforma_monetaria
http://vimeo.com/telaranadedeuda/telarana-de-deuda
No. NO es libre mercado. Libre mercado es cuando tú vas al supermercado y puedes comprar por ejemplo tabaco y medicamentos que no necesitan ser vendidos por un especialista como la aspirina. Lo que tenemos es un mercado caótico y descontrolado. Lo único que tiene de libre es que no está sujeto a mecanismos que impidan la especulación y como la especulación no es más que otra forma de corrupción entonces lo que existe NO es un mercado libre. Es un mercado corrupto.
La falacia del estado neoliberal es interpretar que sus decisiones políticas conducen a un «orden natural» cuando en realidad es regresar a la ley de la selva donde todo vale y el más fuerte o el que tiene más recursos es el que se salva
¿No decía Adam Smith ( para muchos el creador del liberalismo )en » la riqueza de las naciones» que había que restar la intervención de los Estados en las economías, que la intervención de ésos era un atranco para en marco económico?. Realmente, ( y sobre todo, tras leer «Los amos del mundo») el neoliberalismo hace y deshace a su antojo; teniendo muy poca ( o nula ) influencia los Estados sobre él. ¿ O no estamos ya acostumbrados a que De Guindos se tenga que someter a las directrices de los mercados financieros e le la Troika, pudiendo hacer el estado poco contra el sometimiento ultraliberal?.
Ey! Fernando! A la hora de intercambiar bienes los aborígenes también debían cumplir unas normas fijadas por la sociedad en la que vivían, no lo hacían de manera «voluntaria» o a su libre albedrío como les diera la gana cada vez y en función unicamente de sus intereses utilitaristas. Las instituciones que fijaban esas normas (consejos tribales o lo que fuera en cada caso) cumplían una función análoga al estado de hoy en día. A ver si leemos más a M. Harris y estudiamos un poquito más de antropología!