Aunque no sea mucho, eso es lo que aparece en el documento-borrador que servirá de base para el acuerdo político de los liberales-demócratas y los conservadores en el Reino Unido. Se trata de un proyecto que además de tener que sortear el equilibrio político entre dos partidos muy diferentes también estará sometido a la presión de los banqueros y el resto de grupos financieros, pero al menos ahí está el debate.

Se introducirá un impuesto a los bancos en el próximo año y la estrategia general, que tendrá como objetivo reducir la especulación, también estudiará los bonus que reciben los banqueros. Se fomentará el crédito a las pequeñas empresas para estimular la actividad productiva y, sorprendentemente, se estudiará la posibilidad de separar la banca de inversión (que no recoge depósitos y sus beneficios suelen ser debidos a la especulación y comisiones de emisión de títulos financieros) de la banca minorista (la que fundamentalmente concede créditos a los hogares) para evitar que las crisis financieras originadas por la especulación afecten a los ahorros de los ciudadanos. Algo parecido a la antigua Ley Glass-Steagall, que fue instaurada en EEUU tras el crack del 29 y derogada en los años noventa por la administración de Bill Clinton.