Entrevista 26/06/14, por Andrés Gil para Eldiario.es

Izquierda Unida se encuentra en uno de los momentos más decisivos de su historia. Aunque está creciendo electoralmente, no ha sido capaz de convertir en votos toda la indignación que existe en un país con un 26% de paro y un hartazgo en muchos sectores con el bipartidismo y el sistema político y económico. Podemos sí ha logrado conectar con buena parte de ese electorado en tres meses y ha sumado 1,2 millones de votos y cinco diputados en las elecciones europeas, a 300.000 votos de IU y con un escaño menos.

El diputado de IU Alberto Garzón analiza una situación que requiere –y lo repite varias veces– «audacia», y que ha recibido un nuevo impulso con la exigencia de un referéndum sobre monarquía o república a raíz de la abdicación de Juan Carlos. Garzón reclama una refundación que comprenda la constitución de un «frente popular o amplio» a la izquierda del PSOE, «sólido, cohesionado y fuerte», en el que las primarias abiertas no sean un problema: «Hay que estar abierto a cualquier fórmula».

¿Qué momento está atravesando la izquierda?

Las europeas nos han mandado un mensaje: hay un espacio cada vez mayor a la izquierda del PSOE. Un 20% vota políticas contra la austeridad, antitroika y por una nueva forma de entender la política. Eso es positivo. Ahora bien, en las próximas elecciones la ley electoral es distinta y favorece una dispersión que puede perjudicar a la izquierda, y hay que trabajar para evitarlo.

Su último libro, La Tercera República (Península), salió a la calle al día siguiente de la abdicación de Juan Carlos. ¿Qué supone para la izquierda?

La república no es solo una forma de Estado, sino unos principios, unos valores y una nueva forma de hacer política. Hay que hacer pedagogía para explicar que monarquía es vieja política: monarquía es corrupción, es amiguismo y enchufismo. Casos hay de sobra para acreditarlo. Y república es una nueva política: es participación, es deliberación; una forma de involucrar a la ciudadanía en las actividades políticas. Esa será la tarea de IU.

¿Estamos en un momento fundacional?

La clave para que IU siga sumando es que se entienda que la gente está harta de las políticas de recortes y austeridad, las políticas neoliberales que nos han conducido a esta crisis. Eso está claro. Pero es que también está harta de una vieja forma de hacer política, de la corrupción, el caciquismo, las redes clientelares, la de la burbuja inmobiliaria, el amiguismo y el enchufismo. Y yo creo que todo esto está vinculado al sistema político de la Transición, que está agotado, y todavía hay sectores de la izquierda que creen en él. Hace falta hacer más pedagogía, y apostar por un proceso constituyente, nuevas reglas del juego político, nuevas formas de hacer política, que no sólo hacen referencia al programa electoral, sino al discurso, a la imagen, a quiénes comunican… Todo esto es algo que en IU debemos afrontar con más claridad. El discurso de izquierdas es nítido, pero si no se acompaña de lo que estoy diciendo, la gente nos va a visualizar como un partido un poco más a la izquierda del PSOE, pero en las mismas coordenadas. Y para que sean otras coordenadas hace falta una regeneración profunda en IU en muchos aspectos, no sólo comunicativos, sino de métodos de organización, de forma de articular un discurso que llegue a las clases populares.

Esto significa hablar de personas.

Los programas son lo más importante en política, porque expresan lo que queremos hacer, nuestra ideología. Las personas, sus caras, sus discursos, su oratoria, eso también es política, también expresa un mensaje que se envía a la población. Creo que ya no son tiempos de liderazgos individuales, sino colectivos. Hay que elegir a quiénes comunican, no a uno, sino a muchos. Creo que tenemos que salir de la política que entiende que la solución viene por parte de uno; viene de liderazgos colectivos. Eso es algo que mostró claramente el 15M. No había un portavoz, sino que había muchos, que representaban una idea. IU tiene que aspirar a construir eso; IU no se va a reformar por cambiar de líder, necesita cambiar muchas cosas, pero también tener muchos líderes, y eso dará una sensación de que somos un proyecto colectivo y no individual.

Pero el cabeza de cartel sólo puede ser uno.

Por eso hay que elegirlo de acuerdo a esos criterios y sabiendo que la toma de decisiones tiene que ser colectiva y colegiada. Tampoco te obligan a poner en el cartel sólo al número uno, puedes poner a dos o tres, y optar por esa forma. Hay que ser audaces y acertar, saliendo de la idea del liderazgo único.

¿El proceso de la elección de candidatos puede hacerse también de forma abierta si se confluye con otras organizaciones como Podemos?

Por principios, hay que ampliar los mecanismos de democracia interna. Todos. Las primarias son elementos de profundización democrática, pero también los revocatorios y la rendición de cuentas. Si viene una fuerza como Podemos con la que hablas de tú a tú para conformar un frente popular o amplio, como queramos llamarlo, hay que poner reglas. Si una de las condiciones son las primarias abiertas, habrá que discutirlas y ver cómo se configuran, quiénes participan, si son los simpatizantes, y el diseño concreto de ese mecanismo. Hay que estar abierto a cualquier fórmula que permita construir una izquierda a la izquierda del PSOE sólida, cohesionada y fuerte. Habría que inspeccionarlo con detalle, porque las primarias abiertas tienen muchas ventajas, pero según cómo se diseñen pueden funcionar con éxito o no. Hasta el momento, con otras fuerzas con las que hemos llegado a acuerdos no ha hecho falta. Pero puede ser que otro momento político nos empuje a ello. Habrá que ser audaces.

¿Es el momento en el que IU, igual que en 1986 se convirtió en un sujeto político, ahora construya uno nuevo con otros aliados, como ha pasado con Syriza en Grecia o con AGE (Anova-IU-Equo) en Galicia?

La política la determinan las ideas, y las siglas y las banderas son algo secundario, prescindibles frente a las ideas: la ideología y el programa no se pueden negociar, pero las formas en las que se envuelven esas ideas es distinto. Nosotros tenemos que ver si es más fácil hablar de IU o de otra formulación que integre otras formaciones. En Galicia ya se ha hecho. La gente sabe quiénes somos; lo importante no es mantener la pureza de las banderas, sino transformar la sociedad. Si una de las formas para constituir un frente popular supone ir a unas elecciones con otro nombre, pero representando las mismas ideas, no tengo ningún problema y creo que podría ser positivo.

¿Es una suma de siglas u otra cosa?

En IU se intentó una refundación en 2008, se aprobaron unos documentos, y no se llevó a cabo, por las razones que fuera. Y eso es lo que tenemos que superar, que lo que aprobamos, lo hagamos. Nuestra última asamblea estableció que si hay otras fuerzas y unas alianzas con los ciudadanos tenemos que constituirnos en un bloque social y político, y que cómo se llame es otra cuestión. El problema es que no se cristaliza. Necesitamos hacer esa reflexión crítica y tomar decisiones para que se haga.

Es decir, ¿abrir la organización?

Se trata de unirse con gente que opina lo mismo que nosotros, más allá de matices. Hay que abrir la organización hacia dentro, con métodos democráticos que permitan que los militantes de IU tomen esas decisiones, porque son quienes aprueban esos documentos que no son llevados a la práctica por las cúpulas de la organización. Si hay métodos democráticos plenos, las bases tomarán las decisiones y animarán a que entre más gente. IU no tiene que desaparecer, pero puede integrarse en otras fórmulas como un Frente Amplio.

¿Es el PCE una rémora en este proceso?

Al contrario. El PCE tiene que ser el motor de este proceso, como lo fue de IU. Y ahora tiene que actuar con generosidad. Además, las ideas comunistas tienen mayor cabida ahora que nunca, porque estamos en la crisis más grave del capitalismo desde los años 30. Un sistema que devora al ser humano y el planeta tiene que ser frenado y ese freno se llama socialismo y el PCE es el instrumento.

Muchas veces, por la existencia de partidos en IU (el PCE, la Izquierda Abierta de Gaspar Llamazares, etc), la organización se ha regido por el intercambio de cromos en función del porcentaje de cada uno.

Esa es la vieja política, la que habla de negociación entre tropas y cupos. La nueva política debe hablar de deliberación: usar la razón para debatir argumentos. Eso implica generosidad y una noción noble de política, que tiene que ser un instrumento para transformar la sociedad. No obstante, las corrientes son consustanciales al ser humano, y su existencia no es un problema, el problema es que la gente vote dogmáticamente contra sus compañeros en vez de pensar quién tiene razón. Ha pasado en IU y seguro que pasa en otros partidos, incluso en los nuevos. Hay que luchar contra eso, y no tener miedo en reconocer que alguien del PCE o de Izquierda Abierta, que no es mi organización, puede tener razón. Pero el funcionamiento antidemocrático de los partidos desanima a decir la verdad, porque te penaliza y presiona en una dirección determinada de hacer política. Si no se es democrático, la verdad tiene difícil cabida y sincerarse te puede costar la cabeza. La democracia interna hace que la gente sea sincera.

Antes de las europeas, en IU se planteó una candidatura en un proceso abierto, pero al final fue una negociación entre partidos y corrientes. ¿Qué lección se aprende con unas elecciones en un año?

Hay que hacer una reflexión crítica con optimismo, porque los resultados son buenos. Nos hemos identificado bien en el eje izquierda-derecha, pero en el eje del 15M, de sistema político actual frente a uno nuevo –lo que llaman erróneamente casta política–, la gente nos ha identificado en gran medida con el PP y el PSOE, como si fuéramos lo mismo. Y esa es la autocrítica, por qué no llegamos a un sector que teníamos al lado, después de años decidiendo si ocupábamos ese espacio. Ha pasado el tiempo y han entrado otros porque no hemos querido o no hemos podido. Hemos parecido para mucha gente, aunque no lo somos, un partido del régimen. Y han votado a otros que no lo parecen.

A un año para las locales y autonómicas, ¿hay tiempo para modificar el discurso, profundizar en la democracia interna y confluir con otras fuerzas?

Hay que resolver ese problema. Hay que profundizar en los mecanismos internos, el discurso 15M… Es una transformación profunda que venimos reivindicando muchísima gente desde dentro desde hace mucho tiempo. Se avanza, nadie podría imaginar hace siete años que pudiera existir este discurso en IU, aunque va más lento de lo que quisiéramos. Somos mayoría en IU los que pensamos así.

¿Es una urgencia?

El momento del país es de emergencia social y eso implica tener urgencia política, pero con serenidad y rigor. No podemos quedarnos esperando ni 10 años, ni dos años ni uno, porque entonces serán otros los que ocupen el espacio. Ahora podemos estar tranquilos entre comillas porque el espacio lo ha ocupado otra fuerza de izquierdas, pero podría haber sido perfectamente la extrema derecha, como ha pasado en Francia, que ha ocupado el espacio del discurso contra un sistema que no nos representa.

¿Qué es necesario para esta transformación?

Hay que cambiar el rumbo, lo que no significa ir al rumbo inverso. Hace falta mucho debate, muchas reuniones de asambleas de IU; cuanto más debate haya, mejor; cuanto más pedagogía política haya, mucho mejor.

¿Se puede hacer esto con la actual dirección de IU?

No lo sé, no tengo una bola mágica, pero creo que sí, de momento, sí. Igual que los mejores resultados que hemos tenido en este tiempo han sido con Cayo Lara y la actual dirección, técnicamente pueden hacer el cambio. Que sea más difícil o menos, dependerá del futuro. Si se quiere, se puede, pero no sé si va a ocurrir. Espero que sí. Cayo es un hombre abierto y tiene buena perspectiva política y sabe que somos gente que lucha contra la forma de política corrupta y caciquil, y simpatizamos con el 15M, y aunque haya habido casos en IU como el de Bankia, Cayo ha sido el primero en combatirlo. No sé si es más o menos fácil. Técnicamente se puede. Decir otra cosa es hacer política ficción.

¿Cayo Lara podría ser candidato ante Pablo Iglesias y un socialista de la generación de Eduardo Madina o Susana Díaz?

IU en su conjunto tendrá que evaluar en una asamblea y en unas primarias, que tenemos por estatutos, si es Cayo el que se presenta o no. No será algo que decida yo, ni tampoco Cayo, lo decidirá la militancia. Y espero que cuando se haga, sea con un debate sano; y se vea si es bueno o es malo para IU y para un programa de izquierdas. IU será la que decida si es una oportunidad o no repetir toda la candidatura. Es un proceso que toca en su momento, que todavía está lejos pero sin duda será importante para IU.

En lugares como Madrid, donde IU ha sido superada por Podemos en las europeas, las dos fuerzas juntas suman más porcentaje de voto que el PSOE. ¿El momento para la confluencia es ahora el más propicio?

Es un momento de oportunidad donde la audacia nos puede dar la victoria, tenemos un potencial enorme desde la izquierda y eso tiene que ir hacia adelante. Ahora bien, no creo que se puedan sumar todos los votos de Podemos a IU, creo que representan lo mismo, pero aún hay gente que cree que IU es del antiguo régimen. Hay que plantear qué porcentaje ha votado candidaturas que están contra el bipartidismo, la troika y este régimen: un 20%. Y eso hay que construirlo sin que lo que sume por un lado te reste por el otro. Está claro que en Madrid, en un país centralista como este, hay que trabajar en esa dirección.

¿Cómo influye que IU pacte con el PSOE en Andalucía y permita al PP gobernar Extremadura?

Cuando participas en el sistema bipartidista tu abstención y voto, a favor o en contra, siempre tiene repercusión en uno de los dos, hay que ser realistas. Pero eso no significa que seas el otro partido al que estás favoreciendo, ya sea de forma coyuntural como en Andalucía o por inacción, como en Extremadura. No eres ni el PP ni el PSOE, los combates a los dos. ¿Cómo convencer de que eso no es ser ninguno de los dos? Es difícil, pero no imposible, hace falta mucha pedagogía. Soy partidario de pactos si hay programa y estrategia, si son por el juego de sillones, no voy a estar de acuerdo. Y si no hay pactos porque eres irreal y no quieres gobernar nunca, no entiendo para qué estamos en política. Es utópico pensar que la primera vez que te presentas vas a llegar al 50% de los votos. Antes te vas a ver obligado a abstenerte o votar y, de una manera o de otra, favorecer a uno de los partidos mayoritarios.