Parte IV de la serie Introducción a la economía capitalista

Sabemos que el capitalismo es un sistema económico que requiere crecimiento para sobrevivir, es decir, que necesita que en cada período productivo se dedique una parte de la producción final en la mejora de la capacidad productiva. Esa parte, llamada inversión neta o acumulación de capital, es la que permite que una sociedad mejore sus condiciones materiales de vida, al permitir producir más bienes y servicios y al permitir la inserción de nuevas tecnologías.

Sabemos también que la producción total se divide entre salarios y beneficios. Se dice que existe un trade-off entre ambos porque lo que no se va a salarios se tiene que ir necesariamente a beneficios. Por eso es posible hablar de participaciones en la renta: parte salarial y parte empresarial, sumando ambas 1. Los salarios se dedican al consumo –ya veremos que a veces se supone que además todo el salario se dedica a consumo-, mientras que los beneficios se dedican a la inversión de la que hablábamos en el párrafo anterior. Por esta razón el pensamiento convencional justifica procesos de moderación salarial y aumento de los beneficios, pues se asume que aumentar el beneficio es automáticamente aumentar la inversión y por lo tanto el crecimiento económico.

Lo que en esta anotación vamos a ver es que no existe un proceso automático que convierta beneficios en inversión. De hecho, una vez los beneficios han sido establecidos (y por lo tanto los salarios también) el capitalista tiene que decidir cómo divide dichos beneficios. Se dice que afronta otro trade-off entre consumo e inversión. En efecto, el capitalista podrá consumir sus beneficios o, ahora sí, invertir.

Piénsese que una vez que el capitalista ha restado de la producción la parte salarial se quedará con la parte empresarial, es decir, los beneficios brutos. Pero luego tendrá que restar la depreciación, esto es, pagar los gastos derivados del uso del capital. Una vez ha hecho eso le quedará los beneficios netos, pero dentro de estos tendrá que sacar dinero para pagar los impuestos, las deudas, los intereses de toda naturaleza y los dividendos, entre otros gastos. Finalmente quedará algo para la inversión, que será lo que efectivamente permita que se produzca crecimiento económico.

Dibujando el trade-off entre consumo e inversión

Al igual que hicimos con el trade-off entre salarios y beneficios, ahora vamos a dibujar el trade-off entre consumo e inversión. Y para ello partiremos de las variables que ya conocemos, volviéndolas a explicar de forma resumida para hacer un seguimiento más asequible de la cuestión.

Como sabemos, el valor monetario de la producción suele medirse a través del Producto Interior Bruto (PIB), que es la suma del Consumo, la Inversión, el Gasto Público y las Exportaciones Netas (Exportaciones menos Importaciones). Para nuestro modelo directamente suponemos que podemos dividirlo todo en consumo e inversión (entre otras cosas porque el gasto público tiene un componente de inversión –carreteras, ferrocarriles, etc.- y otro de consumo –gastos protocolarios, gasto administrativo, etc.-. Así que podemos establecer la siguiente identidad:

Es decir, que la producción bruta, X, puede dividirse en Consumo, C, e Inversión, I.

Y si lo planteamos en términos por trabajador, es decir, dividiendo todo por el número de trabajadores, N, tenemos que:

Por otra parte, sabemos que la inversión es la cantidad de capital que se incrementa de un período a otro. Así que el crecimiento del capital para ese período será la inversión menos la depreciación, todo ello respecto al capital previo. En términos analíticos el crecimiento del capital se puede definir como:

Si hacemos lo mismo que antes y definimos en términos por trabajador, dividiendo por N, tenemos que:

Y si despejamos la inversión lo que obtenemos es que:

Si cogemos esta última definición analítica y la incorporamos a la división del producto total entre consumo e inversión, obtenemos que:

Y si finalmente despejamos el crecimiento económico más la depreciación, o alternativamente despejamos el consumo, tenemos que:

Esta última ecuación nos va a permitir dibujar el gráfico que buscamos:

Como se puede comprobar es exactamente la misma forma que el trade-off entre salarios y beneficios (lo que nos permitirá más adelante colocarlo todo en un mismo gráfico). En cualquier caso lo que nos dice este gráfico es lo que ya advertíamos: todo lo que el capitalista decida que va a consumo, c, no irá a inversión. Por ejemplo, supongamos que un capitalista decide pasar de dedicar c’ de consumo a c’’ porque ha decidido subir el pago a los accionistas en concepto de dividendos. Entonces tendríamos que:

Como estamos viendo, un incremento de la remuneración de los accionistas (los dividendos) reduce automáticamente la inversión de una empresa y/o economía. Y el mismo efecto tiene el pago de intereses, el pago de impuestos, la devolución de deudas o la distribución propia de beneficios entre los dueños de las empresas (para su consumo personal). De modo que incrementar la parte de beneficios (y bajar la parte de los salarios) no llevará automáticamente a un incremento de la inversión, ya que puede ser compensada con un incremento del consumo capitalista.

Esta de arriba es una conclusión muy interesante porque gran parte de la literatura poskeynesiana sobre la financiarización se basa en ese hecho: un exceso de beneficios empresariales que no se traduce en crecimiento económico porque han demasiado consumo capitalista de tipo financiero (pago de intereses, pago de accionistas, etc.).

En la próxima anotación volveremos sobre la relación entre consumo e inversión y la uniremos a la relación entre salarios y beneficios, y con ello construiremos nuestro gráfico conjunto que mostrará ambos trade-off. Gracias a eso podremos obtener algunos razonamientos útiles sobre los efectos de la distribución del ingreso.