Por Juan Torres López y Alberto Garzón Espinosa, Altereconomia.org
Con el comienzo del nuevo curso académico conviene recordar la grave enfermedad que afecta a los centros en donde se enseña economía en casi todo el mundo. Una enfermedad que se suele olvidar o pasar por alto cuando en realidad es la raíz de los muchos y graves problemas que afectan a los ciudadanos. Se trata de la generalización del pensamiento único imperante en las universidades, de un pensamiento económico burdo, irreal y totalitario, sin más fundamento que los viejos prejuicios liberales pero sumamente útil para justificar y abrir el camino a las extraordinarias ganancias que reciben los grupos más ricos y privilegiados.
Los estudiantes de economía en cualquiera de sus variantes (economía teórica, aplicada, de la empresa…) se encuentran año tras año frente a un mismo, lamentable y desolador espectáculo: profesores empeñados en traducir una realidad que para nada les importa en unas docenas de ecuaciones, dedicados a subrayar problemas formales mientras dejan de lado las cuestiones que verdaderamente afectan al bienestar humano, que dan por hecho que nuestra naturaleza es egoísta y competitiva y que combaten cualquier atisbo de crítica o disensión en las aulas. Profesores que hacen suyas las patrañas del liberalismo más reaccionario sin discusión ni debate alguno, que son incapaces de enfrentarse a las verdades que solo lo son por el poder inmenso de quienes las imponen; literalmente vendidos, dispuestos a escribir cualquier cosa por la que reciban premios, dinero, reconocimiento, seguridad… y a veces ni siquiera eso. Profesores expertos en el arte de equivocarse día tras día en sus predicciones sin que ello les lleve a cambiar sus postulados. O simplemente papagayos que repiten lo que otros escriben sin reflexionar con qué fundamento lo dicen: que hay que bajar impuestos, que conviene reducir el gasto, que los salarios son demasiado altos y los trabajadores unos gandules, que los bancos centrales han de ser independientes, que solo el librecambio permitiré el desarrollo económico, que el aumento del PIB es la solución de todos los problemas y, por supuesto, que hay que dejar que el mercado lo decida todo.
Las universidades están llenas de auténticos papanatas, de profesores simples y crédulos, demasiado cándidos y que han resultado definitivamente muy fáciles de engañar. Aunque también otros con la mano permanentemente abierta para cobrar migajas por el favor que le hacen a los poderosos.
A pesar de que las experiencias neoliberales en el mundo han fracasado estrepitosamente, generando más y más miseria y hundiendo aún más a los desfavorecidos, cientos de profesores prosiguen en su de tarea de divulgar en las aulas las falsedades y prejuicios ideológicos que las justifican como si fueran sacrosantas verdades. Para lo cual necesitan cerrar los espacios a otro tipo de visiones y pensamientos, marginar a los críticos y perseguirlos, sean éstos profesores o simples estudiantes que tratan de despertar a la solidaridad y a la conciencia social.
Pero no hay que sentirse derrotado. O al menos definitivamente. También hay miles de profesores, docenas de grandes y mundialmente reconocidos economistas, dispuestos a desvelar los entresijos del poder y a ofrecer una visión alternativa de los problemas sociales y de la realidad tal cual es. Como también hay miles de jóvenes que reclaman la crítica y quieren hacerla suya, que desean pensar con su propia cabeza y no con la de sus profesores, sea cual sea su ideología.
Muchos grandes profesores conservadores pero honestos firmaron hace unos años un manifiesto en demanda de un Análisis Económico Pluralista y Riguroso como testimonio de que el fraude intelectual del neoliberalismo que se pregona en las aulas no iba a tener el camino completamente expedito. Y también los estudiantes se han rebelado en muchos lugares frente a lo que consideraban una estafa y un ataque a los principios de la ciencia social. En el año 2000 estudiantes franceses e ingleses comenzaron a divulgar manifiestos reclamando reformas urgentes en los planes de estudio y hoy en día en casi todos los países existen grupos más o menos organizados que suscriben las exigencias de aquellos manifiestos, forman redes y se reúnen con el propósito de formar alternativas.
No hay que dejarse vencer en el terreno del pensamiento. Ahora que empezamos de nuevo a trabajar en nuestras aulas reafirmamos nuestro compromiso de fomentar la reflexión y el pensamiento libre, la crítica abierta y el pluralismo. Nos sumamos a todas esas iniciativas y desde aquí hacemos un modesto llamamiento a la rebeldía intelectual a profesores y estudiantes.
Es urgente y necesario que se abran nuevos espacios de reflexión en el análisis económico que tengan como propósito principal encontrar alternativas progresistas a un capitalismo cada vez más insatisfactorio, ineficiente, injusto y corrupto. Alternativas capaces de proporcionar desarrollo y felicidad a los seres humanos, medios materiales y valores humanos decentes, es decir, bienestar pero también bienser.
No es una tarea fácil pero constituye un reto imprescindible. Para abordarlo se requieren muchas cosas pero, sobre todo, una principal: que los economistas nos empeñemos en ver el mundo a través de la piel de los que nada tienen, de los seres humanos que sufren por la codicia de los demás.
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