La mayoría de mis amigos, quienes saben que soy militante de Izquierda Unida y de las Juventudes Comunistas, me preguntan estos días por la fragmentación de fuerzas a la que se enfrenta la izquierda transformadora en estas elecciones próximas del siete de junio. Efectivamente, es difícil explicarles por qué cuando más falta hace una izquierda capaz de dar respuesta a una durísima crisis capitalista, sin embargo más se divide en fracciones independientes entre sí.

Creo que para encontrar una respuesta sincera a esta cuestión, de forma que nos permita además vislumbrar las posibles salidas que esta situación tiene, tenemos que realizar una profunda reflexión que se adentre con humildad y de forma directa en las raíces de los problemas. Y uno de los problemas cruciales radica, a mi modo de ver, en la confusión que se produce entre lo que es un objetivo y un instrumento político.

Yo decidí militar en Izquierda Unida porque me pareció el mejor instrumento político para canalizar mis reivindicaciones sociales y políticas. Estas reivindicaciones son mi objetivo, y que en lo que a mí se refiere no es otro que la transformación del mundo actual a través de la sustitución de un sistema económico al que responsabilizo, entre otras cosas, del deterioro ambiental, del aumento de las desigualdades y de la pobreza, de la mayoría de las guerras y del predominio del individualismo y la competencia sobre lo colectivo y la cooperación. Además, creo que la base social que debe encabezar estos cambios es aquella que engloba a los desfavorecidos por el sistema y que son sin duda la amplia mayoría.

Lógicamente mi instrumento será aquel cuyas estrategias políticas estén encaminadas a la consecución del objetivo antes descrito, y no me caso con nadie ni por fanatismo ni por dinero. De otra forma, o bien me estoy equivocando o bien estoy siendo un hipócrita y un sinvergüenza.

Sin embargo, como bien sabemos las últimas décadas se han caracterizado generalmente por tener una izquierda dormida y ensimismada, y que ha sido incapaz de articular su base social. Dicha base social se ha difuminado y, lo que es peor, ha interiorizado un discurso neoliberal que ahora abandera como suyo. Y cuando ha llegado la cruda realidad y ésta ha demostrado que el capitalismo sirve a quien sirve, la izquierda se ha encontrado sin base social a la que movilizar.

Lo que necesita la izquierda es, por lo tanto, recuperar esa base social. Y eso sólo podrá hacerlo saliendo a la calle: a las colas del INEM, a los supermercados, a las entradas de metro y cercanías, a los invernaderos donde se hacinan los inmigrantes, a las universidades, a los movimientos vecinales y sociales, etc. y convencer a esa base social de que es posible y necesario otra forma de organizar la economía y la vida en general. La izquierda jamás recuperará su base social únicamente desde las concejalías, las diputaciones o los foros de Internet. Y esto vale para cualquier partido político que pretenda lo que vengo describiendo.

Izquierda Unida, como las otras organizaciones anticapitalistas que se presentan en España a estas elecciones, probablemente sufrirá un importante batacazo electoral (una improbable subida reducida será igualmente lamentable). Sus divisiones y conflictos internos, incluidas tanto las pasadas y previsibles traiciones como las insufribles alianzas con partidos oportunistas, han hecho un daño posiblemente irreparable en términos electorales. Pero en todo caso el resultado electoral será lo de menos, porque lo único que debe importar es la recuperación de la base social y la preparación de una estrategia colectiva que permita crear las condiciones para un cambio radical en el sistema económico.

Izquierda Unida no es mi objetivo, así como tampoco lo son los resultados que nacen de unas elecciones con sistemas injustos y tramposos para la contabilización de los votos. Pero Izquierda Unida tiene un potencial enorme y un colectivo de militantes con unas ganas y fuerza que con independencia del próximo resultado electoral pueden reconducir esta deriva confusa e instrumentalizar correctamente al partido. Sin duda eso supondrá una reconfiguración de las estructuras internas del partido, ya con suficiente tranquilidad, y sobre todo un cambio en la estrategia política.

Sólo entendiendo este razonamiento se puede comprender que personalmente considere compañeros y amigos a los militantes de Izquierda Anticapitalista e Iniciativa Internacionalista. Aunque en primera instancia son competidores en el plano electoral, ante todo están en el mismo barco y persiguen el mismo objetivo que yo. El camino de Izquierda Unida es, por lo tanto y en mi opinión, el de de recuperar esa base social perdida y el de establecer alianzas anticapitalistas con otros grupos y movimientos sociales.