Pues eso, que no es a Portugal a quien se está rescatando. Se está rescatando a los inversores privados que además de tener títulos de deuda pública muy lucrativos tienen miedo a que finalmente éstos resulten incobrables. Cuando dicen Portugal, por lo tanto, no están queriendo decir «la ciudadanía de Portugal» porque resulta obvio que, precisamente, es esta ciudadanía la que va a rescatar con su pérdida de derechos a los otros, esto es, a esos ricos inversores que temen no poder ser más ricos en el futuro.

Ya sabemos que los Estados se endeudaron como consecuencia de la crisis, para revitalizar la economía y para salvar a los bancos. La deuda pública de Portugal antes de la crisis, en 2006, era del 63’9%, y ahora, tras la crisis, es del 93%. No excesivamente alta en cualquier caso, pues la deuda alemana es del 83’2%, la belga del 96’8%, la italiana del 119% y la española del 60’1%. Así pues, el endeudamiento es posterior a una crisis cuya responsabilidad reside fundamentalmente en la banca privada y otras instituciones financieras.

Y el endeudamiento no era ni azaroso ni gratuito. No era azaroso porque en realidad fue la lógica consecuencia de una disminución de los ingresos (la mayor parte provenientes de los impuestos a la actividad económica, por lo que en épocas de crisis disminuyen) y un crecimiento de los gastos (por lo ya comentado: rescate bancario y planes de estímulo). Y no fue gratuito porque alguien tenía que prestar ese dinero y lo iba a hacer como negocio, es decir, esperando una rentabilidad por dejarle dinero al Estado. Y esos agentes fueron las mismas entidades financieras rescatadas a lo largo de todo el mundo.

La deuda pública griega, por ejemplo, está en posesión fundamentalmente de bancos franceses y alemanes y de fondos de pensiones (y otros tipos de fondos de inversión) tanto extranjeros como nacionales. Y como con Grecia, en Portugal también hubo fuertes procesos especulativos contra la deuda pública. Es decir, los mismos que prestaban se dedicaban a explotar las debilidades del país que recibía los fondos con la intención de sacar aún mayor tajada. Para entender esto puede leerse este artículo, este otro y este más.

Los inversores tienen miedo de que no reciban lo que contrataron con el Estado, y por eso exigen reformas estructurales que, al menos en teoría, incrementen las posibilidades del Estado para pagarles. Otros, en cambio, exigimos que el Estado haga una auditoría de la deuda y deje sin pagar o pague por mucho menos los títulos en propiedad de entidades que son responsables de la crisis. O lo que es lo mismo, exigimos que los esfuerzos para costear la crisis estén justamente distribuidos.

Pero he dicho que las reformas estructurales y estos planes de ajuste sólo incrementarán las posibilidades de pagar la deuda en la teoría. Y es que en realidad las mismas reformas estructurales aplicadas pueden tener el efecto inverso: debilitarán la capacidad de pago de los Estados. En efecto, la reducción del gasto público y la reducción de la demanda que se deriva de la reducción de la capacidad adquisitiva (bajada de salarios, reducción empleo público, menor inversión, etc.) llevará a un retroceso en el crecimiento económico. Y eso significa recibir menos ingresos por parte del Estado. Así que puede ocurrir que mientras se bajan exitosamente los gastos también se bajen, sin quererlo, los ingresos y, en definitiva, todo siga igual.

Aunque no exactamente igual. Tras el plan de ajuste la mayoría de la población será más pobre, y en algunos casos muchísimo más. Debemos tener en cuenta que se están bajando las prestaciones sociales (la de desempleo se reduce hasta la mitad), el salario diferido (las pensiones), el salario indirecto (la educación y la sanidad pública, por ejemplo) e incluso el salario directo. Todo ello repercute directa y regresivamente en las condiciones de vida de la gente. Por el otro lado, sin embargo, se beneficia ampliamente a las grandes empresas y a la banca (el plan de rescate implica sanear las finanzas privadas de la banca con dinero público para después venderlas de nuevo), que ya fueron las grandes beneficiadas en la época pre-crisis. Si alguien cree, por otra parte, que las grandes empresas se pondrán a invertir y por tanto a incrementar el empleo… que pregunte a algún empresario que estuviera dispuesto a producir en una economía en recesión y para una sociedad con cada vez menor capacidad de compra.

Nos están atracando, y lo peor de todo es que en muchos casos lo están haciendo los propios partidos que se dicen de izquierdas. En el caso portugués además se ha demostrado que en el fondo todo eso ni siquiera importa: son las antidemocráticas instituciones del FMI y la UE las que imponen las condiciones de «rescate». Esto no hace sino desconcertar a la población, que ajena durante tantos años a la cultura económica y a la política no entiende por qué sucede lo que sucede y por qué les roban con tanto desparpajo.

Pero nosotros, al menos, tenemos una misión: llamar a las cosas por su nombre. Y esto no son rescates a los países sino a los inversores de esos países y que son, en suma mayoría, los que se han enriquecido especulando contra el propio país. Nos gobiernan criminales, pero desde luego no son tontos.