Publicado en Revista LaU
Abstract: Este año es el cincuenta aniversario de la publicación de The Limits to Growth, un informe que alertó de las graves consecuencias ecológicas que tendría para la sociedad industrial el mantener la trayectoria que la actividad económica seguía a nivel mundial. Sin embargo, y transcurrido medio siglo, la situación no ha hecho sino empeorar en términos de presión e impacto medioambiental, al tiempo que han seguido expandiéndose las ideologías y prácticas que se constituyen alrededor del fetiche del crecimiento económico. La comunidad científica alerta de que el tiempo se agota y de que la única forma de evitar un colapso medioambiental, de consecuencias catastróficas especialmente para los sectores sociales más vulnerables, es reescalar la actividad económica hasta el nivel que sea compatible con los límites del planeta. Algunas instituciones internacionales y distintos gobiernos nacionales están aprobando programas y políticas para lograr esos objetivos, con magros resultados hasta el momento, mientras que crece la alarma ante la posibilidad de una salida reaccionaria y ecofascista a la crisis ecosocial. En este artículo evaluamos el estado de la cuestión, repasamos cómo el modelo de producción y consumo está detrás de los desarreglos ecológicos y por qué la única salida política democrática a la crisis ecosocial es el proyecto ecosocialista.
Introducción
Hace ahora 50 años la profesora y científica Donella Meadows encabezó la publicación del informe The Limits to Growth, el cual tenía como objetivo analizar el impacto físico que las pautas de crecimiento económico tienen sobre el planeta. Para dicha evaluación se utilizó un modelo informático que incorporaba, entre otros, el efecto de la explotación económica sobre los suelos, el agotamiento de los recursos no renovables como los minerales y las distorsiones climáticas resultantes. Se plantearon varios escenarios, el peor de los cuales sugería que si no se actuaba para corregir la trayectoria vigente entonces, la sociedad industrial colapsaría a mitad del siglo XXI.
Aquel informe se convirtió en un punto de referencia internacional y puso encima de la mesa las consecuencias ecológicas de una dinámica de crecimiento que, hasta entonces, se había entendido como positiva. Las críticas al modelo del equipo científico así como a sus conclusiones fueron, sin embargo, feroces entre los economistas (Solow, 1973).
En efecto, el crecimiento económico es habitualmente concebido como algo deseable, ilimitado en el espacio y el tiempo e, incluso, reflejo de un proceso de evolución natural de las sociedades. La propia noción de crecimiento económico está intrínsecamente vinculada a la noción social de progreso, ambas hijas de la Ilustración y víctimas de forzadas y equívocas analogías con las ciencias naturales, particularmente a partir de la teoría darwinista (Nisbet, 1980). En definitiva, tenemos profundamente incrustada y naturalizada la noción de crecimiento económico.
La propia Meadows sostuvo, treinta años después (Meadows et al., 2006), que el crecimiento económico debía entenderse como una herramienta y no como un fin en sí mismo, de manera que había que cuestionar para qué dicho crecimiento, quién se beneficiaría del mismo y si existían fuentes y sumideros en el planeta que lo posibilite. Algo similar a lo que el economista Simon Kuznets había planteado cuando diseñó el PIB como indicador y lo propuso ante el Congreso de los Estados Unidos. Según Kuznets (Gadrey, 2004), no cabía inferir que dicho indicador, que mide el valor monetario de la producción, fuera también expresión del bienestar social. Desde entonces se han multiplicado las voces que alertan de que el PIB no es una buena herramienta para medir el desarrollo humano y el bienestar social (Raworth, K., 2018).
El problema principal que subyace a la economía convencional es que emplea una conceptualización de la economía que ignora de manera deliberada el contexto físico en el que necesariamente se enmarca, así como las leyes más elementales de la física. Así, se trabaja suponiendo que recursos y energías son ilimitados, sin considerar siquiera los residuos de la propia actividad o la limitada capacidad de carga del planeta. Y esto, habida cuenta del carácter hegemónico del pensamiento económico en tanto que es capaz de moldear los marcos de pensamiento social, es sumamente importante, pues inhabilita para encontrar soluciones efectivas a la crisis ecosocial.
Los deficientes modelos económicos
El crecimiento económico puede concebirse como el resultado de una mayor capacidad productiva por parte de una determinada sociedad. Así, de manera simplificada, una sociedad que produce en un año más cantidad de producto que en el año anterior se dice que ha crecido económicamente por una cuantía igual a la diferencia de ambas producciones. Así, de un país que produce 10 unidades de alimentos en un determinado año y que produce 12 unidades de alimentos en el año siguiente, se dice que ha crecido un 20% en unidades de alimentos. Esas dos unidades nuevas de alimentos se consideran el excedente económico. La acumulación sistemática de excedentes económicos se encuentra detrás del desarrollo de las sociedades, en tanto que ha permitido históricamente que las sociedades se hagan más complejas (Cesaratto, 2020).
El capitalismo es un sistema económico que emergió hace aproximadamente cinco siglos y que introduce una serie de incentivos, a través de la competencia, para disciplinar a las empresas y forzarlas a crecer en cada período, así como, además, reinvertir los beneficios a fin de incrementar su capacidad productiva en un nivel mayor, además de asegurar una parte creciente de esos beneficios a quienes ponen el capital. De esa manera, bajo el capitalismo todo el tejido empresarial se ve empujado hacia un crecimiento de sus capacidades productivas. Ese es el motor del cual se deriva, bajo determinadas configuraciones institucionales, el espectacular incremento de la actividad económica, las infraestructuras y, en definitiva, las condiciones de vida de las poblaciones en los últimos doscientos años.
Sin embargo, la realidad histórica del capitalismo ha demostrado que el proceso de crecimiento económico no es ni constante ni está exento de graves convulsiones (las cuales llevan a fenómenos como el desempleo y la ausencia de salarios para grandes sectores de la sociedad). A la tarea de desentrañar las dificultades del crecimiento económico se han dedicado los economistas también desde hace más de doscientos años. No obstante, la mayoría de ellos han utilizado un instrumental teórico totalmente ciego a la cuestión ecológica, esto es, a los prerrequisitos ecológicos del crecimiento económico y a las consecuencias ecológicas del mismo.
Sin embargo, los economistas clásicos, fundadores de la Economía Política como disciplina, sí tuvieron presente parte de lo que podríamos llamar el metabolismo social, esto es, la relación entre la naturaleza y la economía (Haberl et al, 2016; González de Molina, M., 2014). Ya la escuela fisiócrata, antecesora de los anteriores y cuyo exponente principal fue François Quesnay, interpretó en el siglo XVIII la cuestión económica a partir de los flujos agrarios y concluyó que todo excedente es posible gracias a los regalos que nos brinda la naturaleza. David Ricardo, por otro lado, era consciente de la distinta fertilidad de los suelos y elaboró una teoría de los rendimientos decrecientes de la tierra que le condujo a pensar que el capitalismo no podría crecer indefinidamente. El reverendo Thomas Malthus introdujo su ya famosa tesis sobre el crecimiento de la población como limitante del crecimiento económico. Y Karl Marx y Friedrich Engels consideraron que el capitalismo enfrentaría límites en su propio desarrollo debido a la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, si bien todo ello dentro de una filosofía de la historia esencialmente teleológica de acuerdo con la cual todo el sistema avanzaría inevitablemente fase tras fase hasta la culminación en el comunismo (Garzón, 2017). No obstante, el caso de Marx requiere una mención aparte, pues investigaciones de las últimas décadas han puesto de manifiesto que Marx fue también un pensador sumamente interesado por los avances científicos de su tiempo y que él mismo concedió mucha importancia al propio concepto de metabolismo social (Burkett, 2006; Foster, 2020; Saito, 2022).
En el siglo XX, el pensamiento económico, en su aspiración de dotar de cientificidad a la disciplina, se alejó aún más de las condiciones físicas e incluso sociales en las que necesariamente cualquier economía debe operar. El pensamiento neoclásico, como se le conoce tras la reformulación de Walras, Marshall y Jevons, entre otros, impregnó toda la ciencia económica y se produjo una ruptura con la anterior Economía Política, dando lugar a nociones de producción y riqueza completamente desligada de una base natural (Naredo, 2015). Mientras tanto, proseguía la búsqueda de explicaciones teóricas al crecimiento económico y a sus posibles interrupciones con los economistas Harrod y Domar, quienes elaboraron un modelo que concluía que el crecimiento económico era fundamentalmente inestable y que las condiciones para la estabilidad eran muy complicadas de cumplir (Harrod, 1939; Sen, 1970). A aquel modelo, de inspiración keynesiana, le dieron respuesta dos economistas neoclásicos como Robert Solow y Swan, quienes sentaron las bases del paradigma sobre crecimiento económico y cuyos modelos se siguen estudiando de forma preferente en todas las facultades de economía del mundo. Son esos modelos los que, al fin y al cabo, definen en gran medida el perímetro de pensamiento de los economistas.
En todo modelo de crecimiento económico la función agregada de producción constituye su piedra angular. Esta función representa el proceso de producción económico, y en su formulación más básica sólo intervienen el capital y el trabajo, mientras que los recursos y energía se consideran como plenamente disponibles en todo momento. Así, capital y trabajo se consolidan como los únicos recursos productivos que, combinados, generan el excedente de una economía. Este excedente conforma, a su vez, el montante a distribuir entre salarios y beneficios.
De aquí nacen gran parte de las discusiones de políticas públicas acerca de la acumulación y la distribución en las sociedades capitalistas. Cuestiones ético-políticas tan importantes como el nivel de salarios o de beneficios o, más aún, de su participación relativa en la renta, se derivan de la pregunta implícita acerca de cómo afectan esos cambios al crecimiento económico. Cada modelo pertenece a una familia de pensamiento distinta debido a su específica configuración, determinados por diferentes supuestos de partida. En general, los modelos neoclásicos consideran que las restricciones al crecimiento vienen del lado de la oferta, por lo que sugieren que para fomentar la acumulación es necesario incrementar los beneficios, mientras que los modelos poskeynesianos ponen el foco en las restricciones desde el lado de la demanda y suelen sugerir cambios en la distribución de la renta y subidas salariales (o del gasto público) que sostengan la demanda. En estas coordenadas quedan encerradas la gran mayoría de las discusiones de política económica en la actualidad. Sin embargo, el paradigma es siempre compartido, y el debate gira realmente en torno a cómo maximizar el crecimiento económico.
Una sorpresa que suelen llevarse los estudiantes de economía al estudiar estos modelos, especialmente los más básicos, es que aparentemente no hay posibilidad de que exista crecimiento ilimitado. El modelo de Solow, por ejemplo, establece que los factores de producción, capital y trabajo, tienen rendimientos decrecientes, lo que supone que cada unidad adicional aporta cada vez menos cantidad de producto. El modelo, en su dinámica, tiende a un estado estacionario donde no hay crecimiento económico. Sin embargo, cuando a estos modelos básicos se les incorpora el progreso técnico, en cualquier formulación posible, entonces se permite que exista crecimiento económico potencialmente ilimitado. Esto es lo que ocurre con los modelos AK de crecimiento o los de crecimiento endógeno y también todos aquellos que incorporan rendimientos crecientes en la función agregada de producción (Acemoglu, 2009; Romer, 2000). En definitiva, los estudiantes pronto aprenden que el crecimiento económico ilimitado es técnicamente posible gracias a la tecnología y, en el caso de determinados modelos heterodoxos inspirados en Allyn Young, Gunnar Myrdal, Nicholas Kaldor y Anthony Thirlwall, también al papel central que juega el sector industrial (Blecker y Setterfield, 2019).
Con este breve repaso a la relación entre modelos económicos y políticas públicas debe quedar claro sobre todo que los economistas, los de ayer y los de hoy, tienden generalmente a pensar dentro de marcos analíticos y conceptuales que son definidos sobre la base de la búsqueda de maximización del crecimiento económico. Las respuestas que se dan están condicionadas por el uso de un instrumental teórico que, sea explícito o no, viene limitado por sus propias deficiencias. Teniendo presente el papel fundamental que juegan los economistas a la hora de enmarcar el debate público, difundir su propia gramática, influir en las decisiones de las instituciones públicas o, caso de los bancos centrales, directamente a tener el control absoluto de determinados espacios de poder, conviene más que nunca conocer de dónde nacen esas limitaciones.
Y es que lo que todas estas corrientes y escuelas de pensamiento han ignorado en su mayor parte, tanto en sus fundamentos metodológicos como en sus propuestas de políticas públicas, ha sido la conexión entre la actividad productiva per se y los fundamentos naturales en los que se inserta y a los que necesita. Es decir, está completamente ausente una visión del metabolismo social que implica partir de una cosmovisión en la que la economía es un subsistema de la biosfera y no al revés. Esta ausencia, totalmente ilegítima en nuestro tiempo, tiene que ver con los aspectos físicos del proceso económico: el uso de la energía y de los recursos naturales y las presiones e impactos ecológicos del proceso productivo.
Recursos naturales y energía
El economista Georgescu-Rogen (2007) fue uno de los primeros en advertir las graves carencias de los modos tradicionales de pensar la economía. En particular, puso de relieve la ausencia que tenían los modelos económicos respecto al consumo de energía y materiales. Ambos componentes restringen las posibilidades del crecimiento económico de maneras tales que la economics había ignorado hasta hace muy pocos años[1]. De hecho, el planeta Tierra es un sistema cerrado de materiales, de manera que salvo la muy excepcional llegada de algún meteorito o la tampoco muy significativa salida de algún artefacto humano la masa de materiales es la misma todo el tiempo. En el caso de la energía, el planeta Tierra es un sistema abierto en tanto que recibimos la entrada de flujos energéticos de radiación solar, pero aún así también existen límites al uso de energía por razón de las leyes físicas.
Hoy aceptamos que la mayoría de los productos que utilizamos en nuestro día a día están hechos de la combinación de energía, agua y materiales y también que para el proceso de producción necesitamos igualmente fuentes de energías que permitan extraerlos y procesarlos. También sabemos que estos materiales proceden de los ciclos geoquímicos de la Tierra y que en su mayoría tuvieron su origen hace millones de años debido a la tectónica de placas, la cual no sólo generó sino que también distribuyó geográficamente los recursos a lo largo de todo el planeta, aunque evidentemente no de manera uniforme (Craig et al., 2012). Por esa razón algunas regiones del planeta son ricas en petróleo y gas natural, y otras lo son en otros minerales, todo lo cual ha condicionado claramente el devenir histórico de las sociedades y, claro está, también las guerras por los recursos. E igualmente sabemos que una gran parte de esos recursos son no renovables, es decir, que existen en cantidades fijas y cuya regeneración natural se produce en una escala de tiempo inaccesible para el ser humano. Por otro lado, los recursos que sí se renuevan mediante ciclos están también limitados por sus propios ritmos de regeneración.
Además, todo proceso humano conlleva una serie de consumos energéticos que se rigen por las leyes físicas, particularmente las leyes de la termodinámica. El segundo principio de la termodinámica establece que la calidad de la energía útil para el ser humano va reduciéndose y que al realizarse conversiones energéticas (por ejemplo, desde la energía procedente de la radiación solar a la fotosíntesis o a la generación de electricidad a través de placas fotovoltaicas) no es posible mantener el 100% de la energía disponible. Mucha de la energía se disipa como calor, y por lo tanto las conversiones suponen la transformación de energías de alta calidad y baja entropía, como el carbón, hacia energías de baja calidad y alta entropía, como el calor. La historia del desarrollo tecnológico es la historia de una lucha incesante para mejorar la eficiencia energética de estas conversiones (Smil, 2021).
Los flujos de materiales y los flujos de energía pueden entenderse como dos aspectos distintos del mismo proceso. De hecho, un continuo flujo de materiales sólo es posible si existe al mismo tiempo también un flujo continuo de energía. Además, estos dos limitantes del crecimiento económico interactúan de maneras muy diversas, y la presión y el impacto ecológico de la actividad productiva se manifiesta también a través de la alteración de los ciclos geoquímicos.
No obstante, es habitual diferenciar entre presiones e impactos originados por la actividad productiva. Por un lado, la actividad productiva ejerce presión sobre el medio ambiente, por ejemplo a través de la emisión de dióxido de carbono, resultante de la quema de combustibles fósiles. Por otro lado, el impacto sobre el medio ambiente por parte de la actividad productiva se manifiesta en fenómenos tales como el cambio climático, esto es, el calentamiento global que se produce como consecuencia de la acumulación sostenida en el tiempo de gases de efecto invernadero en la atmósfera. En las últimas décadas ha mejorado sustancialmente la información disponible y se han construido numerosos indicadores que tienen como objetivo medir el nivel de presión e impactos que ejerce el modelo de producción y consumo sobre el medio natural.
Los límites del planeta
Lo cierto es que el ser humano ha vivido en la Tierra al menos desde hace doscientos mil años, aunque la mayor parte del tiempo lo ha hecho en formaciones sociales de cazadores-recolectores. El final de la última glaciación, que sucedió hace unos veinticinco mil años, dio lugar a un clima extraordinariamente cálido que, a su vez, permitió al ser humano desarrollar nuevas prácticas económicas y sociales, como la agricultura (desarrollada hace unos 12.000 años). Los científicos han convenido en llamar Holoceno a esta era cálida en la que se han desarrollado las civilizaciones actuales.
Sin embargo, desde la Revolución Industrial la utilización de recursos y energía por parte de la humanidad se ha incrementado de manera notable. Muchos estudios sobre la historia ambiental describen muy bien estas transformaciones (McNeil, 2003). Este uso intensivo de recursos y energía, especialmente de la procedente de combustibles fósiles, ha conllevado la elevación de los estándares de vida y con ello la multiplicación de la población en todo el mundo. Unas tendencias que se han acelerado especialmente desde mediados del siglo XX, como se puede comprobar en los siguientes gráficos, otorgándole el nombre de Gran Aceleración al período iniciado desde entonces (Steffen, 2020).
En términos más generales, los científicos Paul Crutzen y Eugene Stormer acuñaron hace más de dos décadas el término de Antropoceno para referirse al cambio de época geológica respecto a la anterior, que suponía el hecho de que hoy la humanidad movilice más tierra y sedimentos que ningún otro proceso natural como consecuencia del desarrollo del sistema económico a escala mundial. Otros autores hablan de Capitaloceno para señalar también al que sería responsable último de todas estas transformaciones: el tipo de sistema económico (Foster, 2020).
Por otra parte, en el año 2009 un grupo de científicos desarrollaron el marco de los «límites planetarios» en referencia a los principales umbrales ecológicos cuyo rebasamiento puede implicar importantes alteraciones de los ciclos de la naturaleza a escala planetaria (Rockström et al., 2009). La principal virtud de este nuevo marco es que amplía el alcance de la atención desde el cambio climático, mucho más conocido popularmente, hacia otros impactos ambientales como son la pérdida de la biodiversidad, la acidificación de los océanos o la contaminación por exceso de nitratos o por plásticos. Se establecieron nueve fenómenos biogeológicos que, en caso de superar determinados límites provocaría el desencadenamiento de procesos sin retorno que amenazaría la vida misma. Este marco se basa en la existencia de una zona de seguridad dentro de la cual el ser humano puede vivir con cierta seguridad, y cuyo perímetro está determinado por los parámetros biogeológicos propios del Holoceno. A día de hoy se habrían superado ya cinco de los umbrales críticos para la vida, lo que pondría de relieve la urgencia de una respuesta contundente a estos fenómenos de desequilibrio.
Sin embargo, uno de los problemas principales de este marco de límites planetarios es que concibe el metabolismo social de una manera esencialmente técnica. Si no se amplía el análisis, el marco parece situar la responsabilidad en nociones abstractas como «la humanidad» o «el ser humano», cuando es evidente que ni las causas ni las consecuencias del impacto ecológico están simétricamente repartidas tanto a lo largo de la estructura de clase como entre las diferentes regiones geográficas. De hecho, no existe una crisis ecológica global que signifique lo mismo para todos los seres humanos (Brand et al., 2021). Por esa razón es mucho más adecuado hablar de crisis ecosocial, pues permite poner de relieve la importancia de las relaciones sociopolíticas a la hora de evaluar los procesos de degradación ambiental y de abordar sus soluciones.
Algunas economistas, como la británica Kate Raworth (2018), han añadido una dimensión social a la esfera de los límites planetarios. El resultado, popularizado como economía de la rosquilla, señala la necesidad de que las sociedades modernas se sitúen por encima de los mínimos decentes para la vida de la población (suelo social) y por debajo de los límites biofísicos del planeta (techo ecológico), estableciéndose con ello un espacio seguro y justo para la humanidad. La utilidad de esta aportación es que permite integrar aspectos tales como la desigualdad, la pobreza o el trabajo digno junto con los límites estrictamente biofísicos.
El impacto del consumo
Desde la publicación de Limits to Growth se reconoce generalmente que existe una estrecha vinculación entre el crecimiento económico y las fuertes presiones e impactos ecológicos que amenazan la vida en el planeta. Por esa razón, las Naciones Unidas desarrollaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible. El objetivo 8.4 de estos últimos específica, por ejemplo, que debe mejorarse progresivamente y para 2030 «la producción y el consumo eficientes de los recursos mundiales y procurar desvincular el crecimiento económico de la degradación del medio ambiente». La Unión Europea también adoptó esta agenda y desde entonces ha aprobado un gran número de normas destinadas a cumplir con tales objetivos, igual que ha hecho también España.
El trabajo científico acumulado durante las últimas décadas ha permitido la proliferación de indicadores que miden el impacto de la actividad económica sobre el planeta, y ello ha facilitado el seguimiento de estos compromisos. El público general, por ejemplo, se ha familiarizado con indicadores que miden el dióxido de carbono en la atmósfera e incluso tienen presente el impacto de su Huella de Carbono en su vida cotidiana y en sus decisiones de consumo. No obstante, y como ya hemos dicho, los impactos ambientales van más allá del cambio climático y requieren también otros indicadores.
Una de las líneas más avanzadas en este sentido tiene que ver con el flujo de materiales implicado en el modelo de producción y consumo. La extracción y procesamiento de recursos explica aproximadamente el 50% de la emisión de gases de efecto invernadero y más del 90% de la pérdida de biodiversidad en el planeta (UNEP, 2019). Y está comprobado que existe una relación directa y estrecha entre el consumo de materiales y el crecimiento económico. Esto es así, básicamente, debido al impulso del consumo.
El consumo es el motor principal del impacto ecológico global, muy por encima de otros factores demográficos tales como la edad, el tamaño del hogar, el capital cultural o la estructura de vivienda (Wiedmann et al., 2020). De hecho, conviene subrayar que el consumo es requerido para cerrar el ciclo del capital, esto es, para que la producción sea vendida y pueda existir crecimiento económico. Consumo y producción son, en este sentido, dos caras de la misma moneda (Harvey, 2007). Al fin y al cabo, bajo el capitalismo la producción está orientada a la ganancia económica –y no a la satisfacción de las necesidades humanas–, de manera que los actores económicos son disciplinados para que su producción sea vendida, mediante el consumo, y que los beneficios vuelvan a ser reinvertidos en mayor producción, es decir, para el crecimiento. En el caso de que la demanda agregada sea insuficiente para cubrir la producción y las existencias en un determinado período, el sistema estaría abocado a una crisis. Por esa razón, bajo el capitalismo la espiral incesante de consumo es espejo de la espiral incesante de producción.
Debe recordarse que cualquier producto que sale al mercado lleva consigo una mochila de recursos tanto de manera aparente como invisible, lo que quiere decir que cualquier producto implica el uso de los materiales que lo conforman, pero también de los materiales que ha sido necesario consumir en la fabricación del producto. Por ejemplo, un único smartphone está compuesto por decenas de sustancias minerales tales como el litio, aluminio, silicio, cobre, níquel…, pero además su producción sólo ha sido posible debido a un consumo enorme de agua –algunas estimaciones hablan de doce mil litros de agua por cada unidad (Friends of the Earth, 2015)– y de otros materiales, así como por la generación de residuos durante el proceso de producción y por los generados debido a su temprana obsolescencia. Con la globalización económica y el desarrollo de las cadenas globales de valor la complejidad material y tecnológica de los productos se ha elevado y con ello también los intercambios comerciales de materias brutas, materiales y residuos entre países. Esto no sólo es válido para el consumo de productos electrónicos sino también para el consumo de productos alimentarios –siendo el sistema agroalimentario mundial responsable del 34% de las emisiones de gases de efecto invernadero (Crippa et al., 2021)– y de la industria del turismo global –causante, a su vez, del 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero (Lenzen et al., 2018). Toda nuestra actividad cotidiana está enlazada a un determinado nivel de consumo de recursos y energía que presiona e impacta sobre el medio natural.
De hecho, la extracción de recursos materiales se ha acentuado en las últimas décadas en todo el mundo, como puede comprobarse en el siguiente gráfico que se remonta hasta principios del siglo pasado (Krausmann, 2018). Puede verse, además, que efectivamente se ha producido un brutal crecimiento a partir de la segunda mitad del siglo pasado, lo que describe muy bien el período de Gran Aceleración. Por ejemplo, en 2017 una persona, en promedio, consumió un 65% más de recursos que en 1970 (UNEP, 2019).
Para conocer el impacto exacto que tiene el modelo de producción y consumo sobre el uso de recursos naturales en un determinado territorio se utiliza habitualmente la Extracción interna (Domestic Extraction), que mide el uso de recursos naturales dentro de las fronteras de un país. Sin embargo, este procedimiento tiene el problema de que no registra el impacto que tiene el comercio internacional y puede llevar a la creencia de que determinados países, tradicionalmente importadores netos de productos, mejoran año tras año sus indicadores de impacto en el uso de recursos cuando eso puede deberse, por ejemplo, a que han deslocalizado industrias intensivas en el consumo de materiales. Otro indicador utilizado es el Consumo Material Interno (Domestic Material Consumption)que sí tiene en cuenta el comercio internacional, pero sólo añade el peso físico del consumo aparente de bienes importados y exportados. Esto quiere decir que no se tiene en cuenta la cantidad de recursos utilizados para la producción de los bienes que se importan y exportan. Para resolver este problema se ha elaborado un indicador mucho más preciso que se conoce como Huella Material (Material Footprint) y que describe el consumo de recursos naturales tanto internos como de bienes importados, incluyendo también los recursos que han tenido que usarse en la producción de estos bienes comercializados internacionalmente (Wiedmann et al., 2015).
La Huella Material es, por lo tanto, el mejor indicador disponible para evaluar el impacto del modelo de producción y consumo sobre el uso de los recursos. En su nivel agregado, la Huella Material necesariamente coincide con la Extracción Material –debido a que las importaciones y exportaciones a nivel mundial se neutralizan mutuamente– lo que significa que el crecimiento de la Huella Material también ha sido espectacular en los últimos cincuenta años. Sin embargo, también ha sido asimétrico, pues no todas las regiones son igualmente responsables de este crecimiento en el uso de los recursos naturales. Si atendemos al uso de recursos en términos per cápita vemos cómo América del Norte –principalmente por causa de Estados Unidos– está claramente en cabeza con un consumo de 30 toneladas por persona en el año 2019. Este es un consumo 1,5 veces mayor que el que se produce en Europa y hasta 7 veces superior al que se produce en África.
Esto es algo parecido a lo que sucede con las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, debido a que el llamado Norte Global es responsable del 92% de las emisiones acumuladas de dióxido de carbono desde 1850. Un país como Estados Unidos es responsable del 40% de dichas emisiones, mientras que los países que conforman la actual Unión Europea son responsables del 29% (Hickel, 2020).
De hecho, cuando pasamos al estudio en el interior de los diferentes países, encontramos que son los estratos superiores en términos de ingresos de cada país los que más consumo de recursos realizan. Como dijimos, las sociedades bajo el capitalismo están estructuradas en clases, y en la medida en que el consumo de recursos está vinculado al ingreso es de esperar que el mayor impacto ecológico proceda de los grupos sociales más adinerados. Es más, algunas investigaciones han demostrado que a nivel planetario el 10% más rico es responsable de entre el 25 y el 43% de las emisiones de dióxido de carbono (Bruckner et al., 2022), lo que pone de manifiesto que el impacto ecológico viene empujado por los ciudadanos más ricos de cada país.
En el caso de España, la huella material ha crecido en los últimos cincuenta años, si bien con dos subperíodos claramente diferenciados. Hasta la crisis financiera hubo una tendencia alcista, acelerada a comienzos de siglo con el boom inmobiliario, que luego se convirtió en una tendencia a la baja que ha continuado progresivamente desde entonces. Este patrón sugiere que aparentemente se estaría desmaterializando, esto es, se produce un menor consumo de recursos por año. Esto en gran parte se debe a la crisis económica, pero también puede estar describiendo cambios en la estructura productiva –hacia sectores menos intensivos en recursos– o un incremento de eficiencia tecnológica.
El problema de la Huella Material, así como de todos los demás indicadores anteriormente señalados, es que reflejan únicamente el consumo de materiales. Para considerar además otros tipos de impactos, la Comisión Europea ha desarrollado una nueva metodología, basada en la vida completa del producto, que le ha permitido elaborar dos indicadores nuevos: la Huella Interna (Domestic Footprint) y la Huella de Consumo (Consumption Footprint) (Sala, 2019).
La Huella Interna refleja el impacto ecológico (no sólo de recursos, sino también de otras quince dimensiones) únicamente teniendo en cuenta lo que se produce en el interior del país. Por otro lado, la Huella de Consumorecoge también el efecto del comercio internacional, de manera que incorpora el impacto de todos aquellos bienes que se producen en el exterior pero que consumimos en nuestro país (restando los impactos de lo que producimos aquí para el consumo de otros países). En el caso de la Unión Europea los datos muestran que en el período entre 2005 y 2014 se ha producido una reducción relativa del impacto ambiental, aunque con indicadores muy diferentes entre países. El impacto ambiental más importante se ha dado en países que son tradicionalmente importadores de combustibles fósiles, de carne, de minerales y de productos manufacturados, lo que en esos casos se manifiesta en una Huella de Consumo más elevada (Sanyé-Mengual, 2019). Cuando analizamos el comportamiento de ambos indicadores para España comprobamos que se han movido de manera inversa en los últimos años. En lo que se refiere al impacto ecológico interno, se ha producido una mejora en la última década. Sin embargo, cuando se atiende al impacto ecológico producido por el consumo en su totalidad –incluyendo bienes importados– la recuperación económica comenzada en 2013 supuso también un crecimiento del impacto ecológico que no se ha detenido desde entonces.
En definitiva, a estas alturas y transcurridos cincuenta años desde la publicación de Limits to Growth el centro del debate ya no es si el crecimiento económico está asociado con las presiones y el impacto sobre el medio natural, dado que existe un abrumador consenso al respecto, sino si es posible desvincular ambos fenómenos en un período de tiempo suficiente que permita al metabolismo social no traspasar puntos de no retorno en los límites del planeta. Ese es, precisamente, el debate del «crecimiento verde o decrecimiento».
Decrecimiento y eficiencia tecnológica
De acuerdo con la visión dominante en las instituciones internacionales, por ejemplo las Naciones Unidas o la Unión Europea, para evitar los peores escenarios ecológicos el objetivo debe ser conciliar el crecimiento económico –el cual se considera imprescindible para el bienestar social– y un uso de recursos y energía que se sitúe dentro de los límites del planeta. Ello sería posible si se produce un desacople entre alguna variable que mida la actividad económica (normalmente el PIB) y las variables que miden las presiones y los impactos ecológicos (tales como emisiones de dióxido de carbono, el uso de recursos materiales, etc.).
Cuando las variables de presión e impacto ecológico crecen a un ritmo más lento de lo que crece el PIB se dice que se ha producido un desacople relativo, mientras que si el PIB crece pero las variables de presión e impacto decrecen se dice que se ha producido un desacople absoluto. Para lograr estos objetivos se han depositado grandes esperanzas en la eficiencia tecnológica, entendida esta como el conjunto de tecnologías que, aplicadas al proceso productivo, permiten que éste consuma menos recursos y energía por unidad de producto en valor monetario. Es este optimismo tecnológico en lo que se basa toda la narrativa del crecimiento verde.
Sin embargo, la inmensa mayoría de los análisis efectuados han concluído que, en general, no se está produciendo un desacople entre la actividad económica y la presión e impacto medioambiental y que, además, es improbable que eso vaya a producirse en algún momento (Parrique et al., 2019). En la mayoría de los casos no está teniendo lugar ningún tipo de desacople respecto al consumo de materiales, consumo de energía, uso de agua, emisiones de gases de efecto invernadero o pérdida de biodiversidad, y cuando algún estudio ha encontrado alguna evidencia de desacople se ha tratado de análisis locales, restringidos a países o regiones concretos, por períodos cortos de tiempo –por ejemplo, durante una crisis– o en proporciones insuficientes para abordar los retos ecológicos (Parrique et al., 2019; Haberl, 2020).
Es evidente que las estrategias de incremento de eficiencia tecnológica deben complementarse con estrategias de suficiencia, esto es, con una reducción de la escala material de la producción y el consumo en muchos sectores a fin de que la actividad económica se sitúe dentro de los límites del planeta. Es en este punto donde han emergido con fuerza las propuestas decrecentistas (Hickel, 2021). El decrecimiento emergió como movimiento político y social, y no debe ser entendido ni como concepto económico ni como teoría consistentemente estructurada sino como una amplia y heterogénea corriente de pensadores y propuestas que aspiran a que la economía mundial se desarrolle dentro de los límites biofísicos del planeta (Demaria, F. et al, 2018). Sencillamente, el decrecimiento debe comprenderse como una crítica a la teoría del desacople y el crecimiento verde, y como una afirmación de la necesidad de reducir la presión del ser humano y su modelo económico sobre los ecosistemas y el entorno natural sin jugarnos todo a la carta de las promesas tecnológicas.
Estrategias ecosocialistas frente a la barbarie
Cincuenta años después de The Limits to Growth, ¿se necesita más investigación para confirmar que existe una grave crisis ecosocial? La respuesta sin duda es que no. Ya somos plenamente conscientes de que el modelo de producción y consumo está provocando presiones e impactos en el medio natural en tal grado que la vida misma está amenazada. Sin embargo, lo que falta es la voluntad política para tomar las decisiones que estén a la altura de dicho reto, pues las políticas institucionales llevadas a cabo hasta la fecha se han mostrado claramente insuficientes. A pesar de los discursos y la retórica de los gobiernos de los países más desarrollados, el compromiso de los Acuerdos de París de no elevar la temperatura mundial por encima de 1,5ºC respecto al nivel preindustrial es en estos momentos inalcanzable. Más al contrario, según el panel de investigadores del IPCC de Naciones Unidas, el mundo está en una trayectoria que apunta hacia una catastrófica subida de 2,7ºC para finales de siglo (IPCC, 2021).
En estas condiciones, la tarea central de las sociedades democráticas debería ser la de construir comunidades resilientes capaces de priorizar el bienestar de sus poblaciones sin dañar de manera permanente el entorno natural que las sustenta, así como impedir la escalada de conflictos sociales y guerras, las cuales de manera creciente están vinculadas con la crisis ecosocial (Pirgmaier y Steinberger, 2019; Belcher et al., 2019). Pero, como ya hemos visto, alcanzar este objetivo eco-sociopolítico necesariamente implica una desescalada de la dimensión material de la economía hasta situarla dentro de los límites del planeta, lo que tiene implicaciones políticas, sociales y económicas de gran alcance.
Para empezar, es necesario un replanteamiento completo de la dimensión del consumo. Por un lado, si bien es cierto que las personas consumidoras no pueden tomar las decisiones relacionadas con la oferta, como la ubicación de los grandes centros de producción, sí tienen amplio margen para influir en las decisiones de la demanda. Esta capacidad no es fácil de aprovechar porque el capital es una relación social y, por lo tanto, es mucho más que un modelo de producción y consumo: es una forma de vida. Eso significa que es necesario abordar los valores y principios del consumo capitalista que se sitúa más allá de las necesidades humanas y de los límites del planeta, las formas en las que se reproducen socialmente tales prácticas y los potenciales focos de resistencia que pueden generarse (Pirgmaier, 2020). Por otro lado, en la necesidad de lograr un consumo ecológicamente sostenible hay que partir de que el mercado es incapaz de distinguir entre mercancías que satisfacen las necesidades básicas y mercancías que son, por ejemplo, de lujo (Gough, 2017). Por eso es necesario transitar hacia un enfoque que oriente lo económico hacia la satisfacción de las necesidades humanas.
De hecho, enfoques de este tipo inspirados en Amartya Sen, Martha Nussbaum y su influencia en el programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, las aportaciones de Max-Neef o de Ian Gough (Álvarez Cantalapiedra, 2013), deberían sustituir el paradigma dominante del crecimiento económico. La tradición utilitarista en economía sostiene que existe una relación positiva e infinita entre crecimiento de ingresos y felicidad/bienestar. Sin embargo, la literatura especializada ha argumentado a favor de la existencia de la «Paradoja de Easterlin», según la cual a partir de cierto punto un incremento de ingresos no se traduce en un incremento de la felicidad individual (Easterlin, 1974).
Por el lado de la producción y distribución, para que ese proceso de adaptación sea además socialmente justo debe llevarse a cabo también un importante flujo de redistribución entre clases sociales y una reorientación general de la producción hacia actividades de intensidad baja en presión e impacto ecológico, pero que pueden tener en cambio un alto componente en satisfacción de necesidades humanas. A tal efecto, programas tales como el trabajo garantizado pueden ser útiles al tiempo que proporcionan una herramienta para luchar contra el desempleo (Garzón y Guaman, 2015).
Además, la democracia sólo puede sobrevivir a las tensiones sociales venideras si es capaz de expresarse como un completo programa de garantías positivas, entendiéndose por tanto a la manera republicana y latiendo de fondo una concepción positiva de la noción de libertad (Ferrajoli, 2011; Garzón, 2014). Por eso, consolidar y blindar los servicios públicos tales como sanidad, educación, vivienda, pensiones, entre otros, es parte esencial de una sociedad que además de sostenible ecológicamente sea justa socialmente.
Pero estas políticas alternativas esbozadas, sin embargo, deben partir de un análisis concreto de la realidad concreta. Una gran parte de la investigación científica respecto a la crisis ecosocial nos ha informado con cada vez mayor precisión acerca de qué está pasando en el metabolismo social. Pero mucho más difícil es encontrar las razones del por qué eso mismo está sucediendo, qué actores concretos son los responsables y cuáles son los obstáculos para lograr cambiar de rumbo.
Por un lado, no es habitual encontrar investigaciones que junto al análisis técnico de la crisis ecosocial se halle también un análisis específico de cómo opera el poder. Al fin y al cabo, el poder es una relación social que inevitablemente define los límites de lo posible, al tiempo que acerca o aleja las posibilidades de poner en marcha las políticas que parecen sencillas sobre el papel. Por ejemplo, se ha documentado de manera suficiente la necesidad de reducir el consumo global de carne para poder combatir de manera efectiva el cambio climático. Sin embargo, no es fácil encontrar análisis que además incorporen una reflexión sobre la implementación de dichas fórmulas, esto es, un análisis del ecosistema político que incluya también al poder en sus diferentes acepciones (lobbies empresariales, grandes empresas productoras, tejido productivo, medios de comunicación, alianzas políticas y sindicales o al propio Estado en su conjunto) (Fuchs et al., 2015).
Por otro lado, si el poder está ausente en mucha de la reflexión actual, más ausente aún está la reflexión sobre las causas últimas de la crisis ecosocial. Es verdad que los motores de la destrucción medioambiental son, como hemos dicho, la presión y el impacto tales como el uso desproporcionado de recursos y energía, la emisión de gases de efecto invernadero y otros. Pero de nada sirve llegar a ese punto si no se asocia con las causas últimas y sistémicas que explican por qué ese catastrófico proceso continúa en marcha. Al fin y al cabo, sin una comprensión de cómo opera el capital y cómo éste disciplina a todos los actores (desde la clase trabajadora hasta las grandes empresas) para la consecución ad nauseam del crecimiento económico, el análisis estará cojo. Por esa razón, cualquier análisis sobre la relación entre economía o sociedad y medio ambiente que realmente quiera traspasar las fronteras de la academia y, en consecuencia, se plantee de verdad transformar la realidad material que analiza, debe ser capaz de beber de enfoques dinámicos que permitan estudiar el sistema que articula lo económico, lo social y la base natural en la actualidad, esto es, el capitalismo. La contradicción central de este sistema económico, como ya hemos comentado, es que funciona y opera como si estuviera desconectado de la base natural en la que necesariamente se inserta. Y tal y como sugirió Marx, el principal problema del capitalismo es su enorme éxito en la consecución de sus objetivos. Hoy sabemos que los costes asociados a ese éxito son sencillamente insoportables para la vida.
El oponente ideológico central del capitalismo ha sido históricamente el socialismo, un movimiento sociopolítico sin el cual no podría entenderse siquiera la propia democracia moderna. Pero como hijo de su tiempo decimonónico, el socialismo también ha estado caracterizado por una larga ignorancia respecto de las presiones e impactos ambientales. Más aún, la inmensa mayoría de la producción teórica respecto a las medidas económicas a tomar en defensa de la clase trabajadora es ciega ante sus consecuencias ecológicas. Incluso la elaborada de manera más reciente. Como ya hemos advertido, la influencia del modo de pensar de la Economía tradicional ha contaminado de manera profunda el propio pensamiento socialista y de la izquierda en general, lo que se manifiesta en la actualidad en aquellos enfoques acríticamente productivistas de los que se derivan propuestas y medidas de política económica calificadas de izquierdas. Algunos investigadores incluso hablan del papel que tienen estos autores como protagonistas de una «revolución pasiva» –un concepto de Gramsci que describe la capacidad de las clases dominantes para cooptar a los dirigentes de las clases subalternas– (Spash, 2020). Pero estas políticas no son sólo el resultado de una concepción del mundo específica sino que, al mismo tiempo, sirven para educar en una determinada cultura política a generaciones enteras de oponentes al capitalismo.
No es este ángulo muerto del socialismo la única herencia peligrosa del pasado. Debe recordarse que el tipo de sociedad que conocemos hoy en día, y cuyo rápido desarrollo ha tenido lugar básicamente en los últimos doscientos años, ha sido posible gracias al empleo intensivo de recursos naturales, especialmente de combustibles fósiles. Este lugar predominante de los combustibles fósiles no puede exagerarse con facilidad. Toda la arquitectura social que hoy tenemos delante de nosotros se debe al capital fósil, y no sólo en términos históricos sino también en el presente. Desde las actividades productivas hasta la configuración y diseño de nuestras ciudades, por lo tanto también del modo de vida de las familias trabajadoras, están modelados por la dinámica del capital fósil. Demostración paradigmática de ello es que en el momento en el que se han producido convulsiones en los mercados energéticos, como ocurrió en los años setenta y como vuelve a ocurrir en la actualidad tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia, todo el sistema social queda trastocado desde su dimensión material hasta su dimensión ideológica. Como si fuera el talón de Aquiles, la dependencia respecto del capital fósil expresa la fragilidad de todo el sistema social, incluyendo la propia democracia moderna, también hija de su tiempo –el cual incluye la energía barata (Mitchell, T., 2013).
El problema que esto abre es evidente. En un mundo con recursos naturales finitos, y con los combustibles fósiles alcanzando o sobrepasando sus picos respectivos, la encrucijada ante la que nos encontramos no debe subestimarse. Ya tenemos delante de nosotros los primeros indicios de que una de las alternativas que se están abriendo paso ante esta crisis ecosocial es una nueva forma de fascismo, la cual promueve un tipo de organización social cerrada y autoritaria destinada a satisfacer las necesidades de grupos sociales selectos en detrimento del resto de la población. Este tipo de cierre social weberiano, que está caracterizado por una dinámica insider-outsider, tiene implicaciones sociopolíticas fundamentales. Una Parte creciente de los flujos migratorios internacionales se explican actualmente por el cambio climático y las crisis ambientales y sus efectos sobre países empobrecidos, y la respuesta neofascista a la migración compatibiliza el racismo tradicional con el negacionismo climático y la apuesta por salidas autoritarias a la crisis ecosocial (Malm y Zetkin Collective, 2021). El horizonte de ese recorrido no es otra cosa que la barbarie. De hecho, no es simple casualidad que el crecimiento de la ola reaccionaria global se esté dando al mismo tiempo que se dispone de la mejor y más precisa información acerca de que a la especie humana se le está acabando el tiempo bajo este modelo económico. Evidentemente, no basta con tener razón. En la actualidad, parte de las frustraciones sociales y generacionales de nuestro tiempo se están articulando políticamente a través de una salida reaccionaria que aspira a defender lo propio –lo nativo–, incluyendo el modelo de vida, frente a lo extraño. Un repliegue ideológico-material de amplios sectores sociales frente a las incertidumbres vitales de la era del Antropoceno. Viejos aromas en frascos nuevos.
Hacer frente a estos retos no será cosa de una simple receta política. De nuevo, tampoco será cuestión de tener razón en los argumentos. Más bien tendrá que ver con la capacidad de articular amplias alianzas sociales y políticas que puedan labrar el terreno donde germine todo un bloque histórico y social. En esa amplia comunidad deben poder participar las iniciativas locales y las propuestas globales, las tradiciones clásicas y las corrientes renovadas, la acción social y la acción institucional, y todo en un ejercicio de construcción de tejido social que beba de un imaginario y un horizonte de paz, justicia, igualdad y derechos sociales dentro de los límites del planeta.
En el pasado la disyuntiva entre socialismo o barbarie fue popularizada por Rosa Luxemburgo en el contexto bélico de la Primera Guerra Mundial. La concepción marxista tradicional de la época teorizaba entonces que el capitalismo se encontraba en un estadio tan avanzado de desarrollo –en su fase imperialista– que de ello sólo podía acontecer la revolución internacional socialista o la destrucción de todo atisbo de civilización bajo el yugo de la guerra y sus consecuencias. En cierto modo, hubo revoluciones y mucha destrucción. Dos Guerras Mundiales, regímenes totalitarios asolaron no sólo Europa sino todo el mundo, y aquellos tiempos turbulentos se llevaron por delante a millones de seres humanos, incluida la propia Rosa Luxemburgo, asesinada en 1919 en el marco de la revolución espartaquista.
Hoy, tal disyuntiva es perfectamente válida. La civilización humana, cualquier civilización, solamente puede construir horizontes de justicia y bienestar si lo hace logrando un encaje dentro de los límites del planeta. Ese encaje o reacomodo frente a los límites, por decirlo de alguna manera, se producirá bien de manera organizada o bien de manera caótica, siendo el peor de los escenarios el del colapso ecológico. Cualquiera de los escenarios intermedios nos obligará en cualquier caso a reorganizarnos a través de otras reglas. Pero no olvidemos que la política que más busca hacerse fuerte en esos contextos de emergencias y colapso es aquella del autoritarismo, la discriminación, la desigualdad y el militarismo. Es, de nuevo, la barbarie. Para evitarlo hemos de abrir un camino alternativo basado en otros principios y valores, democráticos, de derechos humanos y justicia social. Esa es la ruta hacia el ecosocialismo. Por eso, se trata de elegir entre el ecosocialismo o la barbarie.
Alberto Garzón (@agarzon) es director de la revista LaU, economista, Ministro de Consumo y Coordinador General de Izquierda Unida.
Notas
[1] Para ser justos, los modelos más recientes incorporan un nuevo recurso productivo llamado capital natural, aunque con importantes limitaciones, derivadas de la difícil reducción de la complejidad de los ecosistemas a un único valor monetario.
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Fotografía de Álvaro Minguito.
Un artículo formalmente dialéctico por largo y resumido a la vez condensando una suerte de síntesis que lo abarca todo, un ejercicio de síntesis realmente loable.
Desde mi ignorancia y atrevimiento me atrevería a apuntar un par de aportaciones que no contradicciones. Me refiero al hecho de que el Poder en sí no es el acuerdo voluntarista de unos actores poderosos cuando hablamos en términos sistémicos, si lo fuera cabrían tanto la noción de libertad plena como las teorizaciones conspiranoicas. Intento explicarme porqué tengo dificultad a la hora de expresar lo que pienso: cuando abordamos en términos o ritmos sistémicos el movimiento, no podemos abordarlo desde una perspectiva voluntarista sea individual o colectiva. Con ello no digo que la voluntad no sea importante, sino más bien que esta actúa dentro de unos límites, no existe la libertad plena sino el libre albedrio, pero no por la imposición de deidades sino por nuestras limitaciones biológicas e histórico-culturales de nuestra condición animal.
Volviendo a lo que nos ocupa ahora mismo, si bien el Poder interviene como elemento de la organización, dominación (su carencia) o relación social (pongámosle el nombre que nos apetezca) éste lo es, por ser al menos una de las respuestas más consecuentes a la coyuntura del movimiento sistémico y deja de serlo en tanto dicho movimiento entra en contradicción con él. Y de ahí es importante saber cuáles son las contradicciones de dicho movimiento con una forma determinada de representación del Poder en su sentido formal y material.
El capitalismo colisiono con el Antiguo Régimen porque nuevos sectores de la Sociedad excluidos del Poder formalmente sin embargo acumulaban poder material, y dicha realidad ocurría por la transformación de los medios y modos de producción, que afectaban también al nacimiento de otra clase social que no requería y chocaba con el mantenimiento del vínculo o dependencia personal. Pero todo parte de una realidad material y productiva, de unos nuevos medios y modos que son precursores de nuevas relaciones sociales, no sólo de más cantidad de riqueza.
Traigo a colación lo anterior porqué desgraciadamente no habrá solución para la especie que no pase por las dinámicas que generan, consolidan y sustentan las distintas instituciones público/privadas que concluimos como Poder.
Es decir la sustitución del crecimiento económico entendido como aumento de la oferta es insustituible e inviable políticamente, y desgraciadamente si fuese necesario e imposible la especie acabaría suicidándose. De hecho la revolución o aceleración demográfica ocurrida bajo el capitalismo desde el 1600, que más que aceleración o revolución podría ser tildada de explosión, no es producto del Azar (entendido como medida de nuestra ignorancia) sino más bien como consecuencia del desarrollo capitalista.
Abordar los límites de resilencia sistémica o siendo más ambiciosos de restauración de huella ecológica acumulada, requiere como condición necesaria pero no suficiente la apuntada hace tiempo por Naredo introducción del coste ecológico en la Contabilidad Nacional, como requisito para su incorporación en la contabilidad público/privada.
El capitalismo en una etapa en que las máquinas hacen máquinas, se comunican y aprenden solas en interacción con la naturaleza y seres humanos, sólo cabe hacer caja y actividad económica con una muy potente industria de reciclado en sentido mucho más amplio que la simple materia prima; un mayor empuje a las renovables limpias y la eficiencia tecnológica. Pero indudablemente ha de ser una revolución energética la que como en otrora alimente una revolución productiva más absoluta aún, que abarque la movilidad o comunicación, nuevos materiales, medios y modos de producción y reutilización. Porqué como se dice en el artículo energía somos y en energía nos convertiremos
Esa realidad de riqueza es la que puede permitir el decrecimiento de la población, no es obra del Azar (medida…) que las poblaciones más ricas, en Europa también, estén envejeciendo.
Es decir, el sistema seguiría teniendo enormes dificultades y contradicciones en su evolución, pero no son las alternativas de corte malthussiao posiciones de posibilidad político/económica. Además tampoco podemos afrontar cual actitud religiosa de acción individual lo que es cultura hegemónica correlativa a un sistema y sus realidades macros. Lo que tampoco exonera de la responsabilidad individual de quiénes son conscientes a la hora de su ejemplaridad individual, de predicar lo macro con su actitud micro, predicar con el ejemplo.
Asistimos a una evolución social de las relaciones, organización y/o dominio que están imbuidas por dos grandes peligros, estar en el filo de la navaja de Gaia y el intrahumano. El de Gaia ha quedado patente en el artículo y el intrahumano porqué cada vez más vemos como las aceleraciones o revoluciones están provocando grandes contradicciones sociales y geopolíticas cuando la opción de destrucción es una posibilidad. Sí, todos conocemos el dicho tecnológico que viene a decir que lo posible se hará, y se hará por encima de consideraciones éticas y morales. Pues bien hace ya tiempo que la posibilidad de la destrucción nuclear es una realidad, y que la Teoría del equilibrio del Terror haya funcionado durante una etapa de desarrollo convencional y estabilidad tras la Segunda Guerra Mundial, no implica que desgraciadamente funcione cuando las placas tectónicas socio-económicas no responden a la realidad de entonces para ninguno de sus actores principales. Y además de no responder a esas realidades geopolíticas que sustentan las relaciones internacionales institucionales y/o convencionales (no sé cómo expresarlo bien), las propias realidades de las distintas zonas geopolíticas y/o Estados están en convulsión interna; todo ello producto de este movimiento tectónico con su transición o parto doloroso. Geopolíticamente es muy peligroso cortar lazos económicos y retraernos de la interdependencia internacional, pues al perder intereses comunes en el corto, el riesgo de destrucción es mucho mayor.
Pero volviendo a la visión de intervención humana en el fin de nuestro ecosistema y especie, desde la perspectiva humana necesitamos acompañar al capitalismo en su tránsito, y parece que cada vez se es más consciente de ello. Eso sí, si planteamos un futuro finito de escasez contribuimos al mensaje negacionista de que le den al último, o de que sobran los demás y más pobres, es decir nosotros los primeros y que le den al último.
La cuestión se sitúa más bien en el parámetro de cómo crear más riqueza, cómo decrecer demográficamente y mantener crecimiento económico. Y ese es el problema más nuclear, porqué si algo ha requerido el capitalismo ha sido de la Explosión demográfica. Para que nos hagamos una idea, acabo de mirar un cuadro de la Wiki y en toda Europa (incluyendo Rusia…) eramos en 1450 unos 50.800.000 habitantes, más o menos lo que somos ahora sólo en España. Y la pregunta es si cabe una relación social capitalista o postcapitalista en que el trabajo o la aportación de valor por actividad humana que dota de sentido la identidad personal y nos ubica en el espacio social, no esté fundamentalmente dirigida a la obtención de necesidades materiales y sean cada vez más los servicios personalizados quiénes los ubiquen.
Una pregunta es sí en la práctica la tecnología de las TICs están promocionando esos servicios o están sustituyendo los espacios de tiempo de relaciones humanas que requieren los mismos, por relación con sus medios telemáticos, o sustituyendo el espacio de la relación directa por la intermediada por dichos medios (con los impactos que tendrá para las propias relaciones, pues introducimos a las TICs como modos y medios de socialización que cada vez son más hegemónicos en el espacio/tiempo que ocupan, más que la familia, educación y el grupo de amigos cuestiones que se han acuciado por la pandemia).
Una de las condiciones de posibilidad es la adaptación de un sistema que incorpore nuevas actividades económicas otroras no contabilizadas, y ello gracias a la aportación de mayores plusvalías por tiempo de trabajo al reducir los costes energéticos (decirlo hoy es un atrevimiento), materiales, productivos y distributivos. Es decir, a corto plazo medido en tiempo sistémico la única salida posible para incorporar masa económica al crecimiento, cuando este cada vez será más automatizado vendrá por la incorporación de nuevas actividades económicas que antes no lo eran consideradas, además de otras exnovo muy vinculadas al sector servicios, ya que no todos podrán trabajar en el tecnológico. Sólo sociedades en que el conocimiento ordinario sea cada vez más complejo y cambiante, podrán ser sociedades dominantes y por ende deberán dar la condición de posibilidad a esa capacitación o capital social que requiere dichos conocimientos como requisitos para el desenvolvimiento como requisitos previos para la existencia de un caldo social en que desarrollarse los otros conocimientos más especializados.
Cómo transitar este camino cuando el desamparo puede promocionar el negacionismo del cambio climático y del otro, más aún si es más pobre y nos hace la competencia. Es un camino difícil en un marco de capitalismo universal en sus distintos modos, pero las luces encendidas en respuestas extraordinarias ante lo inusual como la pandemia, atisban que la intervención pública va a jugar un papel inapelable e inaplazable en la transformación de esa necesaria revolución, y que su éxito va a depender de no dejar a nadie detrás. De lo contrario no habrá condición de posibilidad y la alternativa será algo tan instintivo como yo lo primero, que en este marco de agotamiento planetario y relaciones geopolíticos más bien será yo el primero en golpear aunque la onda acabe con todos.
En definitiva la condición de posibilidad pasa por articular unas alianzas que no pueden plantearnos una realidad de sufrimiento y escasez, porqué entonces habremos servido las condiciones para el triunfo del negacionismo acompañado del yo primero, algo no simple, instintivo.
Ecosocialismo o Barbarie, podríamos decir que es indisoluble a Democracia o Barbarie, con independencia de que Hitler o Mussolini pudieran ganar elecciones.
Perdón, quería decir que Ecosocialismo o Barbarie es indivisible (no indisoluble) e imbricado a Democracia o Barbarie.
Lo único bueno del articulo de Alberto, es saber que sigues existiendo, Cayetano y gozando de buena salud (dentro de un orden, como yo)
Lo malo, no es que sea denso, pesado y pedante (por aquello de las referencias), lo malo es que en cuanto se enteren las buenas gentes del PPVOX, saldrán en tromba a decir que «Que hace un Ministro de Consumo, dirigiendo una revista en vez de estar trabajando por el bien de España»
En cuanto a tu comentario, es Cayetano en estado puro
Un fuerte abrazo
Igualmente José Luís, me alegro de saber que sigues coleando por ahí, aunque en nuestra situación la salud más que dentro de un orden es un desorden, con los años y desarreglos la entropía … en todo sistema.
El artículo tiene claramente una pretensión científica y de ahí datos, referencias, gráficos y amplitud; algo que al fin y la postre se retiene como posición política fundada, y efectivamente si lo miramos con ojos de artículo político es un poquito tostón.
No sé si dirige la Revista laU Alberto, pero sobre la ubicuidad de nuestros políticos en la derechas tampoco estamos para señalar, seguro que nos sorprendíamos de la acumulación de cargos y responsabilidades partidarios, institucionales y privados.
Bueno lo dicho José Luís, me alegro de leerte y un fuerte abrazo.
Magnífico artículo. Me hubiera venido bien como estudiante de Antropología Social y Cultural para la asignatura de A. Económica y A. Ecológica.
Esto puede tener solución
«la influencia del modo de pensar de la Economía tradicional ha contaminado de manera profunda el propio pensamiento socialista y de la izquierda en general, lo que se manifiesta en la actualidad en aquellos enfoques acríticamente productivistas de los que se derivan propuestas y medidas de política económica calificadas de izquierdas.»
Pero teniendo en cuenta esto y más cosas
«concepto de Gramsci que describe la capacidad de las clases dominantes para cooptar a los dirigentes de las clases subalternas»
Es a lo que no veo solución, la diferencia de poder y de respaldo es tan amplia que una parte mayoritaria de la población no parece querer saber nada de soluciones, yendo ciegamente hacia el desastre ya que tal vez no vivan para contarlo.
Saludos
José Javier González
Hoy escuche por youtube un mitin en Andalucía de Alberto, y estando de acuerdo con sus discursos, me encanto lo que dijo Inmaculada Nieto por estar muy pegada al Terreno. Al decir que son mayoría los andaluces que estan por defender el empleo estable y digno que impulsa la reforma laboral, por la atención gratuita o guarderías de niños con menos de 3 años, por la defensa del medio ambiente y contra los planes urbanísticos de la Junta en Doñana…, mayoría los andaluces que están por cosas concretas. En definitiva, que son mayoría los ciudadan@s que en Andalucía como en el resto de España, temían durante el gobierno del PP con Rajoy los consejos de ministros del palo a clases medias y trabajadoras que recordamos como los viernes de dolores; y sobre todo no recordar sino poner en valor que también hoy son mayoría quienes miran a los Consejos de Ministros del Gobierno de Coalición progresista para ver las medidas con que les van a ayudar a sobrellevar la situación. Hay radica la diferencia, mientras de unos esperamos el palo, de otros esperamos las ayudas, porqué sabemos que las recibiremos; porqué las hemos y seguimos recibiendo para responder a una situación que hoy como bajo el gobierno del PP supera a España, pero hoy los esperamos no como los Consejos de Gobierno de Dolores sino de Esperanza. Y los andaluces deben movilizarse para contar con un Gobierno en la Junta de Andalucía del que ante la adversidad no esperen el palo como en aquellos consejos de ministros con Rajoy, sino que esperen la ayuda como en estos consejos de ministros de la Esperanza. Los tiempos son de dificultades que superan a España, pero los andaluces ahora como en poco los españoles, deben decidir si quieren gobiernos del palo o consejos de gobiernos de los que esperan la ayuda, consejos de gobierno de la esperanza. Decía Sánchez que los andaluces debían elegir entre Derechas y Derechos, lo que es cierto pero no alcanza la carga simbólica real de la elección, del valor de la decisión, los andaluces y españoles tenemos que elegir entre Dolores y Esperanzas. Y esa es la elección que tendrán los andaluces en sus autonómicas.
saludos cordiales.
Veía esta noche el debate en la Noche Abierta 24h y me sorprendía como era únicamente Lucía Méndez, quien rompía el mantra que mantiene unvoto favorable de Vox o su abstención a la investidura de Juanma Moreno, caso de que este último saque un resultado cercano a la mayoría absoluta. Y es sorprendente que tanto pensador y analista político no se percate que más allá de lo convencional, existe lo excepcional. Con convencional me refiero a que es posible en estas situaciones que el pequeño se quede fuera, para no sufrir el desgaste del gobierno y consiga al tiempo importantes cesiones. Así ha sido la experiencia española con el bipartidismo imperfecto que requería apoyos externos, normalmente de diferentes nacionalismos indistintamente al PP o PSOE. Pero hoy se dan dos elementos distintos, uno salta a la vista, Vox no es el PNV o CiU; la otra es más importante aún y era indiciada por Lucía Méndez, que gana Vox entregando el gobierno a Juanma Moreno con un pacto legislativo. Y es este segundo elemento el que evidencia la condición necesaria y obligatoria de Coalición de Gobierno para Vox, y al tiempo explica porqué Vox presenta a Macarena Olona (la dirigente de Vox más conocida en España). Las Elecciones andaluzas y su resultados van a determinar el marco político en España, y Juanma Moreno no puede aceptar un pacto con las fuerzas de izquierdas para impedir un gobierno con Vox. Y no puede por la lectura que aportaría al relato en España ante las próximas Generales que limitaría mucho el margen de maniobra de Feijó; ya que tendríamos a un Vox acusando al PP de renunciar a los planteamientos identitarios y culturales ultraconservadores de coaligarse con el diablo de Sánchez y sus satélites. Alguno podría pensar que Feijo lo vería con buenos ojos para optar al centro y quizás no sea mala idea, pero para Vox sería una excelente noticia.
Ergo la mejor noticia que podrían darle a Vox es un acuerdo con el PP-A para invisibilizar Vox, en esa tesitura Vox que es quién al final tiene la decisión como decía Lucía Méndez, no tiene ningún incentivo para votar a favor de Juanma si su entrada al Gobierno.
Y ahora viene el segundo elemento de este último razonamiento (argumento que también planteaba tímidamente y retiraba rápidamente Xavier Fortes), que era si Vox quemaría una figura como la de Macarena Olona alegramente. Y claro está que no, Macarena Olono esta llamada a ser la segunda vox-z desde un cargo institucional como vicepresidenta andaluza que juegue a la oposición a Sánchez al estilo de Ayuso. Esta es la situación, Vox para dar garantía de utilidad política, para demostrar que ya son mayores para gobernar España, necesita gobernar en Andalucía y visibilizarlo en el último tramo antes de las próximas Generales.
Es decir, Vox no sólo no cuenta con incentivos para dejar gobernar en solitario a Juanma Moreno, sino todo lo contrario, no le sirve un gobierno en solitario de Juanma Moreno para consolidar su imagen de utilidad ante las próximas Generales. Y por eso, si se cumplieran las encuestas, no como le ocurrió a Javier Arenas o Susana Diaz¨, tendremos un gobierno de coalición PP-Vox con Macarena Olona como Vicepresidenta para hacer la oposición a Sánchez y sus «satélites» institucionalmente.
Y esta situación la sostienen sus políticas y propuestas, más cercanas entre Vox y PP que con el resto, un Vox que ya no se conformará con un pacto de legislatura, sino que solicitará su entrada en el gobierno. Prerrogativa de entrar o no entrar en el gobierno, que como se dijo de pasada en el programa siempre la tiene el socio al que se le pide apoyo, es decir, el minoritario.
Pero no es necesario insistir en el tema, en el debate que veremos el lunes ya se encargará de despejar dudas la propia candidata de Vox y se encargará al tiempo de afear la posición indecisa de Juanma Moreno tildándola de filosanchista o similar, la derechita cobarde.
La izquierda sólo debe evidenciar la realidad constatable en que se fundan los programas y propuestas como plantea Inmacualada Nieto, realidad que permite una u otras mayorías.
Estas elecciones no son una segunda vuelta en que se elige entre el presidente de Andalucía, o éste acompañado por Macarena Olona; ese no puede ser el marco del debate porque estaríamos robando la democracia a los andaluces usando o más bien abusando de las encuestas. Máxime cuando las encuestas se equivocaron en Andalucía con Javier Arenas de presidenciable andaluz, y cuando como en esta ocasión se anticiparon elecciones por Susana Diaz. Los andaluces por dos ocasiones en las urnas han dejado a las encuestas a la altura del betún, y por tanto no se puede sustraer el debate a los andaluces de cuales son las diferencias en los programas de gobierno y el rendimiento de cuentas del gobierno saliente.
Qué Gobierno espera a los andaluces si gobiernan las derechas y ultraderechas, sus propuestas y programas, sus acciones pasadas y las diferencias entre esa posibilidad y gobierno de progreso en Andalucía. Esa diferencia que hacía que los viernes de los Gobiernos de Rajoy se llamaran de dolores, a diferencia de los actuales que se conocen como los de la Esperanza. Unos gobiernos del PP conocidos por sus recortes, represión y mano dura, e insensibilidad ante el sufrimiento, ante este gobierno de coalición y progreso que no hará los suficiente pero del que se espera ayudas y acuerdos, no palos y recortes. Cómo han demostrado ante las movilizaciones del metal, astilleros, los transportistas, los pescadores y cuantas movilizaciones han existido dónde el Gobierno ha sido un elemento no de represión, sino de acuerdo desde la comprensión. Cómo en su actitud ante las subidas de la luz, los alquileres, las gasolinas y gasoil, en que no se ha encogido de hombros sino peleado las medidas en la UE, y establecido las ayudas a los españoles-as. O Cómo se ha demostrado en la Reforma Laboral con el ánimo de modernizar nuestro mercado laboral y asemejarlo al resto de países avanzados de la UE, o dando una subida histórica al S.M.I.. O indexar la pensiones al IPC algo tan críticado desde las posiciones de derechas estos días. Todo está en juego si ganan las derechas, y además los derechos y libertades civiles de las mujeres y todas las minorías sean por su orientación sexual, raza o … como reza el artículo de la Constitución. Incluso el Plan de Empleo Rural estaría en riesgo con su gobierno.
En Andalucía han de valorar si como resultados de estas elecciones quieren consolidar un proyecto de país para España y Andalucía que funda una involución, una victoria reaccionaria en las conquistas económicas y sociales, no sólo en las civiles y libertades. Ese es el marco del debate para Andalucía, no sólo la sanidad y educación andaluza que también.
Saludos Cordiales.
Excelente artículo, Alberto, con una amplitud y profundidad inusuales en estos tiempos.
Esa necesaria capacidad que indicas: «la capacidad de articular amplias alianzas sociales y políticas que puedan labrar el terreno donde germine todo un bloque histórico y social», llegará, será vilipendiada, perseguida y ridiculizada por los medios de comunicación predominantes, hasta tal punto que el ciudadano de a pie comprenderá, y caeran los velos de nuestros ojos.
Habrá entonces una intensificación reaccionaria (como ya la está habiendo), habrá distraccion, confusión y represión violenta (como ya empieza a verse), y llegará el momento de mostrar cómo nuestras sociedades, en los dos hemisferios, dan una nueva respuesta desde las coordenadas que indicas, en ese «ejercicio de construcción de tejido social que beba de un imaginario y un horizonte de paz, justicia, igualdad y derechos sociales dentro de los límites del planeta».
No serán tiempos fáciles, pero sí tiempos extraordinarios, donde la tragedia humana convivirá con una nueva épica humanista.
Manos a la obra. Gracias.
EN ESPAÑA Y ANDALUCIA MORENO BONILLA HACE UN PUNTO Y APARTE QUE QUIERE OLVIDAR CUANDO LE INTERESA. A PARTIR DEL GOBIERNO DEL BUEN FRANQUESTEIN DE 2019 LAS COSAS NO SON IGUAL, EN ANDALUCIA UN ACUERDO DE GOBIERNO DE PROGRESO ENTRE LAS FUERZAS DE IZQUIERDAS NO SIGNIFICAN UNA VUELTA ATRÁS. SIGNIFICAN UN COMPROMISO PARA ANDALUCIA DE CAMBIOS TAN HISTÓRICOS E INÉDITOS COMO LOS QUE HAN SUPUESTO PARA ESPAÑA. EL FUTURO EN ANDALUCIA ES UN GOBIERNO DE PROGRESO, EL PP CON O SIN VOX SON EL PASADO.
Por compartir si alguien lee, quisiera aportar al ANALISIS DEBATE el elemento que más me ha llamado la atención por la ausencia de su puesta en valor.
Vaya por delante que las intervenciones de las izquierdas en el formato de un debate tan breve me ha parecido bueno, y la candidata de Por Andalucia ha estado realmente bien, sin menospreciar por ello el papel que han realizado tanto Espadas, como Rodríguez.
Las intervenciones al finalizar ante los medios tanto de Espadas, como de Inma Nieto han sido muy importantes para visualizar una alternativa de acuerdo de gobierno de progreso. Y es sobre esta alternativa sobre la que pienso no se ha puesto en valor su fuerza. ¿Y a qué me refiero? Bien, hemos visto una nube que pesaba sobre esa alternativa, una nube lanzada hábilmente por Moreno. La alternativa que plantea Moreno es seguir «Avanzando» (no vamos a valorar ésta por no ser necesario, ya se hizo bien en el debate) o la vuelta al pasado, un pasado de decadas que no han solucionado los problemas que desde las izquierdas plantean y cuyo actor principal ha sido el responsable. Realidad andaluza fragüada bajo gobierno del PSOE, de la que no se escapa Inma Nieto, pues como le recuerda el Sr. Moreno Bonilla también Inma Nieto participó de gobierno de coalición.
Es decir, Moreno Bonilla viene a decir nosotros somos el CAMBIO porqué la alternativa socialista se ha probado durante 40 años, y también se probó la alternativa de un gobierno de coalición de las izquierdas con PSOE e IU.
Con independencia de la valoración que se pueda realizar de la Coalición entre PSOE e IU, lo cierto es que los tiempos han cambiado en España y Andalucía y mucho. Lo que obvía el señor Moreno Bonilla es que el PSOE que goberno Andalucia durante décadas era el de Felipe González, ese PSOE al que tanto admiran y al que añoran desde la filas del PP, y lo dicen no pocas declaraciones de todos sus dirigentes. Y que Susana Diaz digna representante de dicho PSOE rompió el gobierno de coalición en Andalucía cuando los vientos de cambio llegaban a España, y la nueva hornada de la izquierda que supuso el 15 M se iba haciendo mayoría, no sólo por la irrupción de PODEMOS sino por la renovación generacional de IU. Y publicamente Susana justificó la ruptura con dicho gobierno por el desencuentro con esos líderes, entre ellos de Alberto Garzón.
QUE QUIERO DECIR, QUE JUANMA MORENO LLEGO AL GOBIERNO EN 2018, PERO QUE A PARTIR DE 2019 EL CUENTO CAMBIO Y MUCHO, UN GOBIERNO DE PROGRESO Y COALICIÓN HOY NO SIGNIFICA LO MISMO QUE AYER, POR ESO RECIBEN LOS INSULTOS Y SON TAN AGRIAMENTE TRATADOS. ¿CUANDO HA SUBIDO EL S.M.I. LO QUE SUBIÓ? ¿CÚANDO ANTE UNA CRISIS CON ERTES SE HAN SALVADO TANTOS MILLONES DE PUESTOS DE TRABAJO? ¿CUANDO UN GOBIERNO HA APOSTADO POR EL CONTRATO FIJO COMO CON ESTA REFORMA LABORAL? ¿CUANDO DANDO ESTABILIDAD LABORAL SE HA PERMITIDO QUE LOS TRABAJADORES PUEDAN EXIGIR CONDICIONES DIGNAS? ¿CUANDO UN GOBIERNO ANTE POSIBLES DESAHUCIOS MASIVOS LOS HA PROHIBIDO? (¿No recordamos los númerosos suicidios en la Crisis de 2008 por los lanzamientos de los hogares?) ¿CUANDO UN GOBIERNO EN ESPAÑA HA PUESTO TOPE A LA SUBIDA DE LOS ALQUILERES? ¿CUANDO UN GOBIERNO EN ESPAÑA ANTE LA SUBIDA DE LA LUZ HA INTERVENIDO EL MERCADO? ¿CUANDO UN GOBIERNO EN ESPAÑA ANTE LA SUBIDA DE LA GASOLINA HA DADO UNA AYUDA? ¿CUANDO UN GOBIERNO EN ESPAÑA HA SIDO ANTE LOS CONFLICTOS LABORALES DE ASTILLEROS, CAMIONEROS, GANADEROS, AGRICULTORES, PESCADORES… Y TANTO CONFLICTOS LABORALES HA SIDO EL ELEMENTO DE INTERMEDIACIÓN QUE HA PROMOVIDO EL ACUERDO Y EL FIN DEL CONFLICTO, EN LUGAR DE MIRAR PARA OTRO LADO O REPRIMIR. Y PODRIAMOS SEGUIR, EN ESPAÑA TRAS EL GOBIERNO DE COALICIÓN Y PROGRESO DEL BUEN FRANKESTEIN QUE SEÑALAN COMO MONSTRUO Y PRETENDEN QUEMAR COMO EN LA PELÍCULA, SE HAN ARTICULADO MEDIDAS DE AYUDA A LOS ESPAÑOLES Y POR TANTO ANDALUCES QUE NUNCA EN LA HISTORIA DE LA DEMOCRACIA RECORDAMOS. Y SON NECESARIAS MÁS, PERO EL CAMBIO HA SIDO REAL AYUDAS POR PALOS, DERECHOS POR DERECHAS.
EN ESPAÑA Y ANDALUCIA LAS IZQUIERDAS YA NO SON LAS MISMAS, NI SIQUIERA EL PSOE ES EL MISMO PORQUE NO LO SON LAS CIRCUNSTANCIAS, NI EL ESPACIO DE LAS IZQUIERDAS MÁS ALLÁ DEL PSOE ES EL MISMO. POR ESO EL ACUERDO DE GOBIERNO DE PROGRESO QUE PROPONE INMA NIETO NO ES EL DEL PASADO, SINO QUE ES UN ACUERDO MUCHO MÁS AMBICIOSO PORQUÉ NI ELLOS SON LOS MISMOS, NI LOS TIEMPOS DIFICILES QUE ATRAVESAMOS ADMITEN LAS RECETAS DEL PASADO QUE SÓLO REPRESENTA EL PP Y VOX.
EN DEFINITIVA SI EN ESPAÑA UN ACUERDO DE PROGRESO HA PERMITIDO UN BUEN FRANQUESTEIN QUE HA REALIZADO UN CAMBIO HISTÓRICO AYUDANDO ANTE LAS DIFICULTADES DE LAS CRISIS A L@S ESPAÑOLES-AS SEAN AUTÓNOM@S, PARAD@S, TRABAJADORES-AS FIJ@S O TEMPORALES O PRECARI@S, O PEQUEÑ@S Y MEDIAN@S EMPRESARI@S. ¿POR QUÉ EN ANDALUCIA UN GOBIERNO DEL BUEN FRANQUESTEIN NO VA A SUPONER TAMBIÉN CAMBIOS HISTÓRICOS? ¿ACASO ES EL PP DE VIEJAS RECETAS QUE RECHAZAN YA LAS PROPIAS DERECHAS EUROPEAS POR ANTIGUAS Y DAÑINAS QUIEN SUPONE EL FUTURO Y AVANCE? EVIDENTEMENTE EL PROGRESO PARA ANDALUCIA, SU MODERNIZACIÓN Y PUESTA EN VALOR SÓLO LA VAN A ACOMPAÑAR LAS FUERZAS DE PROGRESO Y NO LOS DEL IMPUESTO AL SOL. LOS ANDALUCES DEBEN REFLEXIONAR, ES CIERTO, SEGUIMOS DENTRO DE UNA CRISIS INTERNACIONAL EN LA QUE A LOS PROBLEMAS LOGÍSTICOS INTERNACIONALES QUE CAUSÓ LA PANDEMIA, SE LE SUMAN LOS PROVOCAN LA INVASIÓN DE UCRANIA Y SU GUERRA ECONÓMICA QUE ES INTERNACIONAL, ESPECIALMENTE EUROPEA. UNA CRISIS INTERNACIONAL QUE NO SABEMOS CUÁNTO VA A DURAR, Y QUE VA A PLANTEAR SITUACIONES DIFICILES PARA TOD@S, ES LA VERDAD, PERO DEBEMOS INVITAR A L@S ANDALUCES A QUE PIENSEN SI UN GOBIERNO DE MORENO EN ANDALUCIA O DE FEIJÓ EN ESPAÑA SE ACORDARÍA DE ELL@S….
Desengañaté Cayetano
Todo lo que escribes en mayusculas, está muy bien pero son los mantras de la Izquierda y solo los creen la izquierda
El problema a mi juicio es otro
Antes en Andalucia, solo votaban a la derecha los que iban a la Universidad (es decir los señoritos). El resto, los jornaleros, peones del campo y trabajadores del metal del Campo de Gibraltar, Astilleros ó Linares, votaban Izquierda
Ahora la derecha se ha dado cuenta que hay que educar a la gente y para ello ha creado muchas Universidades en cada Capital de provincia ó gran ciudad (Jerez, Osuna)
Resultado, la gente es mas instruida y por tanto hay mas gente votante de derechas
Porque no olvidemos que salvo honrosas excepciones, en las Universidades andaluzas, los Catedráticos, Rectores y Profesores adjuntos, han sido elegidos, por su ideologia de Derechas (Y ES LO QUE TRANSMITEN)
Es lo que hay: Un fuerte abrazo
Hola José Luís, en Andalucía Moreno se vende como moderado y efectivamente no es de Vox, Juanma es del PP y tan identificado con la etapa de Rajoy en la que fue viceministro(secretario de estado) como lo es Feijoo. Pero pensar que por moderado, educado y tranquilo que fuera Rajoy hablando no era de derechas, es mucho pensar, no más le recordamos por el Gobierno de los Recortes, el de los consejos de gobierno de dolores para el pueblo.
Juanma dice que lo suyo es avanzar y la alternativa frankenstein es el pasado de los 40 años de gobierno del PSOE, pero el Sr. Moreno Bonilla olvida que su querido PSOE de Felipe González y sus gobiernos ya no existen. El Sr. Moreno olvida que en España se ha hecho historia, un punto y aparte en las izquierdas a partir del Gobierno de Coalición en 2019, no hay más que ver las medidas históricas nunca jamas llevadas a cabo en España (Reforma Laboral, SMI, Escudo social para salvar a trabajadores y autónomos ante la Crisis…) y que por tanto al igual que en España, un gobierno de progreso en Andalucía supondría un cambio histórico de modernización y futuro. El Sr. Moreno no olvida pero no puede ver la viga en su ojo, esa viga de pasado en sus medidas fracasadas que llevan a los recortes, a esos recortes de dolores para el pueblo que practiba como viceministro de Rajoy.
El Sr. Moreno supone la vuelta al pasado de Rajoy y en esta situación de Crisis europea por la guerra de Ucrania que parece va a durar, supone la vuelta de los recortes y el abandono de las ayudas (ya votaron en contra). Los andaluces deben ser conscientes que la situación de crisis económica de falta de trigo, gas, gasolina y gasoleos…, va a perdurar mientras dure la guerra y sus efectos económicos debemos afrontarlos desde la solidaridad y el reparto al que se niegan los grandes empresarios y el PP. Porqué tanto Feijoo como Moreno nos proponen en un marco de crisis económica europea e internacional medidas antiguas que ya fracasaron y que por ello las derechas europeas las han abandonado, son tan moderados como Rajoy y tan de derechas como él. Acaso los andaluces y españoles queremos a Rajoy dos en el gobierno de España o la junta de andalucia. Los andaluces conocen la moderación de Rajoy, pero también conocen los recortes de Rajoy para las Crisis. Y por desgracia hoy estamos en Crisis, eso sí, sin lanzamientos y sus numerosos suicidios, sin cifras de crecimiento galopantes de parados, sin crecimiento de la precarización del empleo, sin recortes de las pensiones… y la pregunta que deben lanzar a los andaluces es la de la Bombi ¿Por qué será?
Lo que van a hacer los andaluces no lo sabremos hasta el domingo José Luís, pero no es el tópico del mantra, creo que son la única Comunidad en la que las encuestas daban unánimente vencedor, y no una sino en dos ocasiones los andaluces las desmintieron. Una con Javier Arenas que se veía presidente y tuvo los mejores resultados del PP en la historia de Andalucia, mejores que los del Sr.Moreno; y otra las más recientes que perdió Susana Diaz y dieron el Gobierno al Sr. Moreno con Cs y Vox.
Los andaluces deben reflexionar si quieren la moderación de Rajoy que encarna su viceministro el Sr. Moreno, moderados en las formas pero más de derechas en sus recortes que Don Pelayo, o quieren un Gobierno de Progreso que afronte los cambios de modernización que necesita Andalucia para dar futuro a los andaluces, empleo, salarios y servicios públicos dignos.
Y el Domingo veremos si los andaluces por tercera vez engañan o no se dejan engañar por las encuestas.
Pero no es un problema de cultura, date cuenta que en Andalucia están escodiendo a nuestra Ayuso, y como decía la Bombi ¿Por qué será?, y como te decía lo que hay lo veremos cuando se abran las urnas y cuenten lo que haya.
Un fuerte abrazo.
lo que halla, perdón, aunque pudiera servir también por lo que nos encontremos o hayemos.
Un abrazo José Luís.
¿POR QUÉ? Es algo para reflexionar, dicen que los silencios hablan cuándo es la respuesta ante una incognita. ¿Por qué en las Noticias TV de mediodía de los dos únicos grupos mediáticos españoles y sus distintas cadenas, no hablan de las elecciones andaluzas? ¿Por qué no existe la Campaña Electoral de la Comunidad autónoma con más población de España en estos medios? ¿Es democrático o manipulador que las Tv no informen sobre la Campaña electoral andaluza, tal si borraran de la foto esta Campaña como hicieran dictadores archiconocidos en la Historia con sus adversarios? ¿Por qué?
Dicen que la ausencia puede hasta con el amor, que acaba por sustituirse. No lo sé, pero a porqué no hay Campaña Electoral en las Noticias del mediodía en las TVs del oligopolio mediático español. Es más, es legal ante la situación de oligopolio televisivo si consideramos no sólo los canales, sino también las audiencias ¿Qué los grandes canales privados televisivos priven a los andaluces, la mayor de las Comunidades autónomas en extensión y habitantes de su campaña electoral en, al menos, las Noticias del mediodia? ¿Hicieron lo mismo cuando se trató de la Comunidad Madrileña o la Catalana? ¿Lo hicieron en otras elecciones andaluzas? Qué motivación o justificación tiene este no tratamiento informativo o sustracción de la Campaña Electoral andaluza.
Si no gana Moreno con o sin Vox, será una gran sorpresa, al menos en estas condiciones cuando todavía no se acaba de recuperar la normalidad en la vida social. En fin, esta claro que la oligarquía española no apuesta por la modernización del Pais, y a la que puede nos viene con todos los impuestos al Sol, y valga esta expresión como metáfora. Viva Goya.