El actual debate sobre la reforma del sistema de pensiones esconde, como decía el otro día, aspectos que a pesar de su obvia relevancia no son habitualmente puestos encima de la mesa. En esta nota voy a intentar aclarar qué son los fondos de pensiones privados, los cuales se presentan como la alternativa más fiable al sistema vigente, y qué papel juegan en el capitalismo actual y en la crisis financiera internacional.
Técnicamente los sistemas de pensiones públicos de los países desarrollados son, por lo general, de tipo PAYGO (Pay as you go), es decir, sistemas de reparto en los que las contribuciones sociales de los trabajadores de hoy financian las pensiones de los trabajadores de ayer, y donde las pensiones de los trabajadores de hoy serán financiadas a partir de las contribuciones sociales de los trabajadores de mañana. Sin embargo, desde hace unas décadas estos sistemas están siendo amenazados por alternativas basadas en mecanismos muy distintos.
El sistema alternativo es el de capitalización, y suele vincularse con un sistema de pensiones privado a pesar de que también puede estar gestionado por una entidad pública. La característica fundamental del sistema de capitalización reside en que la pensión se calcula a partir del ahorro privado que cada individuo va realizando a lo largo de su vida más la rentabilidad que va ofreciendo dicho ahorro en el tiempo.
Lo vemos sencillamente. Bajo este sistema a los trabajadores se les detrae cada mes una parte del salario, que se deposita en un fondo de pensión. Toda esa cantidad de dinero no esperará a que el trabajador se jubile sino que será gestionada durante ese tiempo por alguna entidad gestora, la cual tendrá como objetivo acrecentar ese dinero mediante operaciones de compra-venta. El gestor, normalmente una entidad financiera, se llevará una parte de lo obtenido mientras que el resto se sumará al ahorro acumulado. Por lo tanto la suma del ahorro mensual y los beneficios derivados de las operaciones financieras llevadas a cabo por el gestor formarán la pensión final.
Las transformaciones financieras de las últimas décadas, tanto políticas como técnicas, han posibilitado que los mercados financieros sean mucho más rentables que el sector productivo, mientras que a la vez también han permitido que se puedan hacer muchas más operaciones en él de forma continuada. Así, el sector financiero ha atraído grandes cantidades de dinero y, dada la escasísima regulación existente, se han abierto nuevas actividades y negocios muy lucrativos en los cuales el dinero se ha reproducido a sí mismo mediante procesos especulativos.
Una de las novedades más importantes ha sido la aparición de los llamados inversores institucionales, un conjunto de entidades formadas por los fondos de inversión, los fondos de pensiones y las compañías de seguros. Se trata de un tipo de negocio basado en la recogida de dinero proveniente de diversas fuentes (en este caso de una parte de los frutos del trabajo) y cuyo objetivo es su revalorización en el mercado financiero, es decir, el aumento de su valor a través de operaciones financieras.
El sistema financiero ha dominado la economía moderna desde los años setenta y ochenta, cambiando incluso la lógica de las propias empresas. En este contexto, los fondos de pensiones privados se han convertido en un negocio en sí mismo, y es que dado que las cantidades gestionadas pueden ser asombrosas… los beneficios también.
El crecimiento de los fondos de pensiones ha sido especialmente importante en los últimos años, ya que sólo desde 2001 el valor de sus activos ha crecido casi un 80%. A finales de 2007 gestionaban un total de 30,38 billones de dólares (gráfico 1).
Su crecimiento ha sido espoleado por las entidades financieras, quienes gestionan de forma directa o indirecta la mayoría de dichos fondos. Pero además, detrás se encuentra un sinfín de empresas que basan su actividad en este negocio relativamente nuevo. No obstante, es necesaria la voluntad política para proceder a las desregulaciones que posibilitan la existencia de estos negocios. Y parte de esa estrategia consiste en desmantelar todo lo posible el sistema previo.
Las primeras privatizaciones de los sistemas de pensiones ocurrieron en América Latina, concretamente bajo la dictadura chilena y bajo las recomendaciones de los economistas neoliberales de la escuela de Chicago. Como en tantos otros aspectos, Chile fue el laboratorio para los experimentos que el mundo desarrollado vería en sus propias carnes más tarde.
Las reformas pueden hacerse mediante diversos métodos, pero es evidente que las más radicales no pueden tener éxito en países donde la Seguridad Social está fuertemente arraigada. Las formas más usadas son las privatizaciones parciales. Algunos países tienen sistemas mixtos (capitalización y reparto), otros tienen sistemas privados complementarios y voluntarios (como el caso de España) y otros tienen sistemas privados complementarios y obligatorios (el caso de Islandia, por ejemplo). Y son privatizaciones parciales porque operan en un contexto de deterioro del Estado del Bienestar (por dejadez política).
Por esa razón el avance de los fondos de pensiones es distinto según los países. Por ejemplo, los activos controlados por los fondos de pensiones en Estados Unidos en 2008 son equivalentes a un 169% del ingreso nacional, mientras que en España ese valor es sólo del 10% (Gráfico 2).
De hecho, Estados Unidos tiene casi el 65% de los activos totales controlados por los fondos de pensiones, seguido por el Reino Unido con un 10% y Canadá con un 5%. Es lógico, por lo tanto, que los países con mayor desarrollo de los fondos de pensiones suelan ser también los países con menores grados de Seguridad Social, y viceversa. Otros factores que explican el crecimiento de los fondos de pensiones son la caída de los salarios (y la consecuente disminución de las cotizaciones) y el miedo a un futuro incierto.
La tendencia de España es similar a la de otros países, esto es, un importante crecimiento de los inversores institucionales, que han pasado de controlar activos por un valor equivalente al 10% del PIB en 1989 a hacerlo por encima del 62% en 2006 (Gráfico 3). Sin embargo, en lo que se refiere a los fondos de pensiones se encuentran con un gran obstáculo: el sistema público y su arraigo en la población.
Los fondos de pensiones privados son, por lo tanto, un elemento más del capitalismo contemporáneo, esto es, del capitalismo financiarizado y neoliberal. Y funciona con la misma lógica de revalorización financiera: cualquier actividad que suponga rentabilidad es válida para un fondo de este tipo, desde las materias primas hasta la deuda pública de un país. De hecho, es posible especular incluso con otros fondos de pensiones o cualquier otro inversor institucional. Se trata de burbujas financieras que pueden alcanzar niveles espectaculares.
Es un elemento que, por lo tanto, entraña riesgos. Tanto para el sistema –al aumentar la inestabilidad- como para el mismo fondo. El valor de la pensión puede depender incluso íntegramente (depende del plan de pensiones contratado) de las actividades que ellos lleven a cabo. Dado que operan de forma especulativa para revalorizarse, pueden también tener pérdidas. Y con la crisis internacional hemos visto cómo el valor de sus activos ha caído más de un 18% de promedio entre final de 2007 y principios de 2008 (Fuente: ISFL).
Por último baste decir por el momento que los fondos de pensiones privados no son realmente, en sentido estricto, fondos de pensiones. Es simple ahorro privado, idéntico al que podemos hacer al contratar un fondo de inversión en cualquier banco. La diferencia más notable es, sin embargo, que vienen a sustituir un sistema eficiente y solidario que inmoviliza (de cara a la rentabilidad privada) grandes sumas de dinero.
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