Recientemente ha nacido un nuevo agregador de bitácoras bautizado con el nombre de “Neoprogs”, que pretende ser el punto de reunión de aquellos escritores que comparten como objetivo “la libertad, la igualdad, la justicia, la resistencia a la opresión, el progreso, la liberación mediante el conocimiento- y estar dispuesto a usar los medios más efectivos y razonables para lograrlos”. Los fundadores son viejos conocidos de RedProgresista, como es el caso de Citoyen, Egócrata, Judas , Lüzbel y Geógrafo, portal que casi todos han ido abandonando en el tiempo por diferentes razones. Son personas con una formación teórica muy trabajada, y con una forma de transmitir por lo general muy buena. Son también, y ante todo, amigos míos.

Pero lo primero que uno hace es preguntarse ante qué tipo de proyecto estamos. Su presentación formal nos deja, en realidad, más o menos tal y como estábamos antes de leerlo. Es tan ambiguo que más que aclarar, confunde. Y esa confusión puede ser, desde mi punto de vista, dramática.

Con este post me gustaría repasar, así sea de un modo superficial, las ideas básicas de este proyecto, e introducir una crítica que puede resultar interesante. Llevaba tiempo preparando un texto del estilo, pero lo dejaré para otra ocasión y me limitaré a proporcionar breves apuntes en esta entrada. Para ello utilizaré especialmente el artículo de Citoyen en el que resume su trayectoria ideológica, publicado recientemente en su blog.

El propio nombre del blog de Citoyen es en realidad el corazón de esta nueva red. Y ese es el objetivo de mi crítica, más que la nueva red en sí misma. “La ley de la gravedad” es la frase de referencia más utilizada por la mayoría de estos autores en sus artículos críticos con las posiciones políticas y económicas más izquierdistas. Como movimiento político se sitúan en la izquierda progresista, pero en el pensamiento económico están bajo la manta del liberalismo. Y esto segundo ocurre, esencialmente, porque la idea misma de ciencia que utilizan responde a un programa de investigación científica muy determinado y no, como ellos afirman, a la ciencia en sí.

La cuestión fundamental que separa las posiciones científicas de Citoyen y las mías, por ejemplo, es la metodológica. Y a partir de ahí es lógico que existan diferencias importantes en el modo de analizar los fenómenos y plantear propuestas.

A pesar de que “La ley de la gravedad” es una ley física, en este caso se utiliza en el ámbito de las ciencias sociales. La equivalencia en el nombre no es más que un recurso metafórico utilizado para atacar opiniones contrarias cuestionando el rigor científico de las mismas. La ley de la gravedad aplicada a las ciencias sociales por estas personas es, grosso modo, una forma de afirmar implícitamente que toda acción (individual y colectiva) tiene costes y beneficios.

Tras esto se encuentran realmente las dos tesis básicas en las que se basan el individualismo metodológico y la teoría de la elección racional. Estas dos tesis son las siguientes: la convicción de que la metodología utilizada en las ciencias naturales y las ciencias sociales es la misma, y de que existen unas leyes del comportamiento humano que determinan las acciones de los individuos.

A partir de aquí el resto va rodado. Si una persona asume las dos tesis arriba citadas, no tiene más remedio que continuar por la senda del individualismo metodológico y la teoría de la elección racional. Para aclararnos, definamos primero ambos programas de investigación.

En primer lugar, el programa de investigación al que hacen referencia es el individualismo metodológico. La característica general del mismo es la afirmación de que el individuo es el átomo básico del sistema social y que toda institución social es un mero agregado de las unidades mínimas. En este sentido, y como postulaba Thatcher en sus discursos, la sociedad no es más que la suma de los individuos. Como consecuencia, el objeto de análisis fundamental es la acción, desprovista de características subjetivas, es decir, tomada como resultado de unas preferencias y unas creencias ya dadas y sobre las que no se efectúa análisis alguno. El criterio que sirve para evaluar estas preferencias, de acuerdo con unos medios y fines determinados, es el del interés propio. Dicho de otra forma, los individuos son sujetos que reúnen unas características psicológicas comunes que les llevan a todos a buscar el mayor beneficio con el menor coste.

En segundo lugar, la teoría de la elección racional invita a describir todo tipo de fenómenos sociales basándose en el modo de actuar racional de los individuos y en que éstos actúan de acuerdo con los incentivos que existen en el medio. Dado que se acepta que los individuos buscan maximizar un algo, lo que sea, podemos predecir su comportamiento cuando se introduce un cambio en el coste de las preferencias que tienen.

Entendido esto podemos analizar algunas cuestiones particulares para comprender las implicaciones que tiene asumir las dos tesis.

En primer lugar, se niega la lucha de clases. Y se niega no cómo convicción ideológica, sino como criterio científico: las clases no pueden existir porque, sencillamente, el mundo está compuesto únicamente de individuos. Los individuos pueden ser pobres o ricos, pero las clases no existen. Por lo tanto, aquellas personas que defienden los derechos de la clase trabajadora estarían perdidas en un vacío metodológico. Esta es la crítica fundamental a la izquierda más clásica, y todas las referencias a lo anquilosada de ésta provienen de este razonamiento.

En segundo lugar, las teorías económicas se construyen de acuerdo a estos programas de investigación tan rígidos, y acaban por estar describiendo mundos irreales que no tienen nada que ver con la realidad. Y por lo general se acaban por defender las tesis neoclásicas y el libre mercado escasamente regulado. Existen otras teorías económicas construidas con mayor flexibilidad en la aplicación del individualismo metodológico (como la postkeynesiana), pero se rechazan por acientíficas. Otras como la marxista se niegan con aún más rapidez.

En tercer lugar, se niega también la influencia de las superestructuras sobre las voluntades. Sencillamente de nuevo porque se niega este concepto. Desde este punto de vista no existirían estructuras con capacidad de influencia sobre los individuos y, en todo caso, no sería científico realizar una aproximación al modo en que esto sucede. Eso se dejaría para sociólogos y economistas sin aspiraciones científicas.

Por lo tanto, la perspectiva metodológica asumida por algunos de estos autores conduce directamente a posiciones políticas e ideológicas que tienen más que ver con la defensa del status quo que con la transformación progresista del mismo. Por esta razón sucede que, en realidad, se está asumiendo un compromiso implícito con el sistema económico capitalista, de modo que la función del “científico” no es sino la de examinar su gestión más óptima.

Y, por cierto, no funciona. ¿Qué hubiesen respondido Citoyen o Egócrata si hace un año les hubiera sugerido la nacionalización de los principales bancos de occidente? ¿No es sensato pensar que me hubiesen dado un discursito sobre eficiencia del sistema financiero, crecimiento económico y asunción de costes? Voy un poco más allá. ¿No me hubiesen respondido, acaso, que era utópico o que la realidad no permite esas medidas? Es lo más probable, no nos engañemos. Como de hecho ha ocurrido con cualquier medida de orientación marxista propuesta.

No funciona porque el programa de investigación no es válido. Es erróneo y no describe la realidad más que cuando ciertas condiciones, muy poco comunes, se dan en el contexto socioeconómico. El programa de investigación no es capaz de explicar la creciente desigualdad en los ingresos, la no superación del subdesarrollo en los países pobres, el consumo desorbitado e inducido de los ciudadanos, o incluso la variación en los precios en la bolsa. No sirven más que para legitimar el sistema económico imperante y una muy particular forma de hacer política: la que interesa a los ricos.

No es una cuestión ideológica mía. Es la realidad la que nos lo muestra.

Dicho lo cual deseo lo mejor a esta nueva red, aunque sea crítico con su filosofía de fondo, y admito que seguiré visitando los blogs que la componen. Ya lo hacía antes y a partir de ahora lo haré con mucha más facilidad. Espero, también, poder mantener civilizados debates con quienes en lo que hoy aquí expreso no están de acuerdo. Que no serán pocos.