La asociación de Estudiantes por una Economía Crítica, inscrita en el registro de asociaciones de la Universidad de Málaga, lleva desde el 2005 luchando contra viento y marea por conseguir un local que sirva como punto de encuentro y soporte para la realización de sus actividades, tal y como recoge el reglamento de la propia universidad. A día de hoy ningún responsable de la institución ha cedido en su favor, y todas las promesas en esta línea se han desvanecido en el tiempo. El escaso espacio ha sido la excusa más recurrida en este tiempo.
Hace unos meses, sin embargo, un ejército de piratas desembarcó en el hall de la facultad. El Banco Santader instalaba allí mismo una sucursal, tras unas semanas de obras, y contrataba a decenas de comisionistas para captar clientes en la puerta principal del centro. Hace unas semanas, no obstante, otros piratas aparecieron por otro lado. La facultad, esta vez, tuvo que verse obligada a remodelar una clase, quitándole espacio, para que Unicaja pudiera instalar también su centro de operaciones.
Cuando de negocios hablamos, en esta sociedad capitalista, no hay problemas de espacio. Cuando de conocimiento y actividades de fomento de la cultura se trata, sin embargo, todo son pegas e imposibilidades. Y esto, de ocurrir en un centro comercial no nos extrañaría. Sin embargo, estamos hablando de la Universidad. Aunque tal vez la clave esté en que la frontera se ha difuminado tanto que ya incluso nosotros mismos nos confundimos.
Es un saqueo en toda regla, pues es hora de que hablemos claramente. Las entidades financieras que se han hospedado en esta facultad, como en tantas otras, han venido para hacer beneficios con el dinero de los alumnos, ahora convertidos en clientes potenciales. Y lo hacen a costa de espacio físico que corresponde al conocimiento, en general, y que debería, lógicamente, dedicarse al mismo. Pero se ve que recorremos el camino contrario.
A mi no me importa tanto el hecho de que estas entidades sean perniciosas para el buen y justo funcionamiento de una economía, pues bancos tenemos en todos sitios, como sí el patético ejemplo de prostitución pública que está teniendo la Universidad en este tema. Si falta dinero, que reivindiquen mayor financiación pública, siempre libre de contraprestaciones, y que no se prostituyan pidiendo favores a buscadores de tesoros.
Pero ya saben, la Universidad no es lo que era, si en algún momento fue lo que debía ser, y actualmente no es otra cosa que un espacio público reconvertido en una planta de formación de personal (recursos humanos, dicen) para las empresas privadas. Quejarse como hacemos unos cuantos parece cosa de locos, pues además se han atribuido ellos mismos el concepto de la razón. Y la mayoría, profesorado y alumnado, permanecen pasivos.
Y todos, ya estemos en un lado o en otro, asistimos a la subasta de la Universidad. El mejor postor, o el más sinvergüenza -más probable-, será quien se lleve el premio.