Un pensamiento generalizado entre la población, especialmente desde la crisis de deuda pública y de la presión de los mercados para disminuirla, es el culpar a los gobiernos de la actual situación por haberse endeudado demasiado. Comentaristas de cafetería acusan a las diferentes administraciones por haber derrochado dinero en planes de inversión pública y, en general, por la falta de eficiencia en su actividad (lo que incluye al funcionariado, la estructura de autonomías y hasta al sistema de pensiones). Son las consignas ideológicas de quienes buscan justificar los planes de ajuste y, por ende, las reformas pro-privatización que en algunos casos ya han llegado y que en otros las veremos más temprano que tarde.

Sin embargo, los datos no reflejan que el problema más acuciante sea el endeudamiento del Estado sino, precisamente, el endeudamiento de los agentes privados. El último informe del Research on Money and Finance ya revelaba esto no sólo para España, sino también para Portugal e incluso para Grecia. Como se puede ver en la siguiente gráfica, el endeudamiento público de España para finales del 2009 era sólo de un 13% del total del endeudamiento del país en su conjunto y de un 17% sobre el total del endeudamiento externo.

El crecimiento del endeudamiento público se ha disparado en los dos últimos años como consecuencia de los programas de reactivación de la economía y de la necesidad de financiar el déficit fiscal que crecía a la par que disminuían los ingresos públicos. Pero aún así, el problema del endeudamiento de la economía española reside en los actores privados, fundamentalmente en el sector financiero.

Este endeudamiento tan enorme tiene que ver con la necesidad de financiar unos déficits por cuenta corriente cada vez mayores. Como es sabido, la balanza de pagos tiene que estar en equilibrio y eso significa que si existen déficits en la cuenta corriente (es decir, que se importa más de lo que se exporta) es necesario que se reciba financiamiento del exterior (vía cuenta de capital o, sobre todo, cuenta financiera).

El tipo de financiación que se ha recibido puede ser, como se indica en el informe señalado, tanto generadora de deuda como no generadora de deuda. En sentido amplio podemos decir que se pueden recibir tres tipos de financiación diferente. La primera son las inversiones extranjeras directas, que son las compras de empresas españolas por parte de empresas extranjeras o la creación de nuevas empresas en España por parte de extranjeros. Este primer tipo de financiación no genera deuda. La segunda forma de financiación es vía emisión de títulos financieros (como bonos). Son títulos que las empresas emiten en el mercado financiero para recibir dinero con el que llevar a cabo sus actividades. Estos títulos generan deuda porque incluyen compromisos de pago (al cabo de x años la empresa tiene que devolver el precio nominal del título más unos intereses). Y la tercera forma de financiación son los préstamos, que también son generadores de deuda.

Para España podemos comprobar que han sido las inversiones en cartera (títulos financieros emitidos) los que han financiado de forma prácticamente exclusiva la actividad económica. Las inversiones directas han tenido signo negativos porque España es inversor neto de IED. Y los préstamos están recobrando ahora un papel clave con motivo de la menor importancia de las inversiones en cartera. Esto probablemente significa que es más barato para las empresas pedir prestado fuera que pagar la rentabilidad de unos bonos en los que en estos tiempos pocos confían.

Pero, ¿por qué tiene España unos déficits por cuenta corriente tan abultados? A partir de la ecuación de identidades de la contabilidad nacional podemos tener una pista. Todo déficit externo tiene que ser igual a la suma de los déficits privados y déficits públicos, es decir que (X-M) = (S-I) + (T-G). Si el ahorro privado (S) es menor que la inversión (I) tenemos déficit privado, y si la recaudación de impuestos (T) es menor que el gasto del gobierno (G) tenemos déficit público. Así que un déficit comercial, que sucede cuando las importaciones (M) son mayores que las exportaciones (X), puede darse por tres motivos: un incremento de la inversión, una reducción del ahorro privado o un incremento del déficit fiscal.

En España tenemos que recordar que el Tratado de Maastricht ha limitado las posibilidades de expansión del déficit fiscal, por lo que para explicar el asombroso crecimiento de la cuenta corriente tenemos que recurrir al ahorro privado o a la inversión. Y esas variables se han comportado de manera inversa, con un ahorro que caía continuamente y una inversión que crecía dando lugar así al creciente déficit privado de la economía española.

Tras la crisis, el déficit público se ha incrementado, pero la caída de la inversión y el incremento del ahorro han compensado y han llevado a una reducción en el saldo de la cuenta corriente.

Ahora la pregunta es ¿para qué se endeudaron tanto los agentes privados? La respuesta que da el informe del RMF es la competitividad. España, como otros países periféricos, habrían perdido la batalla competitiva frente a países del centro de Europa como Alemania, y se habrían visto obligados a estimular la demanda interna (consumo e inversión) mediante la propulsión que proporciona el crédito. Esto se habría conseguido gracias a los desarrollos financieros recientes (la financiarización) y a que el euro proporciona ventajas a los bancos que operan en los países periféricos (ventajas sobre el dólar y ventajas respecto a los tipos de interés reales). La batalla perdida en la lucha por la competitividad (realizada a partir de la presión sobre los salarios) habría llevado al déficit comercial y, así, a la necesidad de endeudamiento.

Así que el problema de España no es el endeudamieto público sino el privado. La ruptura del modelo de crecimiento basado en la construcción -propulsada por los créditos!- ha acabado con el esquema de las últimas décadas y, sin herramientas para poder devaluar la moneda, la opción oficial es llevar a cabo planes de ajuste.

Pero esos planes en todo caso no funcionarán porque dañan la demanda interna (consumo, inversión y gasto público) y es prácticamente imposible que España pueda potenciar su sector exterior (exportaciones), de modo que el crecimiento económico estará sentenciado por largo tiempo. Recordemos que el PIB es la suma de Consumo, Inversión, Gasto Público y Cuenta Corriente. Los «brotes verdes» y derivados han sido el espejismo de un Gasto Público creciente. Tal gasto empujó la Deuda Pública, y las presiones para reducirla llevarán a una subida de impuestos que mitigarán la capacidad de consumo (¡sobre todo si se aplican sobre las clases que gastan casi toda su renta en consumo!) mientras que la reducción de gasto público llevará a una reducción del crecimiento tanto directamente (por menor influencia sobre el PIB) como indirectamente (las transferencias sociales permiten a los ciudadanos consumir). La inversión estará paralizada por dos motivos fundamentales. El primero, que no hay modelo productivo ni los empresarios saben en qué invertir. El segundo, que es una locura invertir en un país con una capacidad de consumo en retroceso y con un Estado que deja de estimular el crecimiento.

Por su parte, los empresarios están buscando reducir costes laborales (vía flexibilización del trabajo -reforma laboral- y vía reducción cotizaciones -reforma pensiones-) en un intento por ser más competitivos. Buscan, parece, convertirnos en un país de exportaciones, con una débil demanda interna, y basado en explotar la competitividad espúrea. Pero la falta de competitividad no es un problema que pueda corregirse con facilidad. En el capitalismo no todos pueden ganar. Alemania tiene una ventaja insuperable, y España no puede pretender utilizar la misma estrategia porque ellos ya llegaron primeros a la meta. Y porque… por definición no todos los países pueden ser exportadores.

Por eso las salidas probables que tenga todo esto sean o bien una salida de la zona euro -sea forzosa o sea planificada- que permita recuperar herramientas de política monetaria tales como la devaluación o bien un proceso inflacionario que corroa las deudas que están ahogando la economía. O una combinación de ambas. Ya veremos, aunque es evidente que habrá ganadores y perdedores. Y quienes se sienten en uno u otro lado dependerá, como siempre, de la relación de fuerzas.