Cada cierto tiempo en el ecosistema de la izquierda política y social deviene el debate sobre la utilidad y relaciones de las instituciones políticas y las movilizaciones sociales. ¿Son útiles? ¿Cuáles son sus límites? ¿Cómo se relacionan? Este debate aparece siempre en contextos históricos diferentes y, sin embargo, todos los casos contienen elementos comunes. En la actualidad, y a raíz de la discusión sobre si se ha cerrado o no el ciclo político, ha vuelto a surgir. Pero es verdad que lo hace, otra vez, sin demasiado rigor. En el debate nunca queda claro a qué nos referimos con ciclo político, calle, movilización, etc. Y mucho menos aparecen esos conceptos vinculados a la realidad o, al menos, a indicadores empíricos.
Mi hipótesis de trabajo sobre esta cuestión es la siguiente: el debate se enfoca de forma errónea porque se refiere a fenómenos y/o mecanismos –las instituciones y la movilización social- que son en realidad relaciones sociales, esto es, el resultado de otros procesos que son sistemáticamente ignorados en el análisis. En este largo artículo me propongo dos cosas. La primera, dotarnos de un marco teórico que, enraizado en el marxismo, nos permita entender cómo se relacionan los componentes fundamentales del cambio histórico en una sociedad. La segunda, analizar los datos empíricos de nuestra realidad política a fin de contrastar las hipótesis que se discuten en estos días sobre el cierre (o no) del ciclo político.
Es evidente que cuando decimos que la movilización social es importante para la transformación social encontramos importante aceptación. Es más, todos los analistas, independientemente de la tradición política a la que pertenecen, han dado mucha importancia a fenómenos como el 15-M. Sin embargo, rara vez se trata de explicar si la movilización social es una causa, una consecuencia o ambas cosas al mismo tiempo. Es decir, cómo se relaciona con el resto de fenómenos o conceptos sociales. En general esto es producto de la ausencia de un marco teórico que nos permita entender la globalidad de las relaciones.
PARTE I: Un marco de análisis marxista
En la tradición marxista, que dispone asimismo de una filosofía de la historia, se asume que la lucha de clases es el motor de la historia; donde lucha de clases significa la cristalización del antagonismo entre sectores sociales que ocupan diferentes posiciones en la división del trabajo. La estructura de clases de una sociedad constituiría, a su vez, el limitante de la lucha de clases, la conciencia de clase y la formación de clase. Es decir, el cómo está repartida la sociedad en clases determina los márgenes de acción colectiva. A efectos de organización, conciencia y correlación de fuerzas no es lo mismo una sociedad polarizada que una sociedad fragmentada en múltiples pedazos. Según el conocido esquema de Olin Wright, las interrelaciones entre estos conceptos serían las siguientes:
De aquí puede deducirse que la lucha de clases, si bien está limitada por la estructura de clases, es la que permite la transformación de ésta. Dicho de otro modo, es la lucha de clases –la victoria en esta lucha- la que permite transformar la sociedad y por lo tanto cambiar la distribución de recursos. Lo que es relevante, no obstante, es comprender que la lucha de clases también transforma tanto la conciencia de clase como la formación de clase, es decir, la concepción del mundo y las formas de organizarse de quienes participan en la lucha.
Ante este esquema tenemos dos preguntas. En primer lugar, si la lucha de clases es el principio que transforma la sociedad, ¿dónde se produce esa lucha de clases? En segundo lugar, ¿la estructura de clases, que limita la lucha, sólo cambia a través de la propia lucha? Respondámoslo por separado.
El concepto de lucha de clases tiene un prerrequisito obvio, que es asumir que la sociedad se divide en clases. Esto, que es un punto de encuentro de la sociología desde antes de Karl Marx y Max Weber, desaparece en las interpretaciones posmodernas. En efecto, el desvanecido sujeto posmoderno –como se puede encontrar en Laclau- niega cualquier conexión de clase y reestablecen al individuo como ser aislado de la realidad material y totalmente moldeable por las estrategias discursivas. Si renunciamos a esta aproximación posmoderna, en la que prácticamente todo vale, tenemos que asumir que la ubicación en la estructura productiva es un determinante del acceso a los recursos de una sociedad y, por ello, también de la capacidad para influir sobre la propia vida. Es decir, la evolución de la sociedad capitalista y su división del trabajo va creando una suerte de “huecos” en los que se incorporan los individuos tras una lucha competitiva y a partir de unas dotaciones iniciales -determinadas a su vez por el “hueco” ocupado por sus familias. Dicho de una forma más coloquial: no es lo mismo nacer en el seno de una familia propietaria de empresas que hacerlo en el seno de una familia dedicada a trabajar en la minería como asalariados, pero además esas diferentes ocupaciones en el mapa de la división del trabajo explican las diferentes capacidades para influir en sus propias vidas. Y la relación entre clases es, al nivel más abstracto, antagónica porque los recursos y el bienestar de una clase se derivan de la explotación sobre la actividad y el trabajo de otra.
Aclarado esto, conviene expresar que la lucha de clases se produce a todos los niveles de la sociedad cuando intervienen bien agentes que pertenecen a diferentes clases bien organizaciones que representan a determinadas clases y el frente de batalla es, asimismo, un frente de clases. Esto quiere decir que la disputa se produce en relación al carácter antagónico de las clases. En estas circunstancias, tanto la movilización social como la lucha institucional pueden ser, de hecho, manifestaciones de la lucha de clases.
El problema se traslada a definir bien los límites de estos mecanismos. Y ahí entramos de lleno en el debate sobre qué es el Estado. No tengo espacio aquí para desarrollar estas ideas, que por otra parte son extraordinariamente complejas. Por lo general puede decirse que aquellas interpretaciones que, como las de Marx, Engels, Lenin o el anarquismo, asumen que el Estado es un sujeto o instrumento al servicio de la clase explotadora tienden a rechazar el parlamentarismo o a limitarlo a una herramienta de propaganda; proponiendo, de hecho, su destrucción en el curso de la revolución. Así es como estas interpretaciones vuelcan casi todo el potencial en la movilización social organizada como forma de poder destruir el Estado y sustituirlo por otro nuevo que ya no sería, de hecho, un Estado. Las interpretaciones socialdemócratas y revisionistas, nacidas con Berstein, consideran por el contrario que el Estado es un instrumento neutral, en términos de clase, y asumen que el parlamentarismo es condición suficiente para transformar la sociedad y que, por lo tanto, la movilización social puede acompañar para facilitar las cosas -si bien no es necesaria. Mi posición propia es la de inclinarme a no considerar al Estado como un sujeto o instrumento, sino como una relación social. Esta interpretación, nacida con Gramsci y Poulantzas, nos permite entender que el Estado es una configuración institucional que condensa la relación entre clases sociales y que, por lo tanto, es expresión de la correlación de fuerzas en un momento determinado. Y todo ello limitado por la trayectoria de largo plazo del capitalismo. Esto nos permite entender cómo el Estado ha podido desarrollar un institución como el Estado Social –cosa extraña si el Estado fuera sólo reflejo de los intereses de la clase dominante- pero también el saqueo organizado de los rescates financieros o las reformas laborales.
Obsérvese, por ejemplo, que las discusiones de la izquierda sobre el eurocomunismo de los años setenta (con Carrillo como representación española) o sobre la forma del sujeto político (en la disyuntiva entre partido político clásico o movimiento político y social) se derivan inmediatamente de los mismos debates acerca de la naturaleza del Estado.
Ahora bien, si aceptamos que la movilización social y la institución parlamentaria son instrumentos limitados conviene avanzar en las formas en las que pueden convertirse en instrumentos más amplificadores que limitantes. Hemos dicho que la lucha de clases es el motor de la transformación, pero ésta tiene que apuntar hacia algún sitio. Aquí el proyecto político es esencial, y éste se deriva de una producción intelectual –aunque combinada con la praxis. Así, la movilización social y la participación institucional han de ser estratégicas, esto es, coherentes con un proyecto político definido. De ahí que los otros componentes del esquema precedente sean tan importantes: la conciencia de clase y la formación de clase, es decir, la concepción del mundo y la organización política. La organización política está limitada a su vez por la estructura de clases, pues no es lo mismo organizarse en las fábricas del fordismo que en el actual mundo de la precariedad laboral. Pero aquí me interesa poner el foco en otro punto: ¿dónde se obtiene la conciencia de clase?
En relación a esta pregunta muchos han tratado de caricaturizar las propuestas de Lenin y Gramsci acerca de la vanguardia, mal entendida como el colectivo que proporciona la conciencia, de forma elitista, a las clases explotadas. Pero lo cierto es que ambos supieron entender que la conciencia de clase se obtiene a partir de la experiencia propia, es decir, de la experiencia vital con las consecuencias cotidianas del capitalismo. De ahí que Lenin insistiera tanto, por ejemplo, en las tareas de agitación y propaganda en las fábricas o en la necesidad de un gran periódico nacional de la clase obrera que llegara a todos los puntos de país en los que se producía la explotación.
Para el Lenin de 1902, de hecho, las manifestaciones espontáneas –producidas en las fábricas y cuya organización los revolucionarios no tenían nada que ver- eran «la forma embrionaria de lo consciente», una suerte de sentimiento de «sentir la necesidad de oponer resistencia colectiva» en tanto que eran «manifestación de la desesperación». En su crítica al sindicalismo, por circunscribir la lucha a las meras mejoras laborales, Lenin insistió en que la clase obrera debía «hacerse eco de todos los casos de arbitrariedad y de opresión, de todos los abusos y violencias, cualesquiera que sean las clases afectadas» y desde un punto de vista revolucionario. Este pensamiento, compartido por Gramsci años más tarde, nos habla tempranamente de cómo se construía la hegemonía política, es decir, una concepción del mundo diferente. Y creo que es correcta la conclusión: la conciencia emerge en el conflicto social y el paso de un sentimiento espontáneo de rabia o frustración –que nace de una expresión real de las contradicciones del capitalismo- a una actitud de compromiso político nace de la combinación entre una organización politizada y el conflicto social. Lo hemos dicho muchas veces: el ejemplo es la familia desahuciada, que no acaba de comprender la causa profunda de su injusticia hasta que una organización politizada le ayuda solidariamente y se lo explica al mismo tiempo.
En suma, podríamos decir que para el marxismo, naturalmente bajo mi interpretación, la movilización social no está reñida con la participación institucional si bien es prevalente y condición necesaria. Es el mecanismo de construcción de identidad de clase, de conciencia, que se puede apoyar en las instituciones siempre que se reconozca el carácter limitado y limitante de la propia institución parlamentaria en condiciones capitalistas.
En segundo lugar, la dinámica o trayectoria del capitalismo, como sistema económico con sus propias leyes y empujado por el motor de la ganancia privada, demarca también la estructura de clases en cada momento histórico. Naturalmente, no es el mismo capitalismo el del siglo XIX que el del siglo XX o el actual, como tampoco lo es el de Haiti, el de Suecia o el de España. Pero en todos afectan las mismas trayectorias de fondo, lo que permite a la economía mostrar ciertas regularidades en sus tendencias, como son por ejemplo las crisis cíclicas. Y esto nos permite ver cómo la dinámica capitalista, que afecta a las clases sociales a través del dispositivo de la ganancia y la competencia, transforman también la estructura de clases. Las transformaciones económicas de las últimas décadas –lo que hemos llamado transición del fordismo al posfordismo- deben explicarse a partir de estos criterios. Y es así, de hecho, como se establece un nexo entre el comportamiento económico y la movilización social.
PARTE II: Lo que está sucediendo en España
Tratado, aunque sea someramente y con insuficiencias, el marco teórico, podemos examinar un poco más de cerca lo que ha pasado en España. Sabemos que el régimen de acumulación neoliberal, en su concreción española, entró en crisis en torno al año 2007. El modelo de crecimiento, estructurado en torno a la relación centro-periferia que se daba en el seno de la UE y sostenido por los frágiles y temporales beneficios que producía la burbuja inmobiliaria, estalló gravemente tras la irrupción de la crisis financiera internacional –con origen ésta en el mercado inmobiliario de EEUU. Desde entonces, el panorama macroeconómico ha sido el siguiente:
Como se puede comprobar, es fácil ver cómo la gravedad de la crisis económica ha afectado muy especialmente a la tasa de desempleo. Sólo recientemente, tras 2013 parece que disminuye la tasa de desempleo a costa de un incremento en la precariedad (crece la temporalidad y el número de personas que cobran menos de 300 euros al mes), un incremento en la explotación laboral (la parte salarial de la renta ha disminuido, mientras los salarios reales de los estratos más bajos han menguado) y la disminución de la población activa (muchos parados dejan de serlo oficialmente porque emigran o se desaniman). Al mismo tiempo, en los últimos años ha crecido el PIB en parte por esta reconfiguración laboral y en parte por factores exógenos (depreciación del euro, bajos precios del petróleo, inyecciones monetarias del BCE…).
Lo relevante es comprobar como un ciclo económico recesivo comenzó con la crisis económica en torno a 2007-2008. Según la tradición marxista, de inspiración materialista, y casi diría que del sentido común, este hecho iba necesariamente a provocar un incremento de la movilización social. Es decir, la conexión entre la esfera económica y la esfera política se produciría a través de la movilización social. Esto mismo planteaba Gramsci cuando definió la crisis orgánica como el resultado de una crisis económica que por su gravedad se convertía también en una crisis política. Eso sí, también se presuponía que asistiríamos a un ciclo de movilizaciones que, de forma incipiente, tendría un carácter espontáneo y limitado a protestas sectoriales, particularmente laborales. ¿Ocurrió esto?
Observando los datos veremos que si nos limitamos a la concepción más tradicional, que identificaba movilización con huelgas (como hacía Marx, por ejemplo), encontramos un ligero crecimiento de las huelgas tras 2008 pero acompañado incluso de una reducción en la participación. En definitiva, nada concluyente.
Si por el contrario utilizamos una concepción más amplia, que identifica la movilización social con el número de manifestaciones sí encontramos un patrón clarísimo. Efectivamente, las movilizaciones se multiplicaron desde 2008, tanto las relacionadas con el mundo laboral como con el resto de manifestaciones sociales (excluyendo las de carácter nacionalista y las vinculadas al terrorismo nacional e internacional).
Lo que vemos es una aparente fuerte relación entre la crisis económica y la movilización social, tal y como se esperaba. Pero también observamos que la movilización social se ha ido reduciendo desde 2013, algo que también tendremos que explicar. No obstante, encontramos también que aún con esta reducción los niveles de movilización son históricamente muy altos. En todo caso, de momento nos quedamos con la relación entre crisis económica y movilización social y que es, de hecho, una afirmación del nexo material y político.
Si para estos años teníamos, aparentemente, una mayor movilización social, también en algún momento tendríamos que ver cierta conciencia de clase. Aunque esto dependía, según el marxismo, de la capacidad de las organizaciones para convertir la rabia en compromiso político. La conciencia de clase podemos medirla, aproximadamente, en términos de intención de voto a los partidos rupturistas. Para este artículo lo que he hecho ha sido trabajar con el espacio político de Unidos Podemos como sujeto político (lo que significa aglutinar los resultados históricos de IU, ICV, Compromis, Podemos, ECP y EnMarea) y a partir de los datos brutos de intención directa de voto que proporciona el CIS (que me parecían los más serios y más limpios).
En este caso observamos cómo la parte destituyente de la crisis, si podemos llamarla así, se concentró en penalizar a los partidos del sistema –el bipartidismo- de forma muy severa. Pero esta vez el ciclo comienza más tarde, en torno a 2011, con retraso respecto a la crisis económica, lo que es coherente con la interpretación gramsciana del puente entre crisis económica y crisis política que define una crisis orgánica.
También vemos como el crecimiento de la abstención puede entenderse como un reflejo de la pérdida de legitimidad del sistema político, puesto que crece casi al mismo ritmo que decrece el peso del bipartidismo. Y, finalmente, vemos en esos años un ligero incremento del espacio político de UP (entonces conformado por IU, ICV y Compromis) que puede entenderse como un crecimiento, igualmente ligero, de la conciencia de clase. Con posterioridad a 2014 el crecimiento del espacio de UP es simultáneo a la reducción de la abstención y cierta recuperación del bipartidismo. No obstante, el margen entre el bipartidismo y el espacio de UP continúa en records históricos.
En este punto nos surgen muchas preguntas. ¿Qué relación existe entre la movilización y el crecimiento de la conciencia de clase? ¿Hay diferencias sustantivas entre los efectos medidos a través de IU y a través de Podemos? Para afrontarlas, conviene estudiar el siguiente gráfico:
En este nuevo gráfico, ahora en términos mensuales, podemos observar varias cuestiones relevantes. En primer lugar, la movilización social alcanza su máximo en septiembre de 2012 y decae notablemente en marzo de 2013. Aunque se observa con mayor dificultad, la tendencia de ligero incremento de UP se interrumpe también en verano de 2013 y empieza a retroceder hasta mayo de 2014. Estos datos son relevantes porque se producen todos antes de la irrupción de Podemos (que se presentó en enero de 2014 y del que tenemos datos desde primavera de 2014). Así, debemos rechazar toda hipótesis que afirme que la desmovilización social y la caída de voto de una IU en ascenso, fenómenos producidos en 2013, son responsabilidad directa de Podemos.
A partir de la irrupción de Podemos, el espacio político rupturista se incrementa de forma espectacular (con una transferencia interna desde IU e ICV hacia Podemos) y la movilización se mantiene en niveles inferiores a los de 2012 pero parecidos a los de 2013. Es definitivamente en 2015 cuando la movilización social se desploma, igual que el espacio de Unidos Podemos. Dado que no tenemos datos de movilizaciones en 2016 somos incapaces de ver qué relación ha existido entre la recuperación de UP en 2016 y la movilización, aunque tiendo a pensar que ésta se ha mantenido en niveles más bajos que en 2014 pero aún más altos que en 2011.
Finalmente, conviene plantearnos si con estos datos estamos en condiciones de afirmar que se ha cerrado el ciclo político. A mi juicio, de ninguna manera. Todos los indicadores examinados de movilización social y conciencia (medida a través de la intención de voto) muestran niveles históricamente altos respecto al ciclo económico precedente. Mi hipótesis es que aunque estamos en camino de consolidar un modelo económico regresivo, una neoliberal vuelta de tuerca más, aún falta mucho para eso. Dicho proceso, constituido por las reformas estructurales y los programas de estabilidad, siguen afectando a las condiciones materiales de vida de la gente y continúan latentes condiciones objetivas de salto político. Tenemos la obligación de enmarcar este análisis en las trayectorias de largo plazo del capitalismo, todo lo cual abunda en el diagnóstico de que la batalla política no sólo no ha terminado sino que, de hecho, está empezando.
Ahora bien, algunos otros datos pueden apuntalar esta idea. Por ejemplo, las perspectivas de mejora económica y política de los ciudadanos. Podemos observar aquí con absoluta nitidez cómo la crisis económica hundió tales expectativas desde el inicio de la crisis y que desde entonces se han mantenido en niveles realmente ridículos:
Si realmente estuviéramos asistiendo a un ciclo político diferente deberíamos ver un comportamiento sustancialmente diferente a partir de 2016, y sin embargo no es así. Lo que sí podemos comprobar es el desplazamiento relativo de las preocupaciones, como nos enseña el siguiente gráfico:
Aquí podemos ver cómo la preocupación por el sistema político crece progresivamente desde el inicio de la crisis, para empezar a recuperarse al mismo tiempo que vimos que la movilización se redujo. El crecimiento de la preocupación por la corrupción es más que notable, coincidiendo temporalmente con la aparición de los papeles de Bárcenas. Y obsérvese, sin embargo, cómo el crecimiento de la preocupación por la sanidad y la educación no han mostrado ningún decrecimiento sino todo lo contrario. Parece todo ello abundar en la hipótesis de que el ciclo político continúa.
Conclusiones
Desde mi punto de vista seguimos asistiendo en España a una crisis de régimen –crisis orgánica en terminología gramsciana- que ha trastocado los cimientos del modelo económico y político. Ello es, a su vez, consecuencia del estadio en el que se encuentra la economía capitalista a nivel mundial, que está comprimiendo las capacidades de los estados para proteger a la clase trabajadora y, por lo tanto, eleva la frustración social. Efectos de todo ello los estamos viendo a lo largo de toda Europa. No obstante, esta frustración social no se convierte automáticamente en una posición emancipatoria o de izquierdas sino que media un combate político en el que los principios y valores de izquierdas entran en disputa directa con los de la derecha.
En España la construcción, lenta y contradictoria, del espacio político de Unidos Podemos es una buena noticia para enfrentar dicha batalla. Aún hay tareas pendientes de importancia crucial, como es definir nítidamente el proyecto político defendido y articularlo en torno a la movilización social. Para ello el espacio político debe consolidarse también orgánicamente en formas compatibles y coherentes con una estrategia política consecuente. Nada de eso está aún definido en el marco del espacio político y, de hecho, se puede observar tensión al respecto en el seno de la fuerza más numerosa. Al mismo tiempo tenemos que afrontar los retos que nos impone el conflicto territorial y otros que no se han analizado aquí.
De estos planteamientos se deducen muchas cosas que, a mi juicio, son relevantes. En primer lugar, la estrategia a seguir no debe renunciar en ningún caso a una adecuada estrategia discursiva, todo lo cual sería un suicidio. La movilización social debe articularse en torno a los problemas vitales y más urgentes de la clase trabajadora, como la sanidad, la educación o la precariedad, pero debe defenderse a través de discursos que comprenda nuestra clase. Cualquier intento de transitar por el camino de las manifestaciones autorreferenciales y litúrgicas será un billete directo al fracaso. En segundo lugar, la radicalidad es condición necesaria del éxito a corto y largo plazo porque atiende a la raíz de los problemas y proporciona soluciones que son efectivas. Esta radicalidad no se encuentra en la estética sino en el contenido político, y tiene que ver con la predominancia de la estrategia sobre la táctica. En tercer lugar, cabe reconocer el carácter limitante de las instituciones, de lo que obtenemos que cabe renunciar a considerar este aspecto el elemento central de la estrategia. En cuarto lugar, el espacio de unidad se construye mediante la superación de innumerables contradicciones y obstáculos, pues el adversario también participa, de lo que se deduce la necesidad de mucha pedagogía para consolidar el espacio. Y, en quinto lugar, cabe definir correctamente al enemigo. Para ello conviene saber distinguir los matices que separan la estructura de clase de las organizaciones que representan a las clases. Esto es evidente en tanto vemos que la crisis de régimen se traduce también en crisis de gobernabilidad y en crisis del bipartidismo. Acentuar las contradicciones en esas relaciones es tarea del espacio de UP, que siempre tiene que poner el foco en las víctimas de la crisis y del capitalismo.
En suma, creo que el camino es bueno y los retos apasionantes si estamos bien armados. Y eso significa, en la terminología marxista, conciencia de clase, formación de clase y lucha de clase. O, en terminología más coloquial y aproximada: pedagogía, organización y proyecto político.
Marx definió una teoría de la realidad social en su Materialismo Histórico…donde básicamente hay una estructura económica donde coexisten dos clases sociales: la de los capitalistas o explotadores y la de los proletarios o explotados. Sobre esta Estructura Económica encontramos una Superestructura Ideológica (política, moral, religión, derecho, arte y filosofía) que delimita una Conciencia Social. La estructura económica condiciona la superestructura ideológica y ésta justifica a aquella, lo que permite su supervivencia. Los sistemas político, jurídico y religioso forman el esqueleto fundamental de esa conciencia social o superestructura. Y permiten justificar y mantener la situación de explotadores y explotados. Aunque siempre existirán excepciones entre los integrantes de cada uno de los sistemas, ello no anula que el sistema en su conjunto sea perfectamente lógico.
Extrapolando el análisis marxista a la actualidad, observamos muchas situaciones que ratifican su validez. Los desahucios se ejecutan por una ley (superestructura jurídica) que los autoriza. Los políticos dicen que tienen que obedecer las leyes que ellos mismos han aprobado y que hay que proteger el sistema bancario para evitar un caos en todo el país. La Iglesia sólo opina para preservar sus ingresos. Incluso para ella es una situación positiva porque potencia la caridad en detrimento de la justicia.
No podemos olvidar el paro, los bajos salarios, la corrupción, el desmantelamiento de las empresas públicas (siempre con superestructura jurídica y política explicando la legalidad de los mismos) …
El verdadero marxismo es perfectamente válido si hay alguien que sepa aplicarlo…
Saludos
Mark, bien es cierto, pero la estructura recoge a los medios materiales o físicos de producción, en su organización y detentación, correspondiente a una distribución social en la misma. La relación estructura-superestructura es un relato inacabado, por qué no dilucida el motor de la evolución. El marxismo de la 2ª mitad del XIX, recurrirá unívocamente a la lucha de clases para explicar ésta, pues en lógica si el valor procede del trabajo y el conflicto es sobre el mismo, será el mundo del trabajo su motor.
Indudablemente la lucha de clases es condición necesaria para la evolución, pero ¿es detonante o es consecuencia?. La lucha de clases aparece como reflejo subjetivo de la conciencia para sí, es una consecuencia probable de fallas entre estructura y superestructura. Ésto, implica la necesidad de lucha de clases al tiempo que reconoce su inexclusividad, su concurrencia con otras causas, algunas primarias o detonantes de la propia lucha de clases, que es subjetiva (dado que el antagonismo, o las contradicciones objetivas entre clases, no son condición suficiente -como muestra toda la historia de la Humanidad-).
Normalmente el Poder en sus diferentes formas y tamaños, desde macro a micro, suele cambiar por implosión, aunque en ocasiones sea apuntillado por procesos de cambio raiz, revolucionario.
Cuestiones importantes respecto al proceso concienciador del para sí, es la consistencia ideológica del mismo, la credibilidad del para sí. Hoy día, tras la caida de los sistemas socialistas en el mundo, con la reconversión de los existentes y la deriva socialdemócrata al neoliberalismo, no podemos permanecer imperterritos en nuestros idearios, ni retroceder hasta el voluntarismo Ilustrado, pese a que nos reconozcamos en todos ellos.
La propiedad estatal de los medios de producción como alternativa sistémica, ha fracasado no sólo por ineficacia económica, sino por que en esencia reproduce el esquema de un oligopolio (con diferencias materiales importantes, pero que no cambia la relación de poder en la producción y distribución, detentada por una minoría o nomenclatura.). Base compartida con el capitalismo que ha permitido su transitar a países socialistas en un chascar los dedos.
Luego las infraestructuras, es decir, los medios materiales de producción y comunicación, intervienen en la relación humana organizada en los mismos. No es lo mismo organizar una gran institución económica de 1000, que deben adoptar decisiones unívocas; que fomentar en 1000 tomar cuantas decisiones estimen oportunas y constituir una cultura, uso, costumbre o camino disperso por falta de uniformidad.
Lo primero, pese a todo voluntarismo y organización que pretendamos adoptar para asegurar la democracia, acabará en oligopolio. Su principio radical de democracia es la aceptación de una verdad, una decisión que obliga a tod@s, una expresión unívoca del interés general.
Sin embargo, el intercambio o relación dentro del proceso productivo y distributivo, puede aparecer en el postcapitalismo como efecto de la libre e independiente decisión de cada un@. Siempre que la actividad económica sea, como decía Paul Mason en «postcapitalismo», producto de una red.
Que además recuperará la concreción de la producción y relación directa entre productores al intercambiar, siendo materialmente equivalentes equiparables, y por ende desanudando el conflicto entre producción e intercambio que planteó Marx -acertadamente- en el capitalismo, al evaluar la teoría de Adam Smith.
Es en esa perspectiva donde cobra realmente valor el término de democratización económica, y en la que se supera la valorización del Capital(sujeto automático), la necesidad del incremento o acumulación del mismo como principio rector. Dado que sólo en dicho sistema alternativo en medios e infraestructuras, en las estructuras, damos alternativa real al capitalismo y los valores y principios que porta.
Atender a las posibilidades tecnológicas del momento, sobre todo atender a la implosión y respuestas de las dinámicas capitalistas, a las condiciones culturales y sociales que representan las clases medias y trabajadoras cualificadas, a la esclerotización e ineficiencia económica que supone la uniformización de los grandes oligopolios. Abren la posibilidad de que los intereses transversales compartidos por clases medias y trabajadoras, acaben por plantear no sólo una alternativa política al hoy, sino llegar a la conclusión de la necesidad de desplazar a los oligopolios y su forma de producir y distribuir. Por ello atender a las potencialidades tecnológicas, pero también a las nuevas experiencias de negocios colaborativos lucrativos o no, en campos que alcanzan la investigación y producción, son tan importantes. Portan valores, principios, formas de ejercer la actividad económica que son germen a potenciar desde la acción estatal. La izquierda será impotente en tanto no tenga alternativa radical a la forma y medios de producir, distribuir y comunicarse que nos ofrece el capitalismo hiperconcentrado y centralizado. Será impotente y sólo podrá reclamar mejoras coyunturales, dádivas en la distribución de la riqueza, la disminución de la desigualdad, pero dejando intacta la esencia que alimenta dichos problemas. Estará impotente dentro de la estructura del Antiguo Régimen, mientras mantega intocables no ya a l@s absolutistas de hoy y sus oligopolios, sino a sus formas de producir e intercambiar, la forma de relacionarse y entender la vida.
El capitalismo alumbra un nuevo humanismo al romper relaciones sociales, de producción e intercambio, culturales…, iniciando una nueva forma de ver el mundo. Hoy en los países de capitalismo avanzado, muere lo viejo por la implosión del sistema que puede llevarnos a la distopía, e incluso a la extinción; pero en su crisis también nace la posibilidad de la utopía, utopía que para superar al capitalismo, debe superar las alternativas pasadas acumulando su experiencia para saber qué hacer y qué no hacer.
Un abrazo.
¿Para quien se escribe? ¿Quién lee? ¿Acaso convendría rebuscar en Althauser, Foucault y Barthes una explicación a la confusión que producen las palabras claras y distintas (Garzón) cuando el lector (Cayetano, Jose) proyecta sobre el hablante sus propias contradicciones y limitaciones?
Estas respuestas de Cayetano y Jose no hacen sino corroborar la alusión del autor a la autorreferencialidad, a la liturgia, en definitiva, a la actitud tan manida de llorar las revoluciones perdidas tan cara a una cierta izquierda española.
La sociedad no se divide, la dividimos. Las clasificaciones son teóricas, cuesta mas o menos encajar la realidad en las clases, sirven para comprender, generalizar el conocimiento de la realidad y para guiar la acción, pero las clases no son nunca la realidad.
Seguramente que la superestructura de clases que se genero en el siglo XIX no sea la más adecuada en el siglo XXI.
Pero antes y ahora la superestructura no es la realidad, hay que valorar el gasto que se hace en la superestructura (a veces en defenderla) en detrimento del gasto en la estructura.
A veces parece que estamos organizando un equipo para jugar contra otro equipo (izquierda, derecha) y cada uno entrena al suyo… pero en ese caso las clases más claras son los que pagan (publico) y los que cobran (equipos). Necesitamos que se defienda al Público porque los equipos no se conforman con la entrada.
Si aceptamos la premisa planteada por Garzón sobre el marxismo clásico, tendríamos una relación cerrada entre clases en dos niveles: uno objetivo, determinado por el antagonismo de intereses; otro subjetivo, conciencia del anterior adoptando la forma de lucha.
La exposición anterior, nos lleva a entender que la lucha de clases –subjetiva- sería consecuencia del antagonismo –objetivo-. Pero ésta relación es insuficiente, la lucha y/o el antagonismo de clase deben afectarse por algo más, para provocar evolución.
Desde la perspectiva materialista y heterodoxa marxiana, aun comprendiendo que el constructor humano material, es producto cultural, social, con una realidad material en gran medida antropomórfica. Interpretamos como raíz de la idea a la materia, por tanto, estaríamos atrapados por un inmutable círculo entre lucha (subjetiva) y antagonismo (objetivo), en un status quo estático. De ahí podríamos colegir que el cambio proviene de la materia, pero ésta es inmutable socialmente si no viene intervenida por la idea, es decir, por la acción humana que implica ideación.
Lo más sensato, es entender que todo sistema tiene dinámicas internas de desarrollo, influidas por el antagonismo de clase, pero no exclusivamente. Sería esta intervención exógena al antagonismo de clase, lo que explicaría junto al mismo, los cambios de estadio o modelos dentro del sistema, y por ende los cambios en la lucha, la conciencia del antagonismo, expresada en múltiples formas, sean sociales o/e institucionales y ainstitucionales.
Luego el motor de la Historia no viene explicado por el árbol de levas(lucha de clases), sino que tiene bielas, balancín, cojinetes, conductos de lubricación, válvulas…. No de otra forma explicaría Lenin o Mao sus revoluciones, en medios donde el proletariado era efectivamente inexistente, como se dijo en el anterior comentario. El antagonismo de clase no era el representado por proletarios y burgueses, sino el del Antiguo Régimen como se dijo en el comentario.
El artículo un poco deslavazado, no estructura bien su conexión, sus preguntas y respuestas, probablemente Garzón estará de acuerdo con lo dicho, pero no lo ha dicho tal que así. Sólo al final antes de iniciar el epígrafe de la II parte, sobre la realidad española, dirá y limitará la reflexión fuera de contexto a: “En segundo lugar, la dinámica o trayectoria del capitalismo, como sistema económico con sus propias leyes y empujado por el motor de la ganancia privada, demarca también la estructura de clases en cada momento histórico.” Pero como comprenderemos se encuentra en el desvelamiento de esas dinámicas y trayectorias, que no sólo se reducen al “dispositivo de la ganancia y la competencia”, comprender los elementos materiales que modifican la relación entre antagonismo –objetivo- y lucha –conciencia del mismo-.
Más aún, mientras no demos alternativa raíz no sólo a la estructura de clases; sino a la realidad material, de medios, relacional en el sistema productivo y de intercambio que la pare (esa realidad relacional de la que Gramsci y Poulantzas hablabán sobre el Estado), seremos incapaces de ofrecer un imaginario con el que sustituir al de hoy.
Llegados aquí, plantear una reflexión citando una escena final del film “LA FIESTA DE LAS SALCHICHAS”. Al coprotagonista una salchicha en busca abnegada de la verdad, le comenta un compañero la necesidad de contar que los súper dioses, en el más allá, se limitan a engullirlos. La salchicha coprotagonista dice, pero ya la conocen y se niegan a reconocerla, prefieren “pacer tranquilamente” hasta que les llegue el momento. El compañero dirá: no puedes destruir las creencias de las gentes y no ofrecerles una alternativa de vida. No explicar el mundo mejor y que es posible acabar con los superdioses (consumidores en el súper).
No es posible dar alternativa al capitalismo del Siglo XXI, sino hemos aprendido qué hacer y qué no hacer.
Un abrazo
Marx tenía razón!
No me refiero a Karl, sino a Groucho cuando afirmaba…
“Este hombre puede parecer un idiota y hablar como un idiota, pero no se dejen engañar, es realmente un idiota”
Y no hace falta hablar de los casos de corrupción ni de los sobresueldos, basta con hablar de Economía.
Para Karl Marx, el del Manifiesto, “Todas las actividades humanas estaban fundamentalmente condicionadas por las posiciones de clase en el sistema económico”, y no se refería simplemente al trabajo para ganarse la vida, sino a las expresiones artísticas, las religiosas y las filosóficas…
Keynes escribió que la gente deseaba ante todo un nivel aceptable de Consumo, y decidía ahorrar sólo cuando su renta era más que suficiente para cubrir sus necesidades de consumo. El ahorro era un residuo cuya cantidad variaba con los cambios en el nivel de renta…Poca gente estaría preocupada por los tipos de interés al repartir su renta entre consumo y ahorro…
Y menos aquellos que no tienen trabajo y están bajo la amenaza del desahucio.
Es realmente inconcebible mantener el error de imponer una austeridad cada vez más rigurosa a países con nuestro nivel de desempleo, superior al de la época de la Gran Depresión de 1929.
Europa necesita Políticas Monetarias Expansionistas, una inflación más elevada, para que exista una esperanza de recuperación para España y los otros países en apuros…
Como dice Krugman, “Ni el Déficit actual ni el Gasto futuro previsto merecen ocupar un lugar importante en nuestro programa político”.
La obsesión por el Déficit… ¿No es de idiotas?
Porque si sigue Mariano va a cumplir con las exigencias europeas sí o sí….
Y España lo va a pasar muy mal !
Saludos
Mariano va a cumplir y Tsipras también… España lo va a pasar mal.
Mark, un idiota es siempre que interpretemos su decir y hacer como bien intencionado, no conformado a la injusticia, o malintencianado en algún grado.
Volviendo al post, efectivamente Marx.K entendía que “Todas las actividades humanas estaban fundamentalmente condicionadas por las posiciones de clase en el sistema económico”. Pero si somos capaces de desembarazarnos de nuestro Tedeum, alcanzaremos a leer correctamente y entender que la expresión tiene dos elementos íntimamente relacionados pero no idénticos, del que derivan las actividades humanas: uno, la lucha de clases, otro el sistema económico (repito no idénticos, ya que abstraemos tanto los conceptos que los elevamos a místicos y universales, religiosos, y conociendo el paño -no a tí Mark-, no está de más recordar irónicamente que los sistemas económicos y clases no siempre fueron los mismos, es más, hubo un tiempo en que no existieron clases porqué tampoco había posición en sistema económico alguno . Pero en la cita que recoges Mark, éste último -sistema- es el envolvente que determina la lucha de clases e intensidad del antagonismo; y como todos sabemos además de árbol de levas, tiene bielas, balancín, cojinetes, conductos de lubricación, válvulas…..
Aunque parece que al post de Alberto, le preocupa más la relación entre movilización e institución, y lo demás es un marco conceptual o teórico dónde ubicar dichas reflexiones. Por eso se le ha dado tanta importancia al hecho de que es la propia dinámica del sistema, intervenida por multitud de factores que confluyen o alimentan la lucha de clases, el elemento material que sustancia al antagonismo -objetivo- y la lucha -subjetiva-.
¿Qué importancia explicativa tiene al objeto de la relación movilización-institución, o la lucha de clases y toma de conciencia.?
Sacar dicho debate de enfoques erróneos por orgánicos y mecánicos, desvinculados de dicha realidad, parciales y producto del idealismo.
Hasta el hartazgo se ha escrito que el cambio de cultura política en España, desde la adoración del pueblo al becerro de oro con cuasi unanimidades búlgaras al bipartidismo, al nacimiento de culturas políticas que portó el 15-M, vino operado por dos elementos: la Crisis económica y la salida arbitrada.
Luego interpretar la transformación desde la operativa de la superestructura, es ranquear sea: partido, lucha de clases, movilización, movimiento, institución.
Y ese renquear, probablemente sea el responsable de hacer depender la corrección de la línea política con la relación orgánica, sea …….. . De forma que nos hayamos inmersos en un debate orgánico elevado a la quinta esencia determinante de la sustancia, dejando entre las sombras al debate político e ideológico que debiera ser el norte y guía de nuestra relación orgánica.
Conociendo el paño o la peña, no caben malintenciones, ni idiotez alguna, sino incapacidad o impotencia para dar respuesta por esos vericuetos en que anda inmerso el movimiento que encabeza Varoufakis, o el debate con Vinçens u otros tantos, como el documento de Torres y otr@s ( http://gruporuptura.org/wp-content/uploads/2016/10/dossier-retos-fin.pdf ).
Nos dice Garzón que el Estado es relacional, y por ello puede entenderse su acepción del bienestar social y la socialización de pérdidas financieras. Claro está, pero la cuestión es que el Estado o los supraestados (UE,USA…) en esa relación se escoran más a la coercción que a la legitimación pactista. Y ese es el problema, toda nuestra filosofía política se centra en el reconocimiento de la democracia, pero las transnacionales y sus Estados que determinan la acción política no. Y ante esa realidad no sabemos qué hacer, qué proponer, es el muro de la realidad contra el que nos estrellamos. Ya Tucídides valoraba las relaciones entre las naciones en función de su poder, y no en razón de la justicia.
Ante ésta situación, ¿cúales serían los límites soberanos de España? ¿Qué proponemos dentro de los mismos? ¿Qué proponemos para cambiar nuestra propia realidad, nosotr@s mism@s, pese a las limitaciones? ¿Qué proponemos para superar el cuello de botella de la UE? ¿Qué proposiciones tenemos sobre las que aunar esfuerzos extraestatales? Y sobre todo, estas proposiciones en distintos ámbitos, que respaldo tendrán por parte de la mayoría social, que orden de prioridad debe tener en nuestra agenda política, que movilizaciones y procesos de concienciación y organización pueden alimentar.
Nadie se reclama institucionalista, nadie se reclama carrillista -menos quiénes le sufrieron y confrontaron, por edad y posición política-, luego a que responde este debate, es una cuestión de cambiar la práxis. Por ejemplo, ¿es institucionalista que los líderes orgánicos tengan que ser los portavoces, presidentes…, figuras principales en la institución? ¿es institucionalistas que las agendas institucionales sean prioritarias sobre las sociales? … .
Cuando se confrontó con el carrillismo, ya se ha dicho en alguna ocasión, esta comenzó por oposición frontal de éstos al gobierno del PSOE, pero curiosamente terminaron en sus aledaños cuando no dentro del mismo. Ocurrió por malintención, institucionalismo…., no, probablemente por personalismos, pero también por incapacidad para reconocer la realidad social del momento, y arbitrar debates falsos que renqueaban.
Un cordial saludo.
Dos almas del PSOE, quiénes querían ser decisivos en gobierno alternativo y quiénes entregan incondicionalmente el gobierno al PP de Rajoy, tendrán que debatirse en su próximo Congreso. Para debatir la conveniencia o no de una moción de censura con candidato alternativo, y el proceso de negociación que llevaría a la misma. Un proceso que demostrará si dichas posiciones irreconciliables pueden convivir en el mismo partido, pues reflejan dos realidades y filosofías contrapuestas. La gestora con su posicionamiento político y sus formas de actuar que la han antecedido y persisten, nos indica que probablemente el debate concluya en una escisión del PSOE, que definitivamente acabe con la representatividad social y económica de lo que representa la gestora, con independecia de que ésta quedará o no con la propiedad de las siglas, queda con la autoría de la entrega incondicional al PP, pero es un camino que veremos andar.
Por qué la abstención -incondicional- dando el gobierno a Rajoy y su PP, puede dar la puntilla a la relevancia del PSOE; caso de qué el próximo Congreso lo pierdan quiénes la niegan, y por ende, no prospere una moción de censura -con candidato alternativo-.
No pienso alargarme mucho, sólo plantear la mayor, dejando todas las concatenaciones causales abiertas. España es parte del arco mediterráneo y a diferencia de Francia o Italia su estructura económica es dependiente de monocultivos: Turismo y construcción. En el marco actual, estas consideraciones sobre la propia estructura y el papel jugado en nuestro eje geoeconómico y político, nos acerca mucho más a Grecia que Alemania.
El PSOE finalmente ha entregado el gobierno sin condiciones al PP, es decir, que ni siquiera ha llegado a la solución alemana de compartir responsabilidad y decisión. El PSOE español pensando que huía de la corresponsabilidad de lo que haga el PP, ha entregado carta blanca al PP sin dar valor a sus votos. Si el PP saca con C’s y PNV, o PDC o cualquier otro grupo político sus presupuestos o cualquier otra contrarreforma o recorte, no podrán excusarse en el no lo sabían, o su impericia. Pues ese es el tipo de gobierno que desbloquearon, pudiendo haber arbitrados otros en que ellos fueran decisivos. El PSOE se ha entregado incondicionalmente al negarse a ser decisivos, y eso no podrán esconderlo. Y estructuralmente o infraestructuralmente nada indica que haya cambio alguno en España, sino a peor.
Saludos Cordiales.
Los favores comprometen mucho más a los que los hace que al que los recibe
Para ser una reflexión, ha salido un poquito larga y confusa
Los gráficos han quedado muy chulos, pero discrepo de algunos
Eso de que la mayor preocupación de los españoles, sea la corrupción y el fraude, como que no
Si tenemos en cuenta que 8 Millones (PP), + 3 Millones (PPSOE) + 3 millones (C,s), no les preocupa lo más mínimo.
Entonces está claro que Alberto ha escrito esto para gente muy preparada, que lamentablemente y como decía Perez Reverte el sábado en La Sexta, los españoles son gente más bien inculta.
Ayer volvia yo por la carretera de La Coruña y había un atasco de 12 km hasta Madrid
Supongo que igual que en las otras radiales y een las otras entradas a Barcelona, Valencia, Sevilla etc
Toda esa gente no se va a leer el articulo de «La movilización social»
Como mucho se leerán las instrucciones del Samsung L7 ó del Iphone7
Asi que o cambia la forma de llegar a la inmensa mayoría, ó a UP le queda una travesia en el desierto como lideres de la oposición, con 6 Millones de votos, durante 12 años
Y para entonces muchos de sus votantes han pasado de 45 años y ya no les votan
Saludos
Lo del PSOE ha demostrado que no existe representación social ante un ejercicio de traición a sus votantes que, sin duda, les pasará factura…
«Humano es errar; pero sólo los estúpidos perseveran en el error».
(Cicerón)
Saludos
El post de Alberto dice poco políticamente, se ve claramente al leer sus cinco conclusiones, se queda en generalidades teóricas. Extrañando que un desarrollo teórico tan amplio, acabe por eludir el análisis político del momento. Dado que al descender a España y su realidad política, acabará con cinco conclusiones tan generales y teóricas que incluso algunas son perogrulladas, como la 1ª – no renunciar a un buen discurso-, o la 3ª: la institución no es el elemento central de la estrategia de cambio …
Antes de llegar a sus conclusiones, centrará su enfoque en la visión y realidad de un futuro negro, pasando de puntillas sobre el debate político-cultural.
Algunas cosas me resultan graciosas, así la crítica a las manifestaciones autorreferenciales y litúrgicas, cuando no faltan precisamente en el post, incluso inundan su último párrafo. Salvando las distancias y desde la irreverencia a la liturgia, al releer el párrafo se solapaban los significados del “si estamos bien armados” con “si tenemos un fuerte aparato” de Carrillo, en aquel Central sobre la convergencia debatiendo con Gerardo Iglesias. Por qué después de todo el desarrollo teórico del post, ¿quién es el depositario de la conciencia, formación y lucha de la clase?
Pero volviendo al paso de puntillas sobre la realidad política de hoy, y el debate sobre el sentido común. ¿Por qué se pasa de puntillas? Porqué es el debate entre el SI O NO SE PUEDE. Y hoy, cuando Rajoy va a ser nombrado presidente in pectore, el No se puede gana terreno. Y ahí, debe entrar el análisis crítico de cómo afrontar el mañana mismo para, como dice en su quinta conclusión favorecer las contradicciones del adversario, pero jope, favoreciendo las propias, no para aglutinar las contrarias. Pero bueno, de lo que se trata es de aprender del pasado, y en relación a las contradicciones del contrario lo que debemos es alimentarlas favoreciendo las posiciones más próximas.
En otro orden de cosas, cuando se interroga sobre el bajón de las movilizaciones después de la irrupción de PODEMOS, quizás y sólo quizás pudiera guardar relación con el hecho de que discursivamente se hizo depender del momento y asalto electoral la posibilidad de cambio.
La movilización ha venido provocado por la confrontación del viejo sentido común: del Estado del Bienestar, del empleo digno como garantía de futuro, de la seguridad de techo…; frente a un modelo involutivo en que se precariza toda esa realidad y por ende la vida. Pero el nuevo sentido común que acepta la precarización se está normalizando, ¿por qué?, por inexorable como siempre. Y es llegado a ese punto de lo inexorable, donde juega el SI O NO SE PUEDE.
Y es aquí dónde se debe incidir en blindar los SI SE PUEDE, se puede: porqué tenemos alternativas…; se puede porqué tenemos la fuerza necesaria…; se puede porqué sabemos que debemos cambiar y que poder derribar o aquilatar. Hay que dar respuesta a la realidad del no se puede en Grecia, pues pertenece al UE €, y establecer nítidamente la distancia de los países y/o de las posiciones políticas.
Podremos luchar en mil batallas sectoriales, en las urgentes, en las emergencias, pero si no tenemos respuesta general, no empoderaremos a las clases populares, obreras…
La incapacidad en dichas respuestas, es decir, a concretar quiénes son los sujetos sociales mayoritarios del cambio (sin clases medias no hay mayoría social); cuáles son sus demandas; qué proposiciones y formas de hacer les representan políticamente; con qué instrumentos de poder contar para transformar la realidad; cómo acompasarnos a las demandas de dichas mayoría social sin generar ruptura por infantilismo. Son las respuestas de orden político que nos permiten concienciar en el marco de la movilización.
Una última consideración de la que extraer conclusiones teóricas con traslación política; no ha sido PODEMOS, ni IU, quiénes han provocado la movilización social, sino que ésta desbordó a IU como el resto de formaciones, y PODEMOS nació del desborde como una de sus expresiones. Cómo encaja todo esto con la teoría de la vanguardia portadora de la conciencia, formación y lucha de clases. Pregunto ¿Acaso la intervención de la vanguardia ha mejorado dichos niveles; en terminología más coloquial y aproximada: pedagogía, organización y proyecto político han aumentando la movilización y organización del pueblo en terminología más coloquial y aproximada: pedagogía, organización y proyecto político?
No quería dejar de valorar la tercera conclusión: cabe reconocer el carácter limitante de las instituciones, de lo que obtenemos que cabe renunciar a considerar este aspecto el elemento central de la estrategia. Que unido a la predominancia que la estrategia debe tener respecto de la táctica debiera concluir que los máximos dirigentes de las organizaciones, lo fueran de éstas, pero no de las instituciones. No ya por que pudieran trasladar tics que se adquieren en la práctica institucional, sino porqué debieran centrar sus esfuerzos y los de sus organizaciones, en aquellas cuestiones que si son centrales estratégicamente y por ende tácticamente. En el PNV paso durante largo tiempo, mientras era Arzallus el líder de la organización.
Sin embargo, en la práctica, la plataforma de poder interno y mediático que da la institución (el Cte. Federal del PSOE fue claro ejemplo de cómo el poder institucional de los varones-a gobernantes se impuso). Y la cultura política que se ha traducido en las nuevas formaciones, o que portan las nuevas generaciones, trasladan el mismo eje de poder, institucional y por ende referenciado no en la organización popular, sino en la plataforma mediática que este proporciona. Trasladando por la praxis la idea que lo realmente importante es la representación institucional, y sentando así o consolidando la vía del institucionalismo ( que como se ha dicho reproduce tics…).
Un abrazo.