En este largo artículo explico las razones por las cuales la desigualdad no es sólo un problema moral sino también económico y, además, muy grave. La desigualdad lleva a la crisis y la crisis lleva a escenarios de estallidos sociales graves. Se trata de un artículo donde explico conceptos básicos de economía, especialmente la relación que existe entre el nivel de los salarios y el nivel de los beneficios. Siguiendo lo mantenido en este blog tantas veces, argumento que la moderación salarial sólo puede agudizar la crisis porque deprime la demanda. En su lugar, lo que necesitamos es un replanteamiento general de la economía, con medidas concretas destinadas a recuperar la soberanía ciudadana y a iniciar una senda de crecimiento económico basado en una participación salarial alta.

El problema económico de la desigualdad

Hay que partir de un hecho económico básico: actualmente vivimos en un sistema económico, el capitalismo, cuya lógica interna genera continuamente desigualdad y pobreza. En ausencia de mecanismos redistributivos la desigualdad no dejaría de aumentar en ningún momento (1) y podría llevar a graves crisis económicas, primero, y estallidos sociales, después. Esto es algo fácil de explicar en términos económicos, aceptando que cada persona tiene una posición muy distinta dentro de la economía y percibe ingresos en función de esa posición.

En economía se considera que esa posición en el sistema económico puede ser, a grandes rasgos y procurando simplificar, de dos tipos: la del empresario y la del trabajador (2). La relación que se da entre ambas figuras es de tipo jerárquica, ya que el empresario contrata al trabajador y tiene derecho a apropiarse del total del valor producido en la actividad económica, y además es él quien determina cómo será de grande la parte que pagará en concepto de salarios a sus trabajadores. De hecho, el valor monetario de lo producido en la actividad económica se llama renta y puede desglosarse en dos partes: la parte salarial y la parte empresarial.

Como se puede ver en el esquema anterior, del total que se queda el empresario -parte empresarial- una parte se destina a inversión (que permite comprar mejor maquinaria, invertir para nuevas tecnologías, o para contratar mejores trabajadores) y otra parte se destina a consumo improductivo (pago de intereses, royalties, impuestos y dividendos).

Es fácil ver que dada esa estructura distributiva en la que el empresario es quien decide cómo distribuir, la desigualdad en el tiempo tiende a crecer incesantemente. Para los economistas neoliberales esto no es demasiado problema, ya que aseguran que aunque crezca la desigualdad lo que importa es el bienestar material en términos absolutos. Es decir, que crezca la brecha entre ricos y pobres no es problema siempre y cuando los pobres tengan cada vez mejores condiciones materiales. Y ellos aseguran que eso es un proceso automático llamado «trickle down» o «efecto goteo» que lleva a que dado que los empresarios cada vez son más ricos también invierten más dinero y de esa forma contratan más trabajadores y mejoran la capacidad productiva de una economía. Es decir, su visión de la sociedad es la de unos empresarios que determinan a la baja la parte salarial y al alza la parte empresarial, pero cuya parte no se la quedan ellos sino que la reinvierten automáticamente mejorando las tecnologías y contratando más y más trabajadores.

El argumento neoliberal

Vamos a establecer ese argumento como punto de partida. En efecto, una sociedad prospera en términos económicos siempre y cuando haya inversión. La inversión permite, como decía antes, mejorar la tecnología, contratar más trabajadores, mejorar la eficiencia y, en definitiva, mejorar la capacidad productiva de una economía (podemos producir más, en menos tiempo y de mejor calidad). Y para que eso sea así el empresario debe quedarse una parte suficiente de la renta, porque si todo se queda en salarios no habría dinero suficiente para invertir. En economía se dice que hay un trade-off entre el pago de los salarios y el nivel de beneficios. Si los salarios son demasiado elevados se estrangula la capacidad del beneficio de iniciar procesos de inversión.

Por esa razón los neoliberales proponen siempre moderación salarial. Su objetivo -al menos el teórico- es reducir la parte de los salarios y aumentar la parte empresarial, ya que dicen que así se estimula la inversión. Y de hecho y como hemos demostrado en otros artículos efectivamente los salarios han caído tanto en términos reales como en su participación en la renta. No en vano, desde que el neoliberalismo se impuso como ideología dominante las medidas económicas aplicadas han sido todas en la dirección del argumento descrito un poco más arriba. Y estas medidas son, también, las que se vuelven a proponer tras la crisis por los gobiernos europeos.

Lo que los neoliberales suelen dejar de lado es que hay otro trade-off entre el consumo improductivo y la inversión. Es decir, que aunque la parte empresarial crezca a costa de la parte salarial, todavía queda saber qué ocurre con esa parte empresarial. Bien puede ocurrir que se destine directamente a distribuirse entre los accionistas (dividendos) bien puede destinarse al pago de intereses a los bancos o bien puede, ahora sí, invertirse para crear empleo. Esto es muy importante y lo he tratado en varios artículos en los que hemos revelado que en los años de hegemonía neoliberal la inversión ha sido muy reducida y sin embargo lo que ha crecido ha sido el reparto de dividendos y el pago de intereses a las entidades financieras, es decir, el consumo improductivo. La consecuencia de todo ello es que aunque la parte empresarial ha subido eso no ha repercutido en mayor inversión y mayor creación de empleo, es decir, que no se ha cumplido el trickle down.

La caída de la parte salarial y la crisis de demanda

En economía no todo es tan sencillo como se pretende hacer creer con afirmaciones del tipo «la moderación salarial nos sacará de la crisis». El argumento anteriormente comentado es bastante fácil de entender, y cualquier empresario sabe que si baja salarios tendrá más dinero para invertir. El problema viene cuando hablamos de una economía en su conjunto, que en realidad es lo que nos interesa. Y es que entonces tenemos que hablar de lo que en economía se llama «falacia de la composición» y que demuestra que lo que es bueno para intereses individuales no es necesariamente bueno e incluso puede ser perjudicial para el interés colectivo.

En efecto, un empresario puede querer que los salarios de sus trabajadores bajen y así pueda él tener más dinero para invertir y mejorar su empresa. Pero a la vez querrá que el resto de trabajadores de otros empresarios cobren más, porque a alguien hay que venderle los productos. Sin embargo, como el sistema económico es caótico lo que sucede en realidad es que todos los empresarios proponen la bajada de salarios, lo que hace que todos los trabajadores en conjunto cobren menos y por lo tanto tengan menor capacidad de compra conjunta. Entonces los empresarios en su conjunto también venden menos e incluso pueden tener pérdidas porque antes vendían a los trabajadores de otras empresas… a los cuales también les han bajado los sueldos. El sistema entra en crisis a través de lo que se llama una «crisis de demanda».

Cuando se produce una crisis de demanda lo primero que deja de comprarse son los bienes duraderos (electrodomésticos, coches, etc.) y los bienes de lujo, ya que son los que se necesitan menos. Las empresas de esos sectores empiezan a tener pérdidas y despiden trabajadores, lo que agudiza el problema porque también esos trabajadores dejan de consumir en otras empresas. La crisis se extiende y al final invade toda la economía.

La salida que suelen proponer los neoliberales a ese problema es proporcionar dinero y facilidades a las empresas, para que inviertan. Se bajan los tipos de interés y se da dinero a mansalva para que inviertan, pero no funciona nunca si la crisis es de esta naturaleza. Y a esa situación se la llama en economía «la trampa de la liquidez», porque por más que bajes los tipos de interés ninguna empresa quiere invertir… ya que aunque lo haga no podrá vender lo que produzca.

La salida histórica a este tipo de crisis (como el New Deal estadounidense de los años treinta) es vía estímulos de la demanda por parte del Estado, es decir, del Gasto Público. El Estado inicia proyectos productivos que suponen un gasto público, pero que sirven para poner a trabajar a la gente desempleada. Como esos nuevos trabajadores reciben dinero también consumirán y podrá invertirse el proceso de antes: ahora las empresas volverán a vender y a invertir. A veces el Estado crea empresas públicas, inicia proyectos pagando a las empresas privadas o incluso simplemente sube las prestaciones por desempleo (que tienen el mismo efecto que un salario: sirven para comprar).

El crecimiento a lo China: profit-led.

No obstante, es posible escapar a estos «problemas» de agregación de intereses individuales. Por ejemplo, pagando salarios dentro del país pero vendiendo los productos fuera del mismo. Eso permite que por muy bajos que estén los salarios de los trabajadores las empresas puedan seguir vendiendo y obteniendo beneficios y el país pueda seguir creciendo. En efecto, eso es lo que ha ocurrido con el extraordinario crecimiento de China y otros países de un crecimiento orientado a la exportación (ver este artículo académico para un análisis de la dinámica distributiva de China).

En el caso China los salarios se han mantenido bloqueados en un nivel muy bajo -gracias a que la dictadura impide un estallido social- y la parte empresarial ha crecido enormemente. Además, como son empresas dirigidas por el Estado y con objetivos muy planificados, casi todos los beneficios se han destinado a reinversión. Eso ha producido un crecimiento económico extraordinario que ha durado decenas de años. Es un modelo de crecimiento basado en el poder de compra del resto de países y, concretamente, en el poder de compra de los trabajadores de otros países.

Pero nada es eterno. La crisis internacional ha golpeado a los países importadores, especialmente Estados Unidos y España, y el crecimiento del desempleo y las bajadas salariales han producido un descenso en las ventas de China. Eso ha afectado a su crecimiento económico, lo que ha obligado a China a redefinir su estrategia en el último congreso. Ahora van a crecer hacia dentro: permitiendo una subida de la parte salarial y permitiendo que sus productos sean comprados desde el interior del propio país.

El crecimiento mundial: wage-led

Aunque China y otros países puedan escapar a la lógica de que bajos salarios lleva necesariamente a la crisis, la economía como un todo no puede escapar. Esto quiere decir que no todos los países pueden hacer la estrategia China, por pura lógica: lo que unos exportan lo importan otros, y viceversa. O lo que es lo mismo: no todos los países pueden ser exportadores. Por eso el debate sobre la competitividad es un timo: como ya explicamos el debate es una invitación a participar en una carrera donde no tenemos ninguna opción de ganar.

Puede parecer que lo que estoy diciendo ahora es contradictorio con lo que planteaba antes sobre el trade-off entre parte salarial y parte empresarial, pero no es así. Que la parte salarial suba hace que la parte empresarial baje, en efecto, pero eso no significa que baje la inversión. Por varias razones:

La primera, que como hemos anticipado esa parte empresarial puede no estar dedicándose a inversión sino a consumo improductivo, lo que significa que aunque baje la parte empresarial no se vea afectada la inversión. Es más, dado que al subir la prate salarial crece la demanda de productos y eso mejora las expectativas de negocio, la inversión puede crecer.

La segunda, vinculada con lo anterior, que si bien las empresas ven sus beneficios caer en el reparto distributivo, pueden ver compensada esa caída por el incremento de las ventas. Eso hace que el crecimiento de los salarios lleve a mayor crecimiento económico, más que a menor crecimiento.

Ambas ideas, y muchas otras, fueron sintetizadas en la tradición poskeynesiana por Bhaduri y Marglin (1990) y las expliqué con bastante detalle aquí (exposición técnica), aquí (exposición divulgativa) y aquí (interpretación para España).

Las medianas y pequeñas empresas

La cuestión salarial es de mayor importancia cuando hablamos de las pequeñas y medianas empresas, porque éstas operan fundamentalmente en el mercado interno. Por el contrario las grandes empresas operan en el mercado internacional, lo que significa que puedan escapar del efecto perjudicial de la bajada de salarios.

En definitiva, las medidas neoliberales machacan a las pequeñas y medianas empresas (que son las que crean la mayor parte del empleo: en torno al 70 u 80%), porque deprimen la demanda que les permite vender sus productos y servicios, pero favorecen a las grandes empresas que siguen haciendo beneficios fuera del país y tienen menores costes salariales que soportar.

La salida de la crisis y los mecanismos redistributivos

En este punto sabemos ya que las respuestas a la crisis ofrecidas por las grandes empresas, por los gobiernos de inspiración neoliberal y por las instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo, son el camino al desastre. Son el camino al desastre porque perjudican al crecimiento económico y eso agudizará los problemas de deuda pública del país y su exposición al chantaje de los mercados financieros. Pero también es un camino al desastre porque nos empobrece a casi todos y profundiza el escenario de regresión social. Vamos hacia una década perdida.

Y mi opinión, como ya comenté, es que este nuevo escenario de regresión social conducirá a inestabilidad social y un crecimiento de la rabia y la frustración, todo lo cual puede ser profundamente peligroso si no es canalizado de una forma progresista.

Sobre las alternativas ya he hablado de ellas en otros artículos, pero podemos resumirlas en la necesidad de un reajuste estructural de la economía europea y de la española. Necesitamos cambiar el modelo productivo, crecer hacia el interior (con un fuerte Estado social y con una parte salarial muy alta), crecer de forma sostenible medioambientalmente (abandonando el criterio de la rentabilidad), con un control absoluto sobre las finanzas (en la línea de este comunicado y de este artículo) y con la subordinación completa de la economía a la sociedad (instaurando por fin mecanismos democráticos que permitan controlar la economía).

Notas:

(1) Esa es la razón por la cual los sistemas fiscales modernos son la inmensa mayoría de tipo progresivo. Eso quiere decir que la financiación de los servicios públicos (sanidad, educación, etc.) proviene fundamentalmente de las clases altas, es decir, de los más ricos. Como ellos pagan más impuestos que el resto de clases sociales, al final a los más pobres les resulta «más barato» acceder a servicios que en casos de ser privados serían inaccesibles por su alto coste. Estos mecanismos redistributivos mitigan la desigualdad y ayudan a mantener la cohesión social.

(2) Esto es una simplificación o, como es más adecuado decir, una abstracción de la realidad. No significa que sólo haya dos clases sociales y que cada persona tenga que adscribirse a una u otra, sino que se establece así porque es el grado más alto de abstracción y permite recoger estadísticas más fácilmente. La contabilidad nacional se basa en esta separación. Sobre el problema de las clases sociales he escrito aquí y aquí.